La ira y el manejo de los estados de ánimo
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Luis Maldonado Venegas
Parece de sentido común afirmar que la vida moderna ha cambiado los estilos de vida de las personas, pero entenderlos es muy complejo. La Asociación Americana de Psicología (APA), en las últimas décadas, ha intensificado los esfuerzos por documentar los fenómenos más impactantes de la vida cotidiana que terminan provocando problemas graves de salud individua y social.
Uno de esos problemas es el del manejo de la ira, o enojo. Según estudios sobre el ocio productivo, este problema está muy extendido en el mundo, pero es más común entre quienes viven una vida agitada y carecen de control sobre su estabilidad económica y uso del tiempo.
El enojo es una emoción provocada por causas externa e internas, totalmente normal y regularmente saludable, pero puede volverse destructivo cuando no se encuentran las formas para controlarlo. Quienes lo viven de esa manera, con frecuencia desarrollan sentimientos de soledad y culpa y se sienten insatisfechos.
Cuando la persona se enoja, su ritmo cardíaco y presión arterial se elevan y lo mismo sucede con su nivel de hormonas y de energía. Una condición que la psicología evolucionista ve como recurso de supervivencia, pues esos cambios biológicos preparan a la persona (como a cualquier ser vivo), igual para atacar, que para defenderse.
El enojo siempre se acompaña de impulsos de agresividad y alteraciones de los estados de conciencia, que pueden terminar en resultados indeseables (por ejemplo dañar a alguien). Las personas lo atienden mediante reacciones conscientes e inconscientes, que se resumen en tres: a) Expresarse abiertamente, b) Reprimirse y guardarlo, o c) Calmarse.
Según datos de la Academia Internacional de Leyes y Salud Mental (http://www.ialmh.org/template.cgi?content=General/journal.htm, al menos el 90 por ciento de las personas procesadas por homicidio en Estados Unidos, declaran haber cursado por condiciones de enojo cuando cometieron el delito (alrededor del 21 por ciento lo tenían guardado).
Lo mismo sucede en casos de violencia familiar. Según investigaciones recientes de la Organización Mundial de la Salud, al menos el 93 por ciento de las agresiones contra mujeres y niños siguieron a expresiones de enojo (12 por ciento de ellos eran enojos guardados).
Las personas con enojos no resueltos, o con problemas para conducirlos de forma constructiva, son explosivas, fácilmente menosprecian a l@s demás, critican todo y hacen comentarios negativos con facilidad. Ello los lleva a tener dificultades para convivir sanamente y establecer relaciones positivas.
Enojarse puede ser natural, pero dirigir el enojo apropiadamente es una habilidad que hay que desarrollar.
Estudios de psicología clínica y de la personalidad coinciden en que: 1) Aunque hay tendencias genéticas en la irritabilidad de las personas, todos podemos aprender a controlarnos. 2) El manejo apropiado de la ira protege la convivencia social y eleva las condiciones de salud mental de las personas. 3) La infancia temprana es la mejor etapa para aprender a controlarse. 4) El ejemplo de los padres es la mejor forma de entrenamiento. 5) La represión de la ira es una alternativa, pero si no se trata adecuadamente daña la salud física (hipertensión, alta presión arterial) y emocional de las personas (puede causar depresión).
La APA y la Asociación Internacional de Salud Mental han propuesto campañas para educar a las personas a reconocer las fuentes de sus enojo y formas para controlarlo, o conducirlo positivamente.
Entre otras alternativas eficientes sugieren:
a). Reconocer que se está enojado y controlar la respiración para enfrentar la situación. Respirar profundamente, desde el diafragma, como si la respiración subiera desde el estómago, diciéndose a sí mismo "relájate", o "tómalo con calma", mientras sigue respirando.
b). No actuar de inmediato, sino darse unos segundos antes de cualquier reacción.
c). Decir que está molest@ y que quiere resolver el problema que se presenta. Evite las palabras "nunca" (nunca me obedeces) o "siempre" (siempre es lo mismo) porque solo justifican su enojo y no ayudan en el momento.
d). Evitar decir o escuchar argumentos hasta que ya se ha tranquilizado y tenga control de la situación.
e) Practicar estas técnicas a diario hasta usarlas automáticamente cuando se encuentre en una situación de tensión.
Todos estamos expuestos a expresiones de ira y a cometer errores cuando ésta nos atrapa. Hay que controlarla para vivir sanamente. Las recomendaciones de la APA han sido probadas en la clínica y se sabe que funcionan, pero usted puede conocer otras que también ayudan. Esas u otras, son mejor que tener que arrepentirnos de algo que hicimos o dijimos por coraje. ¿O usted que opina?
ambrocio@uas.edu.mx; amojardin@gmail.com