La voluntad como esencia del alma puede llegar como un destello que se muestra en nuestras vidas para nuestro beneficio espiritual o para nuestra degradación como seres humanos; razón por la cual, debemos estar atentos a la forma como expresamos

18 abril 2009

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Héctor Tomás Jiménez

Destellos del alma

La esencia del ser humano, de acuerdo con el Santo Tomás de Aquino, es el fiel reflejo del Espíritu de Dios, y lo explica en función de principios siguiendo el pensamiento Aristotélico, siendo uno el principio indeterminado refiriéndose con ello a la parte física y el otro, al principio determinativo, o sea a la sustancia de dicho cuerpo.
Ambas esencias, se identifican con el cuerpo y el alma del ser humano respectivamente, lo que significa que el hombre y su conciencia están regidos por la esencia de la vida que es el espíritu.
El alma se manifiesta de manera cotidiana en todas las acciones del ser humano, y viene a ser como la conciencia que rige todas nuestras acciones frente a la vida, las buenas y las malas, las que nos engrandecen y nos elevan frente a los demás y nos permiten conectarnos con el Ser Supremo, y las que nos subyugan y nos hacen seres despreciables por nuestras acciones para beneplácito del maligno.
Depende entonces de la voluntad del hombre, elegir uno u otro camino dependiendo todo de cómo queremos utilizar nuestra libertad, como valor supremo infundido y que forma parte de la esencia del alma.
Ese libre albedrío debemos utilizarlo como una revelación espiritual, y conservarlo como un tesoro, bien protegido pues es de acuerdo a la forma como lo utilicemos, es como nos acercamos o nos alejamos de nuestra esencia divina.
La voluntad como esencia del alma puede llegar como un destello que se muestra en nuestras vidas para nuestro beneficio espiritual o para nuestra degradación como seres humanos; razón por la cual, debemos estar atentos a la forma como expresamos nuestros sentimientos y como actuamos frente a los demás.
Debemos recordar que un destello puede verse de dos maneras, una como una brillante iluminación que nos permite ver con claridad nuestras acciones y la otra, como un luz que encandila, que nos ciega y no nos permite ver ni entender a los demás.
Ambas interpretaciones son, en el primer caso, nuestras virtudes humanas y en el segundo caso nuestros egos o bajas pasiones.
Debemos entender que para el ser humano es más fácil ejercer las bajas pasiones pues no requieren de ningún freno, sino al contrario, basta con alentarlas y dejarlas que se manifiesten libremente, todo lo contrario de las virtudes que necesitan de ser alimentadas, vigiladas y bien cuidadas para no caer en el vicio de la soberbia de creernos seres superiores.
Así se manifiestan las virtudes y los egos, como destellos del alma, como elementos de buena y mala esencia y depende del hombre hacer que dichos destellos iluminen su vida o encandilen su humanidad.
La esencia de ser buenas o malas personas, depende entonces de nuestra propia voluntad. Si dejamos crecer la envidia y la soberbia, nos convertimos en seres enfermos del alma, pero si decidimos hacer el bien y ejercer la virtud de la prudencia y la humildad, entonces nuestros destellos iluminarán el alma de muchas otras personas.
Que las demás personas brillen debe ser para nosotros un aliciente de vida, pues con sus destellos nos impregnan de buenos pensamientos y nos permiten ejercer buenas acciones, en cambio, quienes carecen de brillo y además viven en la oscuridad de sus aflicciones, cargan consigo mismo las consecuencias de sus actos y se la pasan achacándole a los demás la culpa de sus propios males y pesares, sin darse cuenta de que sus egos son el motor que mueve sus conciencias y guía sus conductas por el terreno de las adversidades.
Debemos aprender a ver los destellos del alma de los demás, y con ello nutrir la nuestra de buenos pensamientos y buenas acciones, lo que nos dará la fuerza necesaria.
En cierta ocasión, una persona que lleva en su alma anidada la envidia y la soberbia y que busca a toda costa destacar entre la multitud, justificando sus actitudes le dijo a alguien que le cuestionaba sus conductas:
"¡No resisten mi éxito, no les gusta verme brillar!" cuando en realidad ni brilla ni tiene éxito, pues lo que consigue lo hace a través de engaños y mentiras.
De estas personas también podemos aprender, sobre todo a no hacer lo mismo para no caer en su juego perverso de las agresiones.

JM Desde la Universidad de San Miguel
udesmrector@gmail.com