El trigo y la paloma

01 febrero 2008

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Suana Guevara

Sobre un cerro de trigo vaciado encima de un patio en Obregón, como excedente de los silos llenos, en lo más alto de su redondez, estaba parada una paloma de alas azules; veía la calle desde lo alto volteando su cabecita sin ocuparse de picotear el trigo del cual seguramente, ya tenía enchido el pecho.
La imagen me parece de propaganda, de cartel, de campaña para manifestar lo que el mundo desea y necesita; plasma el anhelo de todos; pan en abundancia y sobre la supervivencia satisfecha, la paz de la cual es emblema la paloma. Paz, para que el hombre produzca no sólo alimentos suficientes, sino ideas más brillantes y mejores que no nacen, se ofuscan y se niegan cuando no se tiene satisfechas las necesidades primordiales.
¡Cómo me gustaría pensar que lo visto fuera un presagio y no sólo un motivo para haber sacado la cámara de fotografía!; que fuera algo así como el sueño del faraón de las siete vacas gordas, o siquiera una promesa de las tantas que se hacen en vísperas de elecciones y de las cuales, algunas han de cumplirse.
Pero no, es sólo como la ilustración de la parábola que dice: "Miren cómo las aves del cielo no siembran ni cosechan, y el Padre celestial las alimenta".
Ahí quedó demostrado, y seguramente la paloma no morirá de hambre, ni de llanura, porque tiene la sabiduría natural para no querer acabarse el cerro de trigo en que se para.
El hijo menor comentó: "Pero si las palomas no tienen más negocio que buscar comida, qué hacen cuando no tienen para qué afanarse?. Yo pienso que aburrirse, y engordar mucho siendo apetitosa para un pichón a la cacerola".
De esas suposiciones podemos sacar algún comparativo, porque el hombre sin hacer nada, sin luchar por la vida, o por una vida mejor, se debe aburrir horriblemente. Dicen que el trabajo no es un castigo de Dios para el hombre, sino una bendición porque sin él, se moriría de tedio.
Lástima que en la época actual muchos se están esclavizando al trabajo porque el consumismo siempre tiene forzado el presupuesto. Un estudio indicaba hace unos días que desde la apertura de la frontera para algunos artículos de importación, la mayoría de los que la han cruzado son artículos de lujo y golosinas innecesarias, así es que la esclavitud del trabajo aumenta en muchos casos, a como crece el afán de cosas superfluas.
En las familias de escasos recursos sí se comprende lo bueno es tener trabajo y la protección que da su esfuerzo remunerado. La paloma sobre el cerro de semillas a lo mejor se hallaba ofuscada con tanto ocio y volteaba a lado y lado buscando algo de trabajo.
La escena, de cualquier modo, sugiere lo deseado: la abundancia de alimento para que no haya más casos como el niño aquel que al quejarse de hambre por la noche, su madre le decía: "Toma un poco de agua y se te quita; y te duermes, y no te vuelve a dar...".
Y el niño dormía muchas veces con el estómago vacío. ¡Que triste es recordar eso!. Y contrastando qué mal resulta también pensar en los montones de tomate tirado en las carreteras de nuestro estado, y los corrales cubiertos con chile o berenjenas pisadas por el ganado como pinceladas decorativas junto a la paja.
Igualmente amarga pensar que en Brasil han tirado café al mar porque no tenía buen precio; y que en Estados Unidos pagaron a los agricultores para que no sembraran trigo porque se estaba abaratando con la buena producción y se debía sostener el precio, como se busca que sea en los cultivos de exportación.
Parece un contrasentido: del producto que hay abundancia, hay bajo precio y no conviene; pero ¿qué se piensa de la gente con hambre que a ese bajo precio podría comprarlo?. Esa convivencia parece difícil de conciliar con los intereses creados y tal vez en ellos, mejor no se piensa: se corre el miedo de sentir lástima.
Algunas analistas aseguran que hay medios suficientes para que en el mundo no haya hambre, dicen que la tierra sí alcanza, pero falla quien la trabaja, y viendo esos ejemplos en los cuales se tira, se quema o intencionalmente se deja de producir alimento, piensa uno que tienen razón.
La paz es la otra añoranza tan permanente como su opositor el miedo a la guerra nuclear, con la cual nos amenazan continuamente. Pero la paz es algo más que no vivir en un país en guerra: es tener el pensamiento libre de zozobras y miedos, dedicado a producir tecnología, ciencia, arte y todo aquello positivo para la generación que nos tocó vivir.
Por eso es necesaria la paz en la patria y en el interior del propio ser.
El montón de trigo y la paloma son el sueño mundial que debería hacerse realidad, como en aquel patio de los silos que podría servir de propaganda invitándonos a todos a luchar por las cosas: alimento y paz.