El Rey Midas

26 octubre 2013

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Sugey Estrada/Hugo Gómez

El cuento del Rey Midas es muy conocido. Se trata de un soberano que tenía grandes riquezas y una fortuna inmensa en oro. Sin embargo, su avaricia era tal que un día que un genio le dijo que le concedería el deseo que pidiera, el único pensamiento que cruzó por su mente fue que todo lo que tocaran sus manos se convirtiera en oro.
La petición le fue concedida y alborozado comenzó a tocar los objetos que tenía a su alcance. Una mesita que tocó se convirtió en oro, lo mismo que las puertas de su palacio y las flores de su jardín.
Sin embargo, pronto comprendió su error, pues al querer tomar sus alimentos se convirtieron en oro, lo mismo que su adorada hija, que en ese momento sí se convirtió en la chica dorada.
El monarca, arrepentido, pidió volver a su condición anterior y el genio le ordenó que se lavara las manos en el río para volver a la normalidad.
La narración sobre este mítico rey es fiel reflejo de la ambición y materialismo que encarcela en ocasiones el corazón del ser humano. Sin embargo, puede ayudar también para reflexionar qué sucede con las personas que tengan contacto con uno. Es decir, cada persona que se encuentre o tenga relación conmigo debe salir transformada.
¿Pero, cómo las toco? ¿Con mi egoísmo, soberbia, orgullo, despotismo, enojo, envidia, lujuria y avaricia? O, por el contrario, ¿las invito a cambiar con mi amor, sencillez, humildad, paciencia, mansedumbre, misericordia, honestidad, generosidad, amabilidad, confianza?
Podemos, también, utilizar el nombre del rey para reflexionar cuántas veces nos medimos con los demás, para ver si tenemos menor o mayor nivel y estatura, en lugar de ser auténticos y aceptarnos como somos.
¿En qué, o cómo, transformo a quienes toco?

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@rodolfodiazf