Los dirigentes católicos juran y perjuran, aunque no siempre de manera explícita y contundente, que esta reforma no tiene nada que ver con la educación laica
17 febrero 2012
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Hace dos años, cuando el Senado recibió de la Cámara de Diputados la minuta que reformaba la Constitución para elevar a ese rango la laicidad del Estado mexicano, Gustavo Madero, líder del grupo parlamentario del PAN en la Cámara alta, afirmó: "Es un Estado laico y deberá seguir siendo laico. En el grupo parlamentario del PAN somos laicos, pero no ilusos, y no queremos caer en las provocaciones que están motivando precisamente la exposición de los motivos en la iniciativa como viene formulada". Al día siguiente, Milenio informó que el arzobispo Carlos Aguiar Retes, presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano había iniciado un "diálogo" con sectores de la política, "en busca de una total libertad religiosa". A su vez, el arzobispo de León, si bien señaló que "la Iglesia en México reconoce la ventaja del establecimiento de un Estado laico", también llamó a "superar el laicismo hostil que persigue a la Iglesia católica" y señaló que "una total libertad religiosa y no una libertad de culto, es lo que la jerarquía católica ha demandado". Dos años después, el Senado, controlado por el PAN, no ha aprobado la reforma que establecería en la Constitución la laicidad del Estado mexicano. Y sin embargo, ya recibió otra minuta de la Cámara de Diputados, mediante la cual se aprueba la "libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión", dando así satisfacción, aunque no totalmente, a quienes aspiraban por una reforma de ese tipo. Los dirigentes católicos juran y perjuran, aunque no siempre de manera explícita y contundente, que esta reforma no tiene nada que ver con la educación laica. Por su parte, algunos gestores de la reforma al Artículo 24 sostienen que todo esto es únicamente para hacer más acorde nuestra Constitución con los tratados internacionales firmados por México. La pregunta es: ¿Pueden los defensores de la laicidad ser ingenuos o llegó el momento de abrir un espacio para que la libertad de conciencia, la de creencias, la de religión encuentren su lugar dentro del marco del Estado laico mexicano?Uno de los aspectos sobresalientes de los debates que han rodeado ambas propuestas de reforma es que ninguno de los actores políticos y religiosos que han intervenido niega la existencia y vigencia de una laicidad en México. Vivimos, como diría mi maestro Émile Poulat, en una época de laicidad, que ha sustituido a la época de catolicidad en nuestro País. Sin embargo, eso no es más que el inicio de un largo camino, lleno de debates, opciones y decisiones respecto a lo que con ello queremos definir. Para comenzar lo que debería ser entonces un debate laico, es decir abierto e incluyente, me tomo entonces la libertad de referirme a algunos pasajes de un libro del citado maestro, "Nuestra laicidad pública", de próxima aparición en el Fondo de Cultura Económica.
Mi primer punto es el siguiente: aunque ahora algunos medios y ciertos dirigentes religiosos se escandalizan por el supuesto o manifiesto jacobinismo y anticlericalismo de muchos mexicanos, para iniciar un debate serio sería importante en primer lugar reconocer que la laicidad y sus libertades se abrieron camino a pesar de la oposición decidida de la Iglesia católica. Y no me queda claro que las circunstancias hayan cambiado. Poulat, en su prefacio aclara que él es un católico que siempre ha trabajado en medios laicos: "El autor señala- ha hecho su carrera intelectual en la función pública, Ha siempre vivido en un medio laico, y han sido laicos los que han hecho su carrera, a pesar de su pertenencia católica que era notoria y aceptada". Desde esa posición analiza los cambios sociales y cómo "podemos ver hoy en obra un nuevo espíritu religioso y un nuevo espíritu laico".
"Vivimos -dice Poulat- en un régimen de derecho y de libertades que constituye "nuestra laicidad pública", con sus garantías aseguradas a todos: una realidad autónoma, que ha tomado vuelo independientemente de la idea laica, sin la cual ella no sería y de la religión católica, que ha hecho todo para que no existiese...
"Para retomar una expresión alemana del siglo 19, la laicidad ha sido en primer lugar un Kulturkampf, un combate por una cierta idea de la civilización y la ambición puesta a su servicio. Ella ha sido, antes que la palabra exista, un espíritu que difundir ante una fuerza que había que romper en vista de una libertad que era necesario instituir: un arma de triple gatillo. El espíritu era el de la Ilustración y la fuerza la de la Iglesia (católica y romana, por supuesto). La libertad era el primero de los tres términos del lema republicano, directamente inspirado por la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, a los cuales la oposición católica les opondrá durante largo tiempo los derechos de Dios...
"Nuestra laicidad pública aparece así como el resultado de una sabiduría política y de un sutil equilibrio que no obliga a nadie a sacrificar sus principios, pero que propone a todos un nuevo arte de vivir juntos. Ésta ha conocido un punto de inflexión histórico cuando comenzó a transformarse de arma de guerra en instrumento de paz para el crisol misterioso de la vida en sociedad...".
Ojalá ya hayamos llegado a ese punto en México. ¿Podemos decir que la guerra se acabó? ¿O seguimos velando armas?
*roberto.blancarte@milenio.com