Felipe Calderón se legitimó de origen gracias al voto ciudadano mayoritario y libremente emitido, ya que llegó al poder no por razón de la fuerza o el fraude, sino por la fuera de la razón y la legalidad mediante una campaña electoral intelig

08 diciembre 2007

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Se defiende titular de la Sedena en caso Tlatlaya

El tema que he escogido obedece a que le dicen los perredistas a nuestro Presidente Felipe Calderón que es un gobernante espurio, es decir que no es legítimo pues lo que legitima en una forma democrática de gobierno es el voto mayoritario libremente emitido y correctamente contado de acuerdo con los procedimientos expresados en la Constitución, las leyes y códigos de procedimientos electorales vigentes.
Yo no tengo la menor duda de la limpieza en que se llevó a cabo el último proceso electoral hasta el día de la elección en la que se eligieron a los titulares de los poderes federales: Ejecutivo y Legislativo.
Desde muy joven (1952) seguí de cerca cuantas elecciones hubo, me di cuenta de los desaseos que fraguaba y cometía el partido oficial, PRI, pero también me di cuenta de cuando ganaba dicho partido sin necesidad de hacer sus marrullas, pues era tan poderoso que no las necesitaba pero jamás corría el riesgo de perder ni el más pequeño y remoto municipio o distrito electoral, pues en cuanto había un candidato opositor con la menor posibilidad de triunfo echaba a andar la maquinaria del partido y la simultánea compra de los medios de comunicación para desprestigiar a dicho candidato satanizándolo pero glorificando al suyo, imponiéndolo sin detenerse en ordenamientos legales.
Mucho tiempo transcurrió para que la oposición se fortaleciera especialmente el PAN y llegó el momento en que les ganábamos con claridad en algunos lugares con las actas en nuestras manos, documentando el fraude como lo hicimos nosotros en 1983 cuando los aplastamos con una ventaja de 3 a 1 y ni aún así se nos reconoció nuestro rotundo triunfo, simplemente porque no había un Instituto Federal Electoral que contara como hoy con transparencia los votos, pues ellos mismos eran juez y parte y nada menos mi amigo lector que el Presidente del organismo que contaba los votos era la Secretaría de Gobernación mediante la Comisión Federal Electoral y en ese tiempo que menciono, 1983, ambas las presidía el mapache mayor Manuel Barttlet Díaz y los bauticé con ese nombre.
Todo esto ya lo sabemos pero lo escribo solamente para decir que fueron muchas las veces que se nos escamoteó el triunfo y nosotros aunque protestáramos una vez consumado el atraco, gritábamos, llorábamos, nos tragábamos la rabia, pero terminábamos acatando la amarga y frustrante realidad a sabiendas de que todo aquel desaseo retardaría por muchos años el proceso democratizador del país.
A estas alturas cuando todo esto ha cambiado, gracias al empuje de nosotros los opositores, cuando ya se ha logrado la alternancia y el poder se ha dividido y aquel todopoderoso partido hoy ha perdido la Presidencia, gubernaturas, muchas presidencias municipales y diputaciones locales y federales, por todo esto no vale que una farsante no reconozca su derrota pero sí el triunfo de los diputados y senadores de su partido, por el mero hecho de que no ganó ande por toda la República envenenando a la gente humilde o ignorante mintiendo a sabiendas de que él no ganó y cuando la izquierda radical no gana, no se resigna y utiliza todos los medios incluyendo la mentira, el engaño, la calumnia y la violencia tratando de deslegitimar a sus adversarios.
En este asunto de la legitimación de los gobernantes debemos de distinguir dos momentos: el primero consiste en precisar cuáles son los títulos que justifican el hecho de que determinadas personas ejerzan el poder; a este primer momento se le denomina legitimación de origen, cuando el gobernante legítimo o ilegítimo de origen ejerce el poder dirigiendo sus actos a la gestión del bien común en orden a su consecución, en tal caso estamos frente al segundo momento llamado legitimación de ejercicio. Si no se da ninguno de estos dos momentos podemos entonces decir que el gobernante es ilegítimo, impuesto ya sea por la fuerza o el fraude (ilegitimidad de origen) o que posteriormente no aprovechó la oportunidad que tuvo de legitimarse en su desempeño gestionando el bien común y consiguiéndolo.
Así las cosas, a Felipe Calderón no sólo se legitimó de origen gracias al voto ciudadano mayoritario y libremente emitido, ya que llegó al poder no por razón de la fuerza o el fraude, sino por la fuera de la razón y la legalidad mediante una campaña electoral inteligente y esforzada; supo capitalizar los errores y limitaciones de sus adversarios cambiando la intención del voto manifestado en las encuestas día a día voto a voto.
Además, ya se legitimó en su desempeño o ejercicio del poder mediante una constante y permanente gestión del bien común como lo hemos visto en toda la República en una cotidiana labor que nunca termina, porque es brega de eternidad. Hoy a un año de esa brega vigorosa también ya podemos decir que es un gobernante "doblemente legitimado", tanto en su origen como en su ejercicio y aunque ladren, se rasguen las vestiduras, se mezan los cabellos, Felipe como el Cid cabalga.
rinber@prodigy.net.mx