Generaciones enteras han memorizado y repetido con la voz impostada y la lágrima en el ojo el célebre Credo de Ricardo López Méndez: 'México, creo en ti'.
01 noviembre 2009
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Como parte de nuestra educación escolar, aprendemos a amar a México con una retórica declamatoria sobre su belleza, o como decía Balbuena, sobre "sus hermosuras, grandeza de edificios, caballos, calles, trato, cumplimiento, letras, virtudes, variedad de oficios, regalos, ocasiones de contento, primavera inmortal", y Francisco de Terrazas, "la belleza de los valles y montes encumbrados".Generaciones enteras han memorizado y repetido con la voz impostada y la lágrima en el ojo el célebre Credo de Ricardo López Méndez: "México, creo en ti".
Algunos hasta han querido imitar su tono, como la señora María Esther Zuno de Echeverría, que cuando era primera dama escribió: "Amo a mi Patria, la veo erguirse majestuosa e indestructible como sus montañas, ágil como sus ríos".
Yo misma en 1990 publiqué una novela que se llama "Demasiado amor" y en la que recorro fascinada cada rincón de este país nuestro, con sus paisajes, gentes, comidas, artesanías, costumbres.
Esto viene a cuento porque parecería que el Gobierno ha hecho una estrategia para que no veamos lo que pasa en el País, usando el discurso del amor por México.
Por ejemplo, cuando la epidemia de influenza a principios de este año, lo que hicieron fue decirnos que "había que demostrar que seguimos siendo fuertes" y que "nuestro espíritu está en alto" y hoy, para algo tan brutal como esperar aprobación a su propuesta de subir los impuestos, nos dicen que "no es el momento de discordias", que es lo que fue a discursearles hace unos días el Presidente Calderón a los del Consejo Coordinador Empresarial.
Es una vez más el mismo rollo que se ha repetido una y otra vez, desde que tenemos registro histórico, por parte de las autoridades.
Desde Porfirio Díaz hasta Ávila Camacho, desde Echeverría hasta Díaz Ordaz, según ellos, nunca es el momento para oponerse, para criticar, para ver lo feo, para hablar abiertamente de lo malo.
En su opinión, si de verdad le tenemos amor a México debemos siempre apoyar las medidas del Gobierno en turno.
Los presidentes Zedillo y Fox, que gustaban de decir a los mexicanos que no les creyeran a los medios de comunicación ni a los críticos, porque son "malosos" que no quieren ver lo mucho bueno que sucede.
Y lo mismo ha dicho el Presidente Calderón cuando alguien pone en duda los resultados de sus políticas, por ejemplo, contra el narcotráfico, o las bondades de sus propuestas, por ejemplo, el paquete económico. El problema es que muchos sí se creen esos decires.
Una joven cantante de nombre Jannette Chao y un fotógrafo amigo suyo llamado Pepe Jiménez decidieron recorrer el País para crear un documental que se llamaría X México, en el cual "decidimos hacer algo más que quejarnos por el País en el que vivimos (y) lanzarnos a hacer un proyecto artístico con la finalidad de brindar esperanza y certeza a la sociedad mexicana".
Por eso incluso el documental se acompañaría de una canción llamada "Paz para tu corazón".
Pero sucedió que apenas iniciado su recorrido, cuando llegaron a Tijuana, se toparon con el México real: "Nos robaron todo absolutamente. Nos quedamos sólo con la ropa que llevábamos puesta. Fue un shock tremendo".
Y agrega la mujer: "Lo que más me dolía, mucho más que las cosas materiales, era decirle a la gente que tenía razón en sentirse como se siente respecto a su País".
En efecto, ¿por qué hay quien a pesar de lo que diariamente vemos, vivimos, leemos y oímos todavía considera que debemos pensar y creer que México es otra cosa?
Ya no somos esa "Patria impecable y diamantina" de que hablaba López Velarde; ahora hacemos honor a lo que escribió López Méndez, de que la X que lleva en su nombre "algo tiene de cruz y de calvario" y "se divierte jugando con la muerte".
Por eso José Emilio Pacheco escribió: "No amo a mi Patria, su fulgor abstracto es inasible".
Y yo misma, casi dos décadas después de aquella novela, escribí un libro llamado "País de mentiras" para exhibir lo que su título indica, porque como escribió el vate, no puedo dejar de percatarme de que "Hueles a tragedia, tierra mía" y "tus cosechas de milagrerías son sólo deseo".
Escritora e investigadora en la UNAM
sarasef@prodigy.net.mx