Las nuevas generaciones de narcotraficantes colombianos se han incorporado a la globalización y operan desde varias capitales de América y Europa. Los capos de ahora son menos violentos que sus predecesores y más discretos, y en su operación pa
14 mayo 2006
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IONSA ESPECIAL
BOGOTÁ._ Muertos o extraditados los principales capos colombianos, una nueva generación de narcotraficantes empezó a emerger en este país durante los últimos cinco años y cuenta con amplias conexiones en México.Según datos de la división antinarcóticos de la Policía Nacional de Colombia, se estima que tras la caída de los cárteles de Medellín y de Cali, así como de los hermanos Rodríguez Orejuela, unos 50 grupos acaparan el negocio de las drogas y operan en las principales ciudades colombianas.
Los mismos datos indican que, a diferencia de las grandes estructuras piramidales que funcionaban hace una década, ahora el narcotráfico trabaja por medio de microempresas, con rutas bien definidas y amplios vínculos internacionales que le garantizan no sólo el envío de droga hacia Estados Unidos o Europa, sino el pago de sus millonarias ganancias.
De acuerdo con el informe intitulado Narcotráfico, elaborado por la Policía Nacional de Colombia, las actividades de estas células ya no son tan escandalosas como en los tiempos de Pablo Escobar o Gonzalo Rodríguez Gacha, quienes cayeron en desgracia debido, entre otras razones, a la violencia y al poder político y económico que ejercieron en este país durante dos décadas.
En el documento se establece que estos nuevos cuadros delictivos ahora operan con un bajo perfil, son menos proclives a la violencia y han logrado transformar eficazmente sus organizaciones en pequeñas narcoempresas con vínculos en Venezuela, Perú, Ecuador y México; este último país está considerado como el principal trampolín de la droga cuyo destino es Estados Unidos.
Diseminados por unas 10 ciudades de Colombia, los cabecillas de estos minicárteles provienen en buena medida de la división de grandes grupos, como los que florecieron en Medellín y Cali y que fueron desarticulados tras la caída de sus jefes.
Pero la nueva generación de narcos es tan poderosa que, según informes de la Policía Nacional en poder de Proceso, disputan el negocio del narcotráfico con los principales grupos guerrilleros colombianos, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Ejército de Liberación Nacional (ELN) y Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), los cuales abandonaron la lucha ideológica por dedicarse al narcotráfico, actividad que les reditúa ganancias estimadas en unos 700 millones de dólares anuales.
Informes de inteligencia de la Policía Nacional señalan que tan sólo en la ciudad de Medellín, asentamiento del otrora poderoso cártel encabezado por Pablo Escobar, existen 24 microempresas del narcotráfico con conexiones dentro y fuera del país.
Eficiente operación
Estas compañías lo mismo lavan dinero que transportan grandes volúmenes de cocaína a Europa y Estados Unidos, donde cuentan con socios, cómplices y una bien organizada división del trabajo. Para enviar la droga a Estados Unidos, los colombianos disponen de dos rutas: México y Panamá.
Los informes destacan que las principales organizaciones que operan en Medellín y abastecen de drogas a los cárteles mexicanos son las encabezadas por Sergio Luis Álvarez Acosta, conocido como Fruko; otra la comanda Jaime Arenas, El Doctor; y otra más la lidera José Bayron Piedrahita Ceballos, El Árabe, quien figuró como testaferro del capo Helmer Herrera Buitrago, Pacho Herrera.
Por su experiencia en el negocio de la cocaína, otro capo en ascenso es Jorge Enrique Maya Restrepo, Kike. La ficha elaborada por el área antinarcóticos de la Policía Nacional señala que formó parte del brazo financiero del desaparecido cártel de Medellín.
Con amplias conexiones en México, particularmente para el envío de dinero a través del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, José Ramírez, también conocido como Juan Carlos Ramírez o Carlos Londoño, tiene su feudo en Medellín, donde es considerado un capo de altos vuelos.
Su empresa criminal está bien estructurada tanto en Colombia como en México y Nueva York, adonde envía la droga por vía aérea y marítima. Lo anterior se ha podido establecer a partir de minuciosas investigaciones policiacas.
Juan Carlos Ortiz, conocido como Porocito, es mencionado en los informes de inteligencia como cabeza de una organización dedicada al tráfico de cocaína cuya sede se encuentra en Medellín, pero con alcances internacionales.
Cuenta con relaciones en Holanda, donde su red de operadores distribuye droga en los Países Bajos. Uno de sus principales socios es Guillermo de Jesús Carmona Montoya, El Negro o Muñeco, quien vive en Medellín, dentro de la región conocida como Antioquía.
