El verdadero festejo
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En una encuesta hecha por El Universal para medir la percepción de los ciudadanos sobre lo que han conseguido las mujeres, se observa el siguiente desfase: cuando se les pregunta si creen que hay igualdad ante la ley, más de la mitad considera que sí, pero cuando se les cuestiona si tienen las mismas oportunidades, son menos quienes dicen que sí.
Y la cosa se pone peor cuando se pasa a lo concreto: más del 80 por ciento considera que hay discriminación contra ellas y en las preguntas específicas sobre acceso al trabajo, educación, salud, empleo, libertad de expresión y posibilidad de tomar sus propias decisiones respecto a asuntos como la cantidad de hijos que quieren tener, trabajar fuera de casa o por quién votar; los porcentajes positivos son de plano muy bajos.
Estamos ante el típico modo de funcionar en el cual la ley y el discurso poco tienen que ver con la realidad, o como dice Dulce María Sauri, "la tensión permanente entre la legalidad y las costumbres, entre las resistencias culturales y los avances democráticos".
Aún así, hay quienes apostamos por las mujeres para sacar al País del hoyo en que se encuentra. Algunos hacen esa apuesta desde los partidos políticos o las organizaciones ciudadanas. Otros la hacemos apelando a la familia y al lugar que en ella ocupa la mujer.
Pero aquí también hay una tensión, pues por un lado, está la urgencia de la modernización del País y del mejoramiento de la situación de las mujeres, y por otro, el reconocimiento de una realidad que no se ha modificado suficientemente.
El resultado es que tienen que existir las cuotas para romper el monopolio masculino en los puestos y que siguen sucediendo situaciones como la de Nayarit que muestran qué poco ha cambiado la mentalidad respecto a las mujeres.
Hace un siglo, Gonzalo N. Santos, el cacique potosino, llegaba a las fiestas de sociedad en traje de baño y sacaba a las jovencitas a bailar y nadie se atrevía a decir que no. Hoy el Alcalde de San Blas le levanta el vestido a una muchacha mientras baila con ella y nadie, de entre 10 mil invitados, hace ni dice nada. En aquel caso era por miedo, en éste es quizá por pensar, como sucedió con las muchachas obsequiadas por sus familias a Sergio Andrade, que eso les puede traer beneficios.
Entonces, ¿ha mejorado la situación de las mujeres?
Depende. Sí, para las que participan en la política, el periodismo, la educación superior, la cultura. Sí, porque es cierto que se han conseguido leyes, políticas públicas, instituciones, y que se hacen esfuerzos por los derechos sexuales y reproductivos para acabar con la violencia doméstica y el feminicidio.
No, para todas aquellas que aún tienen que soportar la inequidad, el machismo y las humillaciones, porque siguen vigentes las viejas maneras de entender el mundo. Que lo diga si no el tal Alcalde "Layín" y también, hay que mencionarlo, los parientes de la joven agraviada que lo permitieron y todo el público que, como bien ha señalado la Diputada Martha Lucía Micher, fue cómplice de esta violencia.
Ya es hora de darnos cuenta de la parte de responsabilidad que tenemos cada uno de nosotros en la violencia. Las cosas no van a cambiar hasta que hayamos adquirido conciencia de que así es y entonces pasemos a tener la fuerza para enfrentarnos al poder: el de los caciques, el de los maridos, el de las instituciones, el de las costumbres arraigadas.
Tengo esperanza de que esto puede suceder. Estoy convencida de que las mujeres pueden lograrlo. Se trata, como afirma Teresa de Lauretis, de redefinir y resignificar su posición, y transformarse a sí mismas como punto de partida para modificar el entorno. Se trata pues, de un nuevo modo de ejercer la responsabilidad con la sociedad. Ojalá la madre, hermanas y amigas de la jovencita agraviada dieran el ejemplo. Sería el mejor festejo del 8 de marzo.
Escritora e investigadora en la UNAM
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com