La Dama de Negro
26 septiembre 2010
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JANNETH ALDECOA /JOSÉ ALFREDO BELTRÁN
Poca historia escrita se encuentra sobre la participación de las mujeres en el movimiento independentista mexicano y en el correspondiente a la posterior revolución, pese a que sus acciones no fueron pocas en beneficio de las luchas armadas.Las valientes mujeres mexicanas de aquellas épocas no solo actuaron como generosas "soldaderas" de sus maridos; de ninguna manera, ya que muchas de ellas, también blandieron machetes o hicieron tronar armas de fuego.
Algunas otras, realizaron labores de transportación de parque y armamento, de propaganda y de inteligencia, acción esta última, que tanto ha faltado en la guerra iniciada por Calderón en contra del segmento violento que vino a trastocar la proverbial tranquilidad de la sociedad mexicana.
Pero si el accionar de las heroicas mujeres dentro de las dos grandes gestas nacionales ha quedado en el olvido, no cambió en mucho la suerte de las sobrevivientes que fueron reconocidas por sus hazañas en combate o por sus aportaciones y sacrificios en pro de la patria.
Una valerosa fémina que logró el reconocimiento oficial fue la sinaloense Agustina Ramírez, cuyo nombre completo de pila fue Anna Agustina de Jesús Ramírez Heredia, a la cual, el apapacho gubernamental le rindió poco fruto económico, ya que después de las pompas oficiales, fue condenada a la miseria, situación que es muy parecida con lo que actualmente le sucede a muchas de las viudas de policías caídos en el cumplimiento de su deber.
Se dice que Agustina Ramírez nació en tierras sinaloenses, en Mocorito para ser exactos, aunque su nacencia también se la disputa Tequila, Jalisco.
El alumbramiento de Agustina sucedió el 1 de Septiembre de 1813 y su fe de bautismo, hace constar que llegó acompañada de su hermana gemela María Cesaría de Jesús.
Agustina Ramírez, sufrió a lo largo de toda su vida los rigores de una pobreza extrema, algo que en los tiempos que corren, y pese a la sangre derramada para lograr un mejor País, no le es desconocido a millones de compatriotas que son victimas de la desesperanza que provoca el hambre y la carencia de los más elementales recursos que exige el estatus de una vida digna.
A edad temprana, recién salida de su adolescencia, Agustina contrajo nupcias con un soldado llamado Severiano Rodríguez, quien perdió la vida en nuestro puerto, un día 3 de Abril de 1859, cuando las fuerzas liberales tomaron el puerto.
Entre batalla y batalla, Agustina y Severiano, gestaron trece hijos: Librado, Francisco, José María, Manuel, Victorio, Antonio, Apolonio, Juan, Juan José, Juan Bautista, Jesús, Francisco Segundo y Eusebio. Salvo Eusebio, que entonces era muy pequeño, todos murieron en batallas libradas contra el invasor francés, después de que su madre los entregó a la causa nacional, diciendo: "mis hijos pelearán por la patria y yo cuidaré a los heridos y enterraré a los muertos. No tengo otros bienes, acéptalos."
La convicción nacionalista de Agustina Ramírez era muy firme y al respecto, el ilustre historiador sinaloense Don Antonio Nakayama nos relata lo siguiente: ".......la presencia de aquella mujer enlutada que esperaba al hijo muerto, causaba extrañeza en algunos, compasión en otros y, en los espíritus más burdos, más de una sonrisa de burla pues deben de haberla creído una enferma mental. Aquella mujer alta, envuelta en las tocas de un eterno luto, era la primera que se adentraba en el campo de batalla sí, pero ya cuando los silbidos fatales de las balas enmudecían, para ir, como dice Don José Ferrel, cual "dolorosa" sin veneración, ni respeto, a buscar el cadáver de alguno de sus hijos para llorar un momento sobre él, y presentarlo a sus hermanos vivos para que éstos aprendieran a morir... "
El maestro Nakayama también nos cuenta la siguiente anécdota: "....la campaña era dura y la muerte acechaba en cualquier momento la vida del soldado, uno de ellos, de sus hijos, decidió desertar: y lo hizo, dirigiéndose rumbo al poblado de Ajoya para ponerse a salvo. Agustina lo supo y se encaminó tras las huellas del prófugo y, después de localizarlo, lo presentó ante el Gral. Ramón Corona diciéndole: Señor, aquí tiene usted este mozo, es un desertor y volviéndose al hijo le espetó: mira, acuérdate de lo que te digo hoy delante del general: si otra vez vuelves a desertar haciendo traición a la patria, haz cuenta que tu madre ha muerto.
A nadie digas que eres mi hijo, ni te pongas jamás en mi presencia. Poco tiempo después, el mozo moría en combate lavando la afrenta inferida a su madre y a la patria..."
Extrema sin duda era la rectitud de Ramírez Heredia, y para algunos, Agustina bien pudiera ser calificada como filicida; lo cierto, es que si un poco de esa rigurosidad fuera replicada por las madres de los que hoy delinquen, en mucho ayudarían a recuperar la paz perdida.
La Dama de Negro pasó sus últimos tiempos en el puerto mazatleco, falleciendo el año de 1879, irónicamente, el día datado como el del amor y la amistad, sumida en la desgracia, consumida por la fiebre y depositada en la fosa común, tal y como sucedió con el esfuerzo de todos los héroes que se sacrificaron pretendiendo legarnos una mejor patria
Hasta aquí llegamos. Gracias por acudir a nuestra cita, y si así lo deciden, nos encontraremos en la próxima. Buen día.