Pero no sólo en Medellín se encuentran los principales abastecedores de droga de los cárteles mexicanos: en Barranquilla operan nueve organizaciones que comercian con cocaína y la envían a México.
Según las autoridades venezolanas, en el aeropuerto de esa ciudad colombiana fue cargado el avión DC-9 que aterrizó el 10 de abril en el aeropuerto de Campeche con 5.6 toneladas del alcaloide.
De acuerdo con los informes de la policía antinarcóticos, entre las organizaciones criminales más importantes que operan en Barranquilla se encuentra la que encabeza el capo Luis Alfonso León Sánchez, Pompo León.
Según sus antecedentes criminales, este sujeto estaría ligado con integrantes del grupo paramilitar Autodefensas Unidas de Colombia "quienes le brindarían protección a él y a sus familiares en el departamento de la Guajira. Tiene vínculos con un gatillero conocido como Chito Daza, ex integrante de lo que se conoce como la banca vicarial (llamada) Los Alacranes".
En el informe se consigna que otro capo con alto perfil es Amílcar Rafael Barros Gómez, El Tony Barros, quien trafica con cocaína de Barranquilla a Europa y Estados Unidos, a través de México. En su ficha resalta un dato:
"Para el mes de diciembre de 2003 habría sido capturado por funcionarios de la Administración de Drogas y Narcóticos del Departamento de Justicia de estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) en el aeropuerto de Haiti, donde se identificó con documentos venezolanos. Al parecer, los miembros de la DEA habrían recibido 800 mil dólares por no hacer efectiva su captura. No obstante, las informaciones de inteligencia indican que actualmente estaría en Barranquilla".
Entre otros antecedentes, la Policía Nacional lo identifica como uno de los proveedores del cártel de Juárez.
Otra organización colombiana estrechamente ligada con cárteles mexicanos es la que encabezan Vaston Venner Williams y Norberto Hudgson Borden. Estas personas son oriundas de San Andrés Islas, aunque están acantonados en Cartagena. La ficha con que cuenta la Policía Nacional los señala como importantes traficantes de cocaína y heroína hacia Estados Unidos, a través de México.
El narcoavión
Un hecho que llamó la atención en Colombia fue el decomiso de 5.6 toneladas de cocaína que era transportada en un avión DC-9, el cual aterrizó en el aeropuerto mexicano de Ciudad del Carmen, Campeche, el 10 de abril.
La policía colombiana investiga por su cuenta la operación de ese cuantioso cargamento que salió de Venezuela al parecer para ser distribuido entre diversos cárteles mexicanos.
Sin embargo, según otra versión, la aeronave partió vacía de Venezuela y presuntamente fue cargada con la droga en el aeropuerto de Barranquilla, Colombia.
Este caso está en manos de las policías venezolana y colombiana, así como de la DEA, que investigan quiénes embarcaron la droga en Venezuela y qué grupos eran los destinatarios en México.
Al parecer se trata de envíos para los cárteles de Sinaloa, de Juárez y del Golfo, éste último con amplias ramificaciones en el Estado de México, destino final del narcoavión, donde operan asociados con el cártel de Tijuana, de la familia Arellano Félix, organización criminal que tiene ligas con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ahora metidas en el narcotráfico.
Según los datos consultados por Proceso, cualquiera de las organizaciones colombianas referidas podría estar ligada al cargamento, pues lo mismo operan en Colombia que en Venezuela y la mayor parte de esas pequeñas narcoempresas tienen conexiones con cárteles mexicanos.
A un mes del aterrizaje del llamado narcoavión, por lo menos el nombre de Fernando Poot Pérez, piloto que en una segunda aeronave, modelo Falcon, matrícula XB-IYK y procedente de la ciudad de Toluca, Estado de México, intentó rescatar el DC-9 detenido en Ciudad del Carmen, no es desconocido para las autoridades colombianas: se tienen registros de sus ingresos al país desde 1997, época en que se desempeñaba como piloto privado del entonces Gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva Madrid, preso por sus relaciones con el narcotráfico, en particular con el cártel de Juárez. Al momento de su detención en Campeche, Poot era piloto de la Comisión Nacional del Agua.
Este piloto no es improvisado. En el expediente 115/MPFEADS/97, integrado por la Procuraduría General de la República en contra de Villanueva Madrid, se incluye la declaración de un testigo protegido, quien refiere que en una ocasión Alcides Ramón Magaña, El Metro, estaba preocupado porque un avión cargado con droga se aproximaba a Quintana Roo y debido al mal tiempo se había cambiado el lugar del aterrizaje.
