Isaías y María, se cerraron el ojito y comenzaron una vida de unión libre.
30 junio 2007
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JANNETH ALDECOA/ JOSÉ ALFREDO BELTRÁN
La tragedia de IsaíasIsaías Hernández Navarro es un jornalero del campo que llegó como muchos otros a tierras sinaloenses hace 20 años; apenas había cumplido los quince abriles. Su tierra natal es el poblado de Mexquitic de Carmona, del estado mexicano de San Luis Potosí. "Acampó" en el vecino ejido Sánchez Celis, en donde luego se puso a trabajar como él sólo sabe hacerlo, pues es laborioso, callado, modesto, sin pizca de vicios y ni siquiera fuma, ni consume ningún tipo de droga.
Ahí conoció a la joven María Rivera Gastélum, ésta había nacido en Ruiz Cortines, pero luego se trasladó al rancho San Jorge, municipio de Mocorito donde creció, para trasladarse luego a Sánchez Celis y trabajar en un empaque legumbrero vecino al poblado ya mencionado.
Isaías y María, se cerraron el ojito y comenzaron una vida de unión libre. De esa amalgama de Sinaloa y San Luis Potosí, nació primero Humberto, luego Érica y finalmente Jesús Manuel. El primero ya tiene 17 años, la mujercita 16 y el menor 6 años.
Antes de que naciera el primer hijo, la pareja ya se había cambiado al campo Laguna y posteriormente al campamento del campo Arbaco de los señores Gatzionis. A Isaías lo llevaban a trabajar al campo vivero Santa Julia en una camioneta que guiaba el señor Jesús Torres. Pero llegó ese fatal día 4 de junio de 2005. De regreso, ya oscuro, la camioneta le empezó a fallar al conductor y finalmente, llegando a "La 20", el vehículo ya no pudo transitar. Con sed, con hambre y sin dinero, le dijo a Jesús Torres, "yo me voy a pie al Arbaco" y caminó al oriente, por el campo Víctor hasta encontrar las vías del ferrocarril (para no perderse), hacia Costa Rica.
Antes de llegar al "Campo Nuevo", quiso cambiar de carril, porque las yerbas estaban muy altas, dando un salto hacia su izquierda, con tan mala suerte que el pie se le trabó en una junta de la vía, cayendo para atrás y con el peso del cuerpo se le quebró la pierna; además de que quedó atrapado. Los esfuerzos que hizo Isaías para zafarse, fueron enormes; pero no pudo librarse. En esas condiciones vio las luces del tren que irremediablemente se aproximaba a él. Volvió a ejercer esfuerzos denodados por zafarse, pero todo fue inútil.
La infernal máquina del ferrocarril pasó sobre la pierna de Isaías, quien para entonces ya había perdido el sentido y lo despertó, varias horas después, en aquella trágica noche una tremenda sed. Ya cercenado de una pierna y la otra molida, quedaba libre pero sin poder caminar. Vio en aquella tormentosa noche un puente y pensó que ahí podía encontrar agua. Arrastrándose con el dolor intenso y desangrando en serio, se empujó hasta donde estaba el agua y nuevamente arrastrándose se hizo hacia el camino donde algunos trabajadores lo encontraron y dieron aviso a la policía de Costa Rica; el agente Andrés Rodríguez Pereda, recibió la triste noticia y llamó a la Benemérita Cruz Roja para que lo recogieran.
A las 7.01 lo recogieron, lo trasladaron al Seguro Social de la población y de ahí a Culiacán, donde le cercenaron ambas extremidades inferiores; una pierna amputada por el tren y la otra machucada por el mismo motivo. Ya despierto, fue cuando le dijeron que le habían amputado ambas piernas; el paciente dijo con resignación, "pues ya ni modo, así lo quiso Dios". Aquí comenzaba otro peregrinar del trabajador de campo.
El día 23 de diciembre de 2005, la Contadora Pública, Elsa Raquel Guerrero López, le avisa por escrito al paciente que en vista de que éste, sólo tenía acreditadas 125 semanas cotizadas como trabajador, el Seguro Social ahí dejaba su compromiso. Isaías quedaba sin pensión, sin atención médica y sin medicinas. Su concubina, María Rivera y su menor hijo, Jesús Manuel de 6 años, también quedaban sin respaldo por parte del Seguro Social.
Pero Isaías no se amilanó, tampoco su esposa, a solicitud formulada, el Síndico de Costa Rica le regaló una silla de ruedas.
A los meses la señora fue al DIF para solicitar prótesis. La institución pagó una parte y la otra el paciente y su familia daban abonos. La empresa agrícola de El Arbaco lo ayudaban con 700 pesos a la semana, ayuda que hace dos meses se la bajaron a quinientos.
La representación de la Asociación de Agricultores del Río Culiacán tomó el toro por los cuernos y puso en juego todos los caminos para buscar que el caso Isaías no quedara en el olvido y una familia con la carga del jefe con incapacidad permanente, sin recursos, en una horrenda pobreza, sin atención médica y en total abandono. Por un lado la diligente trabajadora social Silvia Patricia Vizcarra Meza, abría posibilidades, registraba hechos y caminos y por otro lado, el representante de la AARC, ante el Seguro Social, no perdía ocasión para exponer en todos los foros posibles, el caso Isaías.
Así el campo Arbaco dio constancia del tiempo de trabajo de Isaías, igual forma ofreció el Agricultor Víctor Espinosa del Campo Laguna. A lo máximo que llegó el Seguro Social a contabilizar fueron 161 semanas trabajadas, insuficientes para que el incapacitado recibiera algún beneficio.
La apreciación médica del Seguro Social había sido sesgada a favor de la Institución. La incapacidad se la apreciaron en 61 por ciento, aún faltándole al paciente las dos piernas. La inconformidad de la AARC, se fue hasta el Consejo Técnico del Seguro Social, en México, DF, sin embargo, la inconformidad fue bloqueada por el jurídico delegacional, por lo que el dictamen inicial siguió firme.
En abril pasado, Isaías enfermó por severa infección en los muñones de ambas piernas. A duras penas se consiguió una vigencia de cinco días para que lo atendieran en urgencias, pero esto y la Carabina de Ambrosio eran lo mismo; en urgencias le recetaron un germicida y un ungüento para la severa infección que llevaba el enfermo; de nada le sirvió. El estreptococos que porta siguió adelante.
Sin embargo, no era muy fácil vencer a la Organización Agrícola y se buscaron nuevos caminos para llegar a lo que es legal, humano, posible y honesto. La revisión de la evaluación de la invalidez del trabajador, dio resultado, porque las gentes no somos eternas, sobre todo, cuando hay razón en la solicitud, porque no todo el derecho está escrito.
Para Isaías Hernández Navarro, la trabajadora social Paty y para el representante de la AARC, es un triunfo en un mar de tinieblas. Isaías al rebasar su invalidez en más de un 75 por ciento, ya tiene derecho a una pensión, a la atención médica permanente, a su hijo hasta los 16 años si no está estudiando y a su esposa (concubina), ahora están protegidos.