En 1993 el Banco de México alcanzó su mayoría de edad

21 abril 2007

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JANNETH ALDECOA/ JOSÉ ALFREDO BELTRÁN

Una de las tantas crisis que sufrió el Banco de México, sucedió en 1935, cuando el precio de la plata se elevó ininterrumpidamente por sus múltiples usos a los cuales está sujeto el metal blanco, llega a correr grave riesgo de que el valor intrínseco de las monedas de esa metal supere a su valor facial, nominal.
Es aquí donde se cumple la ley de que la moneda mala echa a fuera a la buena moneda. Aparentemente el peligro se cernió sobre las piezas de un peso, que gozaban de gran arraigo entre la población.
Sucedió así; además, del peso de plata, al cual se españolizó con el nombre de "duro", circularon también las monedas de plata de 10 y 20 centavos; además, de la moneda de 50 centavos, al cual se le dio el nombre de tostón o de a 4, porque se decía que la moneda de 50 centavos, representaba o era igual a 4 reales.
Parte de la crisis se conjura mediante varias medidas; entre otras, se emitieron piezas con menor contenido de plata. Las monedas de plata quedaron sujetas a la "Ley del 0.720", en cuanto al contenido de plata.
Con los precios que había alcanzado la plata, la falsificación de las monedas acuñadas con ese metal se dieron continuos hechos; de manera que circulaban tostones sin su 0.7 20, las que desde luego eran falsas.
Otra prueba que los abarroteros pusieron en práctica fue azotar las monedas contra el mostrador. La moneda verdadera daba un sonido vibrante y sonoro. La moneda falsificada daba un sonido sordo y muerto.
Otra prueba más fue que para probar la verdadera moneda, intentaban encajarle los dientes; si la moneda era falsa quedaban plasmadas las huellas de los dientes; en caso contrario, la moneda "era de ley". Además, se apresuró la emisión de papel moneda.
Los billetes de a peso circularon por largo tiempo y se les conoció, debido al color rojo, como "camarones". Pero no sólo los billetes de banco salieron a la luz del día, sino que también circularon vales bancarios con nominación de 50 centavos.
La crisis se había superado porque el público también cooperó en cuanto a la eliminación de las monedas falsas.
En 1936, se promulga una nueva y ortodoxa Ley Orgánica, la cual responde a la motivación de librar a la operación del Banco de México de toda "nota inflacionista". Ello mediante la adopción de reglas muy estrictas para la emisión de medios de pago.
Particular énfasis se puso en ese ordenamiento en cuanto a limitar el crédito que el Banco Central pudiese otorgar al gobierno, freno a la manga ancha.
Pero en la práctica dicha Ley resulta muy rígida, y como todo lo que se endura se hace quebradizo, nunca llega a ponerse en vigor.
Entonces, en 1938 se reforman sus disposiciones más estrictas. Ello, en tanto a lo referente a los límites del crédito que el Banco pudiese otorgar al Gobierno, con respecto al tipo de papel que el mismo pudiera adquirir en sus operaciones con los bancos comerciales.
Pocos meses antes, como consecuencia del deterioro que venía sufriendo la balanza de pagos de México desde 1936 y de las fugas de capital causadas por la expropiación petrolera, el Banco de México se había retirado del mercado y el tipo de cambio había pasado de 3.60 pesos por dólar a niveles superiores al de 5 pesos por dólar.
Para fines de 1939, el entorno de la economía mexicana se modifica drásticamente con el inicio de la segunda guerra mundial. México se inunda de capitales flotantes o "golondrinos" que buscan refugio bancario en nuestro país.
Es en ese contexto que en junio de 1941 se promulga un nuevo encuadre legal para las materias bancarias y financieras. De ahí surgieron una nueva Ley Bancaria, así como una nueva Ley Orgánica del Banco de México.
La segunda guerra mundial que se extendió casi de 1940 a 1945 fue de gran trascendencia en la evolución del Banco de México. Nunca antes, desde su fundación, el Banco se había enfrentado al reto de tener que aplicar una política de contención monetaria.
En palabras del entonces Director General, Eduardo Villaseñor, hasta ese momento el mecanismo del Banco se asemejaba a la maquinaria de un reloj en el sentido de que sólo podía accionar "hacia delante".
Fue así como se inició una odisea: la de desarrollar los mecanismos de regulación apropiados para un Banco Central que operaba en un medio donde no existían mercados financieros dignos del nombre.
Como el Banco había probado eficientemente sus movimientos monetarios, se vio precisado a elevar el encaje legal que una vez concluida la segunda guerra mundial y durante muchos años después, se recurrió en México a la manipulación del requisito de reserva obligatoria, no sólo para fines de regulación monetaria, sino también para otros dos objetivos, como: método de financiamiento para los déficits del Gobierno y para fines de "control selectivo del crédito".
En 1949, al producirse nuevamente una preocupante entrada de divisas, se reforma la Ley Bancaria y se otorga al Instituto Central la facultad potestativa de elevar el encaje de la banca comercial hasta el 100 por ciento sobre el crecimiento de sus pasivos.
Sin embargo, esta obligación se graduó en función de la forma en que las instituciones integraron sus carteras de crédito o, en otras palabras, de acuerdo a la manera en que canalizaron su funcionamiento a los distintos sectores de la economía.
Sin duda, el Banco de México como pieza central del manejo financiero y económico del país, encierra un tremendo cúmulo de sabiduría, a través de su experiencia vivida.
Esta experiencia, especialmente lograda para México, constituye un rico filón de su historia financiera que debe aprovecharse sin lemas políticos.
Quienes más tiempo manejaron el Banco, es bueno reconocerlos, fueron verdaderos cerebros, como Eduardo Villaseñor, Rodrigo Gómez, Gabriel Mancera, sin dejar por fuera a su actual Gobernador Guillermo Martínez.
No fue poca cosa enmendar entuerto, como aquello de que el Banco quedara en manos del gobierno, es decir, la Iglesia en manos de Lutero.
O aquello de acuñar monedas con metales preciosos. En los tiempos de falsificación de monedas, también a los billetes los alcanzó, pues durante mucho tiempo se tuvo que maquilar la impresión de los billetes a prueba de falsificación.
Afortunadamente en la reforma de 1993 se otorga autonomía al Banco, que tiene como objetivo principal construir una salvaguarda contra brotes inflacionarios.
En el texto Constitucional se precisa el criterio al cual debe sujetarse en todo tiempo su actuación: la procuración de la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional.
Y en el artículo 28 Constitucional, se señala que ninguna autoridad podrá ordenar al Banco conceder financiamiento.