Hablar de Napoleón Bonaparte requeriría hablar de muchísimos temas.
07 diciembre 2004
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Roberto Blancarte
Hablar de Napoleón Bonaparte requeriría hablar de muchísimos temas. Implicaría horas y horas; días enteros para tan sólo abarcar ciertos aspectos del genial soldado, Cónsul, Emperador, General en Jefe de la Armada de Italia, reformador, innovador, lector de Plutarco y Tácito, visionario, estratega militar, creador, amante, esposo, hermano e hijo de Leticia Ramolino. Hablar de Napoleón implica abordar un universo, pero sobre todo, un nuevo amanecer en la Historia Universal que sin duda marcó al mundo entero. Fue el primero en advertir en lo que se convertiría China, el primer capitán de los tiempos modernos considerado, así mismo, como el protector de los judíos; sus campos de batalla se han convertido en lugares de peregrinación; en Polonia, en Italia, en España se sigue estudiando con pasión la epopeya napoleónica. No en balde Chateraubriand dijo: "Vivo Napoleón, marcó el mundo; muerto lo ¡conquistó!" No, no estoy exagerando, Napoleón está en nuestras vidas, más de lo que imaginamos. Simplemente el hecho de que cuente usted con una dirección clara para recibir su correo, periódico, incluyendo a sus amistades es gracias a que el Emperador concibió el actual sistema de numeración de lados alternativos de la calle de números pares e impares. En 1802 reformó los liceos (escuelas públicas) en Francia, en los tres niveles que conocemos actualmente: primaria, secundaria y preparatoria. De 2 mil 283 artículos de que se compone el Código Civil, mil 200 pertenecen al Código Napoleónico. La creación de un banco central se remonta a 1800. Este fue creado por Napoleón para asegurar la tesorería del Estado, con un monopolio de la emisión de billetes de banco. Fue a Napoleón a quien se le ocurrió concentrar en el Louvre una de las colecciones "prestadas" más ricas del mundo, inaugurando así el museo más visitado de la tierra. Sí, también fue el Emperador quien tuvo la idea genial, a raíz del incendio acontecido en 1810 en la embajada de Austria, de pedirle a un cuerpo militar que formara la primera Estación de bomberos. Y claro, fue, así mismo, Napoleón quien creara el 18 de mayo de 1802 La Legión de Honor, cuyo objetivo es distinguir una "legión" de ciudadanos franceses (o extranjeros) cuyo ejemplo "guiará la nación". Según el historiador Jean Tulard, Napoleón ha inspirado en todo el mundo 66 mil 795 obras, más libros que días transcurridos desde su muerte. La primera biografía escrita en chino apareció en 1837. La Fundación Napoleón cuenta con la correspondencia completa del Emperador, la cual se compone de 33 mil cartas. En 1937 se fundó la primera Asociación Napoleónica. Actualmente cuenta con 500 mil socios. Entre ellos existen muchísimos coleccionistas. De Brienne a Santa Helena sabemos que Napoleón usó, en total, 170 sombreros. Nada más quedan una treintena de ellos. Tres pertenecen a particulares, dice Pierre-Jean Calencon, el coleccionista privado más importante de Europa. A lo largo de 25 años se ha hecho de 700 piezas que pertenecieron al Emperador. Curiosamente en la Havana existe uno de los museos napoleónicos más ricos del mundo. Entre las 7 mil piezas se encuentra una muela que le perteneció a Napoleón. De hecho, cuando Fidel visitó por primera vez Francia, bajando del avión dijo: "Quiero ir a los Invalidos". En 2008 se inaugurará en Las Vegas el Casino Napoleón. El hotel, cuya construcción tendrá la forma del sombrero del Emperador, será de una altura de 100 metros, con 2 mil 400 habitaciones y spa bautizado con el nombre de Josefina. Según las estimaciones de los inversionistas, Bonaparte cuenta con 40 millones de admiradores en el mundo. Cognacs, soldaditos de plomo, clubs políticos, quesos, pañuelos, posters, llaveros, mascadas, mapas, películas (con las interpretaciones de Charles Boyer, Marlon Brando, Raymond Pellegrin, Rod Teiger, Philippe Torreton entre otros), series