¿Las instituciones?

11 agosto 2006

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Jaime Labastida

Se juntaron dos vertientes que han configurado el remolino. Por una parte la frivolidad y la inocultable falta de oficio de Fox; por la otra, una personalidad que siempre ha creído en su predestinación.
Cuando candidato, el panista nos prometió el cambio. Lo hizo con vehemencia y en irónica respuesta, sus amigos y hasta en la familia con su esposa y con sus hijastros los Bribiesca, lo desmintieron al mostrar grandes filos de lo que tanto hiere: tráfico de influencias y abusos de poder.
Su figura se fue desgastando al punto que hoy, cuando la figura del Presidente debiera encarnar la majestad de la justicia, la razón y la serenidad, se vuelve una imagen caricaturesca.
Desde allá en su refugio del rancho les dice a los vecinos cariacontecidos que las botas que calza son un regalo de Putin, "no se rían, así se llama el Presidente de Rusia...", Vicente Fox elude de ese modo el juramento de respetar y hacer respetar la Constitución General que en el artículo 89, fracción sexta indica que el Presidente de la República tiene la responsabilidad de velar por la seguridad nacional.
El artículo 115 fracción séptima, segundo párrafo, señala que el mando de la seguridad pública le corresponde al Presidente donde él resida en forma normal o transitoriamente. Tiene además, según el artículo 35 del Estatuto de Gobierno del DF, la facultad de instruir al jefe de la Policía y en su caso hasta destituirlo.
Puede también (artículo 27) promover la iniciativa de remover al jefe de Gobierno del DF cuando sus faltas sean graves.
En suma, Vicente Fox podría reestablecer las condiciones de paz, concordia y estabilidad si se aplicara a cumplir sus responsabilidades.
No lo hace por impericia, temor y porque carece del temple que debe tener un estadista. Está desgastado y prefiere inaugurar obras en el interior del país. Con ello lima aún más la institución presidencial que debiera estar por encima de pleitos e insatisfacciones.
Por la otra parte, López Obrador ha descalificado en numerosas ocasiones a todos los poderes y a todas las instituciones. Ni Iglesia ni trabajadores del intelecto se han salvado; mucho menos los legisladores, PGR, gobernadores y hasta al chachalaca Presidente.
Sus acciones están a punto de coronarse cuando asienta que "si se cierran las puertas de la democracia, sólo quedan la sumisión o la violencia". Parte de un hecho que la experiencia nos ha demostrado a los mexicanos: la complicidad que ha habido entre gobernantes y capital; entre jueces y poderosos.
En la abismal diferencia entre desposeídos y acumuladores de capital. Ahí, en esa evidencia, el obradorismo sienta sus reales y lo lleva a estar a un paso de desafiar lo que debiera ser el último valladar: el Tribunal Electoral.
¿Qué ocurrirá si la revisión de las 11 mil 839 casillas reducen aún más el margen con su adversario panista? Tómese en cuenta que sobre todo se revisan los paquetes en que AMLO fue derrotado; Calderón en esta revisión no tiene nada que ganar.
La letra dice que las decisiones del Tribunal son inatacables; lo cual no ha impedido que se le quiera presionar con paros, bloqueos, movilizaciones, impedimentos en casetas de peaje, en instituciones bancarias, descalificaciones a medios de difusión y a intelectuales.
Todo esto como preludio de la ya anunciada "transformación de las instituciones a cualquier precio". ¿Qué institución hará valer el predecible triunfo de Felipe Calderón?
cremouxra@hotmail.com