La urticaria
21 febrero 2009
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Profesor Arturo Cundapí Ramos
Esta semana inició un acontecimiento cíclico que desde hace más de un siglo marca el curso sinaloense con un paréntesis de disipación que en el presente 2009 tendrá un efecto paliativo contra la incertidumbre creciente en torno a la crisis.Obviamente, la referencia es al Carnaval de Mazatlán.
No es posible concebir al calendario festivo de Sinaloa sin destacar como fechas más simbólicas las que corresponden al Carnaval de Mazatlán, y tampoco es posible imaginar un Carnaval mazatleco sin la presencia de la "tambora".
Congruente es entonces la institución de la presea "Cruz Lizárraga", que se entrega durante la ceremonia de coronación de la Reina de las Fiestas, el sábado de Carnaval, y que en este año fue otorgada al cantautor y actor choixense José Ángel Espinoza Aragón, "Ferrusquilla".
La afinidad de esta distinción con la máxima fiesta sinaloense se plasma en el personaje que da nombre al premio, pues sabido es que Cruz Lizárraga fue el primer gran difusor internacional de la música de tambora, que es alma de los actos y estallido anímico de carnestolendas, En esta ocasión el galardonado es idóneo, pues, aun cuando personaje artístico de fama mundial, "Ferrusquilla" preserva el espíritu de su origen campirano mediante su característica sencillez, que es un valor cada vez más raro entre la gente del espectáculo.
Con esa innata sencillez, el autor de "Échame a mí la culpa", y de tantos otros éxitos en varios continentes, tuvo esta semana un encuentro que debe haberlo motivado muy gratamente, pues fue una demostración de que las nuevas generaciones saben reconocer a los auténticos valores, y no solamente se dejan llevar por las corrientes en boga.
Fue en el Colegio de Bachilleres de Culiacán, Cobac, donde, como ya es sabido, "Ferrusquilla" produjo una plática sobre los inicios de la radio, y la televisión, y la trayectoria del Cine en México, aspectos en los que es uno de los más autorizados actores y testigos.
En principio, debe haberse emocionado cuando, a manera de bienvenida, el coro juvenil del Cobac interpretó el corrido que "Ferrusquilla" le compuso a su tierra y cuya primera estrofa reza: "En Sinaloa nací/ y de ello estoy orgulloso/ porque lo que es para mí/ no hay estado más hermoso".
Durante casi dos horas José Ángel Espinoza habló en un espacio repleto de jóvenes que en ningún momento perdieron el interés en las anécdotas y los datos que el invitado de honor hilvanaba en su relato.
Ese interés tuvo perfiles de homenaje al compositor que ha hecho cantar y vibrar a varias generaciones, y que, evidentemente, sigue cobrando adeptos a través de su aportación musical y artística.
"Ferrusquilla" fue acompañado por la licenciada Carmen Astrid Sainz Angulo, directora general del Cobac, así como por Jorge Aragón, productor y conductor de programas culturales televisivos.
Tornando a Mazatlán y a su carnaval, así como a la "tambora", ayer se dio un caso digno de destacar, consistente en la donación de un inmueble por parte de la familia Lizárraga, de la banda del Recodo, para que en ese espacio, en el Centro Histórico de Mazatlán, se edifique el Museo de la Música Sinaloense.
Receptor inicial de esa cesión, el Gobernador Jesús Aguilar Padilla turnará el caso al Gobierno Municipal de Mazatlán para que se encargue de dar curso a la obra propuesta.
Además del aspecto altruista que entraña, esta donación reviste una especial significación pues podría ser un baluarte para el rescate de la autenticidad de la música regional.
En tanto que sucesores de don Cruz, los donadores deben ser los primeros en concebir a ese proyectado museo como un baluarte de identidad, por encima de influencias como las de la onda grupera que actualmente contamina la producción y la calidad interpretativa musical en México.
Desde luego que en esa llamada "onda grupera" descuellan valores bien identificados, pero lo cierto es que está plagada de propuestas carentes de cualquier sustento artístico, al grado que pareciera que para ser vocalista de alguno de esos grupos, es requisito indispensable cantar horrible.
Los ejecutantes instrumentales a veces disimulan un poco la falta de calidad, pero también abundan los malitos que se sienten concertistas.
Quiérase entonces que el Museo de la Música Sinaloense tienda a rescatar la auténtica expresión de la "tambora", como en sus mejores tiempos, al margen de "tecnos" y otras hibrideces tan irritantes como la urticaria.