de televisión, libros, novelas, mesas redondas, programas de radio, debates, documentales son algunas de las manifestaciones que se dieron para celebrar los 200 años de la coronación de Napoleón en la Catedral de Notre Dame. El 2 de diciembre de 1804 Bonaparte tomó la corona de las manos del papa Pío VII (Luigi Chiaramonti) y se la colocó en la cabeza. A partir de ese momento Napoleón se considera el nuevo Carlomagno, el sueño de toda su vida. "Por fin el mundo encontró al heredero del César" escribió Stendhal en su novela La Chartreuse de Parme. Con 1 metro 68 de altura, de ojos azules, pelo castaño, nariz griega, tez muy blanca y un poquito pasado de peso, vestido por Jean Baptiste Isabey aparece Napoleón inmortalizado en el cuadro de Jacques Louis David, justo en el momento de su coronación. Allí están sus cuatro hermanos: Paulina, Carolina, Luis y José. Están todos los mariscales de Francia, entre ellos Bernardotte, Murat, Moncey, Lefebre y otros más. Está el Papa y los Cardenales. También aparece Talleyrand al lado del hijo de Josefina. La Emperatriz está en el centro arrodillada. Aunque está mirando hacia el suelo, sabe que en esos momentos Napoleón sostiene la corona en alto. Junto a los prelados de la Iglesia vemos algunos embajadores como el de Estados Unidos, España y Austria. Hay que decir que el pintor aparece en el fondo del cuadro, no muy lejos de la madre del Emperador, no obstante Madame Mere nunca fue a la coronación. En total son 57 personajes. Habría que imaginar los momentos antes de esta maravillosa coronación. La pompa comenzó con una docena de procesiones, de representaciones de diversas ciudades de Francia, del Ejército, de la Marina, de los órganos Legislativos, del Poder Judicial, de los Cuerpos Administrativos, de la Legión de Honor, del Instituto y las Cámaras de Comercio; todos salieron de diferentes puntos para converger en la catedral de Notre Dame. A las 9:00 horas la procesión papal salió del Pavillon de Flore en las Tullerías. El Papa Pío VII, los Cardenales y los grandes oficiales de la Curia se dirigieron en carrozas tiradas por bellísimos caballos. La procesión papal era encabezada por un Obispo en una mula cargando, en lo alto, el crucifijo papal. Después la Caballería Imperial salió de las Tullerías. Al frente de ésta se encontraba el Gobernador de París, quien en ese momento era el Mariscal Murat. Le seguían algunos regimientos distinguidos del Ejército. A continuación seguía la carroza especial para la familia Bonaparte. Al final, cerrando la procesión, venía la carroza real de Napoleón, tirada por ocho caballos, ornamentada con oro y con el blazón con la "N" mayúscula del Emperador. Por la noche fue soltado de la Catedral un globo aerostático con 3 mil luces con un valor de 23 mil 500 francos. El globo aterrizó 46 horas después cerca de Roma, lo que Napoleón consideró como un augurio de su destino. El mismo día que los italianos lo encontraron, el Emperador sugirió que el globo se pusiera en exhibición en Roma, con un recuento del extraordinario acontecimiento. "El misterio de mi vida yace en mi ambición. ¿De dónde venía? ¿Cómo es posible que haya tomado proporciones gigantescas, una fuerza casi imperiosa? Toda mi vida ha estado subordinada a ella, ha sido su esclava... ¡Mi ambición!. "No sé lo que es, nunca lo he sabido. Allí estaba en mí, en mi alma, en la sangre que corre por mis venas, en el aire que respiro, el punto de encuentro entre las necesidades de mis tareas y el interés superior de mi país. Eso es lo que ha sido. Un misterio...", escribió Napoleón en sus memorias. Respecto a su coronación, se pregunta por qué aceptó venir el Papa Pío VII para coronarlo. Por la sencilla razón que no podría rehusarse. Páginas posteriores, leemos: "Mon Sacre. 2 de diciembre de 1804: Tristeza trágica de la grandeza. Impresión de un vacío estéril. ¿Para qué tanta energía gastada, tantos muertos, para acabar, proscrito, solo, sobre esta roca infame?. Vanidad del pasado. Vanidad de la gloria.