Envidia y codicia, dos egos muy tóxicos al ser humano

09 marzo 2013

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Héctor Tomás Jiménez

La envidia y la codicia han sido consideradas desde la moral cristiana como pecados capitales por las implicaciones que tienen en la conformación de la adecuada espiritualidad de los individuos. Y en efecto, también desde el punto de vista de la moral social y de la psicología, son egos que trastocan el desarrollo de una personalidad sana y madura. Ambos sentimientos son muy dañinos al ser humano y propician situaciones y condiciones de convivencia muy negativos, de manera que pueden considerarse como sentimientos nocivos o tóxicos por las consecuencias que por sí mismo generan.
Vistas por separado, la envidia se define como "un sentimiento o estado mental en el cual existe dolor o desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, sea en bienes, cualidades superiores u otra clase de cosas". De acuerdo a esta definición lo que no le agrada al envidioso no es tanto algún objeto en particular que un tercero pueda tener, sino la felicidad en ese otro. Entendida de esta manera, es posible concluir que la envidia es la madre del resentimiento, un sentimiento que no busca que a uno le vaya mejor sino que al otro le vaya peor.
Por su parte, la codicia se define como "el deseo o apetito ansioso y excesivo de bienes y riquezas". Este ego, está íntimamente vinculado al término de avaricia, que es el afán o deseo desordenado y excesivo de poseer riquezas para atesorarlas, sin embargo, la codicia, se diferenciará de ésta ya que la codicia si bien supone como la avaricia el afán excesivo de riquezas no presenta la voluntad de atesorar a las mismas como sí ocurre con la avaricia.
Es muy importante para el ser humano reflexionar sobre estos egos, por el simple hecho de que con frecuencia nos asaltan y se anidan en nuestro pensamiento y en nuestro corazón, y cuando quedan como algo inconcluso y que no se le da la atención debida, se anidan como un virus pernicioso que afloran en situaciones de carencia y es cuando despiertan la negatividad en nuestra vida. Estar atentos y saber cómo vencerlos, es un reto que no debemos eludir.
Dicho de manera sencilla, los llamados pecados capitales tienen como contrapartida las virtudes humanas, que vienen a ser los sentimientos positivos que nos ayudan a aniquilar la presencia y el avance de los egos perniciosos. Para erradicar la envidia de nuestro corazón, debemos trabajar en el engrandecimiento del amor fraterno e incondicional, en tanto que para combatir la codicia, debemos engrandecer la generosidad frente a nuestros semejantes.
Al respecto, Karen Berg, una asesora espiritual de amplia difusión en la red, escribió algo que viene muy a cuento con nuestra reflexión. Ella dice: "Una vez alguien me hizo esta pregunta: ¿Si es verdad que en el universo existe un sistema de causa y efecto, cuál es la paga para la envidia y la codicia? Esta es una gran pregunta porque, seguramente, cada uno de nosotros atraviesa etapas en las que quedamos atascados en estados negativos. De manera muy simple, la paga para estos sentimientos son los mismos sentimientos.
Por ejemplo, digamos que sentimos envidia. El "castigo", por así decirlo, es la envidia en sí ya que por nuestra envida, nunca estamos satisfechos en la vida. Cuando sentimos envidia, sin importar lo que tengamos (incluso si es demasiado) siempre habrá alguien más que tenga algo que queramos, y por ende no podemos apreciar aquello que está a nuestro alrededor.
Ahora ¿qué pasa cuando estamos en un estado de codicia? En este estado nos volvemos prisioneros de nuestra búsqueda de riqueza y no podemos apreciar más nuestra vida tal como es. Nuestra codicia se convierte en nuestra prisión. Y nuestra prisión es nuestro castigo. Cuando sentimos codicia, no vivimos felices porque no podemos hacerlo. Estamos constantemente preocupados por "quién va a hablar de mí" o "quién va a decir esto de mí" o "quien va a estar cerca de mí".
Sin embargo, una vez que entendamos que existe una estructura que sustenta el universo y que todo lo que ocurre en nuestra vida está allí para enseñarnos o llevarnos a un lugar para completar nuestra corrección, entonces no caeremos en estos estados de envidia y codicia porque entenderemos que Dios nos colocó en este marco, en este cuerpo y en este ambiente para ser los mejores y terminar nuestra corrección.
Se dice que la felicidad es como una mariposa. Si la perseguimos, vuela lejos. Pero si nos volteamos y nos ocupamos en compartir y en otras acciones positivas, entonces la felicidad viene y se posa suavemente en nuestro hombro. Nuestras circunstancias actuales no son un castigo, sino simplemente una herramienta para ayudarnos a levantar y elevarnos a otro nivel de conciencia espiritual. Una vez que realmente entendamos esto, entonces no caeremos presa de la codicia o de la envidia. Estamos donde estamos porque es allí donde debemos estar para ir a algo mejor". (Fin de la cita) JM Desde la Universidad de San Miguel.

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