El síndrome hybris o la desmesura; Narciso y Prometeo II
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Se defiende titular de la Sedena en caso Tlatlaya
Como hubo alguien a quien le gustó la parte de mi anterior colaboración relativa al poder de la desmesura cuando los políticos brincan de la mediocridad a la relevancia.
En la colaboración mencionada nos enfocamos más en el personaje de la mitología griega Narciso, del que deriva el narcisismo, que se define como la admiración excesiva y exagerada que siente una persona por sí misma, por su aspecto físico o por sus dotes o cualidades.
Segismund Freud, el neurólogo austriaco, también como los dioses griegos simpatizó con el castigo a los narcisistas cuando éstos exageraban su egoísmo y soberbia, así como una inagotable sed de admiración y adulación al poderoso, como suele hacerlo nuestra clase política, la que seguiremos comentando ya que suele ser víctima de "el síndrome hybris".
La "locura" que provoca el poder en nuestro País, no sólo es aplicable a los presidentes de la República que inician su mandato como cualquier ser normal y terminan "endiosados", sino también a los funcionarios públicos como secretarios de Estado, gobernadores, presidentes municipales, senadores y diputados, que creen poseer dones especiales que los hacen capaces de enfrentarse a los mismos dioses.
El psiquiatra Manuel Franco explica así lo que ocurre con los líderes políticos: "una persona más o menos normal" inicia su carrera en la política y de repente alcanza el poder o un cargo importante e inmediatamente después, internamente tiene un principio de duda sobre su capacidad, pero pronto surge la legión de incondicionales que le van a engrandecer su valía para que él crea que sí es la persona indicada, preparada y con el perfil para el puesto. Poco a poco se transforma y empieza a pensar que está ahí por méritos propios.
Todo el mundo quiere saludarlo, hablar con él, recibe halagos de todo tipo; pronto da un paso más y entra en la "megalomanía" cuyos síntomas son la infalibilidad y creerse insustituible. Entonces comienza a realizar planes estratégicos para veinte años, obras faraónicas o dar conferencias sobre temas que desconoce. Tras un tiempo en el poder, el afectado por este mal padece lo que psicológicamente se llama paranoide, todo el que se opone a él o a sus ideas es un enemigo personal, puede llegar incluso a "la paranoia o trastorno delirante", que consiste en sospechar de todo el mundo, de todo aquel que le haga una mínima crítica y así, progresivamente se va aislando de la sociedad.
Llega un momento en que deja de escuchar, se vuelve imprudente, toma decisiones por su cuenta sin consultar, porque cree que todas sus ideas son correctas y geniales, aunque finalmente se descubra que son erróneas, pero él nunca reconocerá la equivocación.
La historia del hombre en todos los tiempos, lugares y etnias ha tenido que sufrir estos seres anormales, desequilibrados e inhumanos muy peligrosos pues suelen ser genocidas.
Los hay abundantes entre los poderosos, dictadores o autoritarios como los nuestros, aunque mucho más feroces, los dictadores como algunos de Europa: Hitler, Stalin, Franco por mencionar a los más relevantes.
En nuestra América Latina: Perón de Argentina, Fidel Castro de Cuba, Hugo Chávez de Venezuela, Pinochet de Chile, Fujimori de Perú y de México Porfirio Díaz, aunque éste no fue genocida.
Termino este par de cuartillas citando de nuevo la mitología griega con un hecho que aunque no venga al caso lo cito, porque el protagonista no fue narcisista, sino lo contrario, pues fue el personaje que le dio el fuego a los humanos, su nombre fue Prometeo, encadenado porque los dioses empezando por Zeus el más poderoso, lo castigó encadenándolo en lo alto de una montaña para que los buitres le comieran las entrañas.
Cuánta falta nos hacen los Prometeos y daño los que aquí abundan, los Narcisos. Los únicos prometeos con minúscula son los que prometen hasta los bueyes de las carretas, pero no cumplen ni con el cebo de las coyundas.
jrinber@gmail.com