Según ese testimonio, Ramón Magaña telefoneó a Villanueva para comentarle el problema y el Gobernador autorizó que el avión aterrizara en el hangar del Gobierno del Estado. La aeronave era pilotada por Poot Pérez.
Sospechosa escala
El caso del narcoavión dividió a las autoridades venezolanas y colombianas. El jefe de la oficina antidrogas de Venezuela, Luis Correa, dijo recientemente que el DC-9 que despegó del aeropuerto de Maiquetía salió vacío de esa terminal aeroportuaria e hizo una escala en Barranquilla, a pesar de que su plan de vuelo no contemplaba ese aterrizaje.
En sus declaraciones publicadas por la prensa colombiana destacó: "Si el avión iba a México, no entendemos por qué en un momento la torre de control de Barranquilla tomó el control de la nave".
Existe una versión que explica por qué aterrizó la aeronave en Colombia y tiene que ver, aparentemente, con un problema de combustible en su ruta hacia México; posteriormente, los pilotos avisaron que tenían un problema hidráulico, por lo que tuvieron que descender en la terminal de Campeche.
También hay confusión en cuanto a los nombres de los pilotos, ya que según Correa, en el plan de vuelo el piloto registrado es Alberto Damián, y el detenido en México, además de Poot Pérez, es Miguel Vicente Vázquez Guerra.
De acuerdo con el mayor Eliesar Camacho, integrante de la división antinarcóticos de la Policía Nacional de Colombia, la vía aérea no ha dejado de ser importante en el tráfico de drogas hacia México y Estados Unidos, pero explica que el transporte marítimo es una práctica bastante socorrida por los nuevos grupos de capos colombianos.
Según las investigaciones de las autoridades colombianas, existen fotografías de satélite tomadas por la DEA en las que se observa cómo algunos lancheros colombianos se desplazan por el Pacífico hasta llegar a México.
Lo hacen en lanchas rápidas que pueden cargar hasta tres toneladas de cocaína y que están equipadas con motores de alta potencia. En alta mar suelen reabastecerse de combustible con el apoyo de embarcaciones de mayor calado.
Lo que más llama la atención, afirma Camacho, es que las organizaciones criminales que aún operan en Colombia disponen de sus propios talleres para construir sus embarcaciones. Cuentan con especialistas en el manejo de la fibra de vidrio y en el equipamiento de esas lanchas rápidas.
Narcoguerrilla
De acuerdo con el informe Conexidad histórica entre el narcotráfico y los grupos armados ilegales, buena parte de los militantes de las organizaciones armadas FARC, ELZ y AUC abandonaron su lucha ideológica y ahora están involucrados en el narcotráfico.
El negocio de la cocaína, según estimaciones de la Policía Nacional, les reditúa a las FARC ganancias netas que se estiman en 602 millones de dólares anuales. El estudio establece que las FARC controlan unas 5 mil 139 hectáreas de cultivos ilícitos, particularmente de coca, cuyo procesamiento, refinamiento y traslado realizan desde Colombia hacia Estados Unidos. En esa ruta, México resulta un territorio clave para hacer llegar la cocaína a Nueva York o San Diego, California.
Las maneras de transportar la droga son variadas, pero el medio más socorrido es a través de lanchas rápidas. También se emplean aviones. El informe añade: El envío de estupefacientes se realiza "utilizando aeronaves, las cuales bombardean la mercancía (droga) en las costas de Centroamérica o las islas del Caribe". Asimismo, se realizan "viajes directos con destino a Guatemala o México".
Otra forma de trasladar la droga es "utilizando lanchas rápidas, las cuales tienen una capacidad promedio de transporte de más de una tonelada. Usualmente en manglares a la orilla del mar, desembocaduras de los ríos y playas desiertas, son acopiados los cargamentos. Pueden hacer transbordos del alijo o reabastecimiento de combustible".
Para el envío de cocaína también se utilizan "embarcaciones de gran calado, cargadas con productos legalmente constituidos y que son objeto de exportación. En las paredes de los contenedores se oculta la droga".
En cuanto al trasiego de heroína, los diversos grupos de narcotraficantes emplean lo que se conoce como correos humanos o pasantes de droga. Según el informe de la Policía Nacional, esta práctica es más utilizada para el movimiento de heroína.
Los capos también aprovechan sus contactos con aerolíneas comerciales; previo acuerdo con algún cómplice, logran ocultar los cargamentos en aviones que viajan a México o Estados Unidos sin correr mayores riesgos.