Jonas, Nínive y México

04 enero 2015

""

BELIZARIO REYES /VERENICE PERAZA

Pocas, muy pocas ve­ces leo la "Biblia", esa biblioteca de li­bros extravagantes. Cuando la leo, me quedo con unas pocas palabras, con un cuento. Nada que ver con la lectura del periódico, lectu­ra negra, espesa, inmóvil. La "Biblia" es una lectura blan­ca, luminosa, en movimiento. En el diario puedo leer todo, porque nada es esencial: voy de las piernas de los atletas a las de las actrices, de la cara de los presidentes a la caí­da del petróleo y del peso. Es una lectura seria y, por lo tanto, no tiene la menor con­secuencia en la vida, como tantas cosas serias.
En la "Biblia", un párrafo es como una copa de tequila o de mezcal. Algunos abu­san de su lectura y se embo­rrachan o se vuelven locos, locos bienaventurados o furiosos. Les voy a hacer el cuento breve. En estos días de Guadalupe-Reyes, caí y nadé en "El libro de Jonás". Dios, con "D" alta o "d" chi­ca, no importa, habla a ca­da rato, con palabras y sin palabras, con la tormenta y con la ola, con la ballena y con Jonás.
Y me di cuenta que ese cuento va para nosotros, los que vivimos en ese "Como México no hay dos", y "¡Qué bueno! Con uno basta". ¿Se acuerdan de esta historie­ta fabulosa? Un buen día, Dios le dice a Jonás: "Jonás, vas a ir a hablar a los habi­tantes de esa ciudad, gran­de y malvada ciudad, llena de corrupción y de crimen organizado, les vas a decir que ya no los aguanto más, que hartaron mi paciencia y ennegrecieron mi sangre, llenaron de ira mi corazón. Van a morir todos". La ciu­dad se llama Nínive, existió, en lo que hoy es Irak. Jonás no quiere ir, menos hablar, porque tiene miedo. Huye, se embarca para huir, huir de Dios. Y la tormenta no tarda en golpear el barco de tal manera que los marine­ros razonan que en el barco hay alguien perseguido por Dios o sus ángeles, alguien que les va a traer la muerte a todos. Dicen que hay que lanzarlo al agua. Jonás les confiesa su historia, lo tiran al mar, lo traga una ballena y la tempestad se calma.
Jonás se queda tres días y tres noches en la negrura de la panza del animal, canta y le dice a Dios que, ahora sí, cumplirá, irá a Nínive y dará el mensaje de muerte. La gentil ballena lo desem­barca en la playa. No tarda en hablar a los habitantes de la gran metrópoli: "Están per­didos, tan perdidos que ni cuenta se dan. Les anuncio que llega la catástrofe sobre ustedes". Jonás se va y no sé qué ha sido de él. Lo asom­broso es que la gente cree la noticia que dio, piensan que Dios no cambiará de parecer, pero hay un rey, puede ser un presidente, que les dice: "A hacer penitencia todos, hasta los animales, a arre­pentirnos todos, a cambiar de vida, y, quizá, Dios tendrá piedad". Y la gente hace ca­so, deja sus negocios, ayuna, entra en sí mismo. Porque to­dos, directa o indirectamen­te, por acción u omisión, son culpables. Como nosotros.
Y lo increíble, para nues­tra seca razón humana, es la inconsecuencia de Dios. ¿A poco no había prometido la destrucción total de Ní­nive, como la de Sodoma y Gomorra? Pues sí, eso había jurado. Se deja ablandar, cancela su decreto, dios dé­bil contra dios fuerte, dios loco contra dios sabio... Pe­ro es que los ninivitas han cambiado. ¿Cambiaremos, nosotros los mexicanos? Los milagros existen, no solamente en los libros bí­blicos.
¿Tendrá que hablarnos Dios para que imitemos a los habitantes de Nínive, la gran ciudad? ¿Tendrá que mandarnos un Jonás? Más de una vez, Jonás ha visita­do México y le ha entrega­do un mensaje amenazador. No hicimos caso. La ausen­cia del tan cacareado "Esta­do de derecho" es tan vieja como nuestra Independen­cia; la venalidad de los jue­ces y de las autoridades, la complicidad entre policía y crimen es una historia muy antigua. Acuérdense de los Bandidos de Río Frío que recibían información del coronel edecán del Presi­dente de la República; y de los bandidos de la Revo­lución nuestra que hacían mancuerna con los genera­les. Nada nuevo bajo el sol. ¡Jonás, ven!
 
Investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicajean.meyer@cide.edu