Hasta mediados del Siglo 20 era casi sencillo entender la oposición entre derechas e izquierdas. Los enemigos políticos se enfrentaban para la discusión de sus ideas.
24 agosto 2005
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A lo largo del territorio mexicano hay, al amparo del régimen del cambio, muchos campamentos políticos que hacen gala de sus audacias, promesas, e inclusive de sus críticas rayanas en el insulto, el desprecio, la denuncia y hasta la pretensión de juicios legales. Nunca en la historia de México habían surgido tantos precandidatos al puesto de Presidente de la República. La sentencia de Max Weber punza la conciencia de los ciudadanos: "Quien se mete en política, es decir, quien accede a utilizar como medios el poder y la violencia, ha sellado un pacto con el diablo, de tal manera que ya no es cierto que en su actividad lo bueno sólo produzca el bien y lo malo el mal, sino que frecuentemente sucede lo contrario. Quien no ve esto, es un niño, políticamente hablando" (v. Max Weber, "El Político y el Científico", p. 171, Alianza Editorial, Madrid, 1967). Hasta mediados del Siglo 20 era casi sencillo entender la oposición entre derechas e izquierdas. Los enemigos políticos se enfrentaban para la discusión de sus ideas, polemizaban en la prensa o en los libros, y con frecuencia mantenían relaciones personales de amistad, no empañadas por sus ideales diferentes. En la palestra del desfile de partidos y candidatos que se disputan el poder para el año 2006, México podría ser considerado como una Torre de Babel, en donde el lenguaje ya no significa una fidelidad a las ideas, y las propagandas de los medios electrónicos llevan a desentender las ofertas y los insultos. Se crean enemistades, desprecios, conflictos y envidias por los dineros que aportan lo mismo el gobierno federal, que los gobiernos estatales y municipales, pero sobre todo las fuerzas extrañas y sin control, provenientes de los grandes adinerados y de los movimientos internacionales. La fidelidad a las ideologías ha sido abolida, y hoy desfilan como candidatos personajes que se pasaron del PRI al PAN y al PRD y a otros partidos, y que en el ejercicio del poder favorecen tanto a los militantes de las diferentes fuerzas hostiles, que a la política pragmática, asunto que se ventila entre compadres, exactamente enemigos, pero que se dicen adversarios políticos, y que fingen amistad solamente para transar y hacer negocios particulares. Vale la pena citar el análisis del ensayista de la política Norberto Bobbio: "Si se me concede que el criterio para distinguir la Derecha de la Izquierda es la diferente apreciación con respecto a la idea de igualdad, y que el criterio para distinguir el ala moderada de la extremista, tanto en la derecha como en la izquierda, es la distinta actitud con respecto a la libertad, se puede distribuir esquemáticamente el espectro donde se ubiquen doctrinas y movimientos políticos, en estas cuatro partes" (v. p. 162 de "Derecha e Izquierda", Ed. Santillana, Taurus, Madrid 1995) . Siguiendo el esquema de Bobbio subsisten en México las tendencias del extremismo: 1._ En la extrema izquierda el tipo jacobino se burla y amalgama las creencias religiosas de los ciudadanos con sus presencias políticas y no duda en agredir y despreciar desenterrando las viejas querellas del Siglo 19. 2._ En el centro izquierdista se consideran liberales, con movimientos que pregonan la igualdad. Son una especie de liberalismo liberal, que se adjudica la condición de la democracia y que incluye a los partidos social-democrátas. Todos ellos practicantes del contemporáneo pragmatismo. 3._ En el centro derecha, también se propalan los movimientos libertarios, pero no los igualitarios. Son los partidos conservadores que pretenden métodos democráticos que se apeguen al criterio de las leyes impuestas por casi un siglo de mentiras y tiranías electorales. 4._ En la extrema derecha se aferran a la supervivencia de los hostiles nazismos y los nefastos fascismos que hoy han sido denunciados en México. En este vaivén de personajes que se hacen lo mismo personeros de uno o de otro partido político, se ha dicho que las doctrinas estorban a la praxis política. Basta recordar la frase que hace algunos años profirió el hoy Presidente de México, Vicente Fox: Hay que dejar a un lado la doctrina, para dedicarse a ganar las elecciones. La amistad o enemistad es un juego de políticos profesionales. Al sepelio de Leonardo Rodríguez Alcaine, líder de la CTM, hace unas semanas, no asistió ninguna representación del actual partido de Acción Nacional por desprecio o por considerarlo su enemigo político. En el PAN de hace tiempo se disfrazaban esas polaridades cuando hace años nos decíamos "adversarios políticos". Pero con frecuencia manteníamos relaciones cordiales, inclusive de amistad, con líderes con los que nunca negociamos, ni hicimos transacciones, manteniéndonos en la línea de nuestras propias doctrinas. Hay un ejemplo memorable de la dignidad en las relaciones entre enemigos políticos. En noviembre de 1968, al morir Lombardo Toledano, don Manuel Gómez Morín habló de su más violento enemigo ideológico, que había sido su más fiel y cariñoso amigo: "A pesar de nuestras múltiples divergencias políticas, Vicente y yo nunca dejamos de ser grandes amigos y entonces todos, incluido Lombardo, éramos antipositivistas, y defendíamos el sentido religioso de la vida" (v. Excelsior, noviembre 18, 1968). Escritor