La perspectiva de la sociedad sinaloense, tan pronta para el glamour, para la banalidad,

04 octubre 2011

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PREMIO

La perspectiva de la sociedad sinaloense, tan pronta para el glamour, para la banalidad,
para lo superfluo, se ve muy mal cuando guarda silencio o sólo se atreve a "cuchichear" sobre aquellos eventos de espanto que tienen como resultado dejar morado el tejido y la moral social, sin atreverse a mostrar valores como solidaridad, prestancia y participación en el daño y el dolor que esos eventos causan.
Sin duda que éstas manifestaciones son muestra de lo bajo que ha caído en todos los sectores sociales
en interés por el colectivo y su seguridad.
Es otra muestra de lo desvalorizada
que se encuentra, propiciada por tanto crimen, tanta mentira, tanta corrupción, tanta inmoralidad
política, tanto abuso y tanta impunidad que como basura social no termina de barrerse. Hay movimientos
horizontales que promueven
grupos de la sociedad misma que permiten la unión, la defensa, el reclamo y la justicia para esas acciones de por sí lesivas al vivir y al convivir pacífico de los grupos humanos.
Ejemplos de estos eventos hay muchos, y sólo han sido nivelados por aquellos movimientos solidarios
que se dan a favor de los sinaloenses
golpeados por fenómenos metereológicos, y en la actualidad, por acciones de institutos de asistencia
privada y por empresas de comunicación que se proponen echarle una mano al desvalido, al necesitado. Cuerpos civiles como Bomberos, Cruz Roja, clubes de servicio entre otros, son los únicos ejemplos que nos quedan de ese sentimiento de solidaridad, cada vez más escaso, y por escaso, raro.
El penúltimo evento de ese tipo lo acabamos de conocer hace días, y la víctima, un ser humano pobre, perteneciente a la clase marginada por la sociedad, ha visto y sentido cambiar su vida para siempre por la marca que le deja la irresponsabilidad
primero y el abuso en amenaza después, de quienes dormitan en la indiferencia del peligro que representa
crear y mantener a bestias peligrosas para la vida de todos, que rompen la tranquilidad por la falta de una ley que en sentido estricto someta y castigue a quien desobedezca sus postulados.
Una niña de regreso a su casa proveniente de su escuela, en la población
guasavense, casi encuentra la muerte en las fauces de tres bestias que deambulaban sin los accesorios necesarios para evitar la reacción de sus instintos que esta vez a punto estuvieron de dejar sin vida, y tal vez comida por ellos mismos, a la niña. El valor de dos ciudadanos cuya acción
mañana se perderá en la nada, fue la única defensa que se alzó para ITOarrancarla de la furia bestial de quienes
le atacaban. Y la sociedad apática sólo comenta, pero no se presenta a atender con el deber moral que obliga tender la mano al que sufre. La aberración que crea culpa y deja sobre la espalda de la sociedad el peso del desprecio.
Unos padres que por la prensa demandan ayuda, una sociedad apática que por la prensa manifiesta
su carencia de valores. Y una autoridad escondida en los entretelones
de cosas de poco valor, que demuestra también con ello lo poco que le importa la vida de un ser.
No se mueve un dedo, ni se manifiesta
una rápida respuesta que tranquilice y quite peso a la culpa infringida por los rumbos de las frías oficinas oficiales, ni se da un punto de acuerdo entre los ocupantes
de mullidos sillones de un parlamento
que pareciera tener más forma que fondo. Largo será el calvario
para quien cometió un error, el caminar por la banqueta frente
a una casa que alimenta a tres bestias que por instinto, pueden provocar la muerte. Una niña que en su inocencia no mide el peligro y que ahora ha quedado marcada para siempre al haber perdido un ojo y haberse visto en la angustia de encontrarse indefensa, le provocarán
a lo largo de su vida, miedos y traumas de difícil superación.
Y los aguerridos diputados, sobre
todo los que representan a ese municipio por la vía del voto o por la de la representación, proclives a emitir mensajes de buena voluntad por la radio, ¿por qué no expresan su opinión y legislan sobre una ley que imponga sanciones a quienes crían bestias caseras que ponen en peligro la vida de seres humanos,
o a quienes les llevan al paseo matutino sin bozal, sin correas para sujetarlos mientras corren y caminan entre seres humanos que también lo hacen creyendo que no corren peligro? ¿Qué se espera? ¿Un lamentable o fatal suceso por rumbos de La Lomita, el malecón, el Botánico y otros lugares?
¿Quién contra esa costumbre de tener mascotas en forma de bestias? Nadie. ¿Dónde quedan las voces de esos diputados que expresan deseos
de buena voluntad pero que no son capaces de defender al caído, de socorrer al golpeado y tampoco cumplen con su tarea de estar atentos
al reclamo social? ¿Es entonces la culpa de nosotros los votantes por no exigirles acuerdos y leyes para sentir que se tiene una defensa y saber que se exige un castigo o el cumplimiento de una obligación? ¿Será este caso otro más que nos avergüence y no tendrá castigo ni responsabilidad? ¿Acaso lo será porque es una familia humilde, una familia que está abajo de los de abajo?
Si así es, si así queda este caso, en el olvido social y en el desprecio oficial, la sociedad está desecha, y merece lo que tiene.
Ante una sociedad apática, el progreso
no existe, la oportunidad no se presenta y el peso de la culpa no la extinguen generaciones completas.
Triste destino para un estado que un día fue ejemplo y se convirtió
en vergüenza.