Los poderes fácticos

30 abril 2014

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JESÚS LÓPEZ / MAGDALENA RODRÍGUEZ

A pesar de haber tenido ya en Mé­xico dos etapas de transición po­lítica, aunque esta última pa­rece más bien una regresión, no se han logrado realmente los cambios necesarios para impulsar al País por el sende­ro del desarrollo económico que lo ubique dentro de los llamados "países del primer mundo".
Y es que precisamente la transición fue sólo política, no ha habido realmente una transición social en lo edu­cativo ni en lo participativo, como no hubo tampoco una transición en lo económico, pues siguió y hasta se acre­centó la economía informal y la pobreza e igualmente se agravó la concentración de la riqueza y los monopolios privados y públicos.
En la primera transición se lograron cambios sig­nificativos, algunos de los cuales están en riesgo en esta administración, como son el presidencialismo y el centralismo que parece están regresando. Se logra­ron avances significativos en cuanto al estado de derecho, que empezó con el respeto a la Constitución en cuanto a la división de poderes, al federalismo y al municipio libre, ideas que estaban ahí en la Constitución, pero que eran realmente "letra muer­ta", pues el Ejecutivo estaba siempre por sobre los otros dos poderes y los goberna­dores dependían comple­tamente del Presidente en turno, situación que ellos reflejaban en los presiden­tes municipales, sujetos to­talmente a los caprichos del Ejecutivo estatal.
Se dieron grandes avan­ces en cuanto a la libertad de expresión, la transparencia, el combate a la corrupción y la ineficiencia y la participa­ción ciudadana, así como en la democracia como forma de vida.
La actual administración federal, a pesar de que puede contar con mayoría absoluta en el Congreso y con la acep­tación de muchos medios de comunicación, no ha logra­do tampoco romper con el cerco que tienen tendido los llamados "poderes fácticos", los poderes de hecho, que no de derecho.
El sindicalismo pone e impone condiciones y a pesar de la eliminación del liderazgo de Elba Esther Gordillo en el Sindicato Na­cional de Trabajadores de la Educación, éste sigue como condicionante ante cual­quier reforma educativa. Igualmente la reforma ener­gética se enfrenta a los inte­reses sindicales en Pemex y en la CFE. Felipe Calderón se enfrentó a este sindicalismo político al eliminar a Luz y Fuerza del Centro, con un costo político y económico muy alto y cuyas consecuen­cias todavía se padecen.
Los medios de comuni­cación son, hoy por hoy, un poder fáctico en México. Pueden crear o acabar con dirigentes, candidatos y gobernantes, pues con base en "investigaciones" perio­dísticas juzgan y condenan sin dar margen a defensa alguna, pues aunque pos­teriormente se expliquen o atenúen las circunstancias, el daño personal y social ya está dado.
No cabe duda que los me­dios de comunicación están haciendo el trabajo que los congresos federal y estata­les debieran hacer, pero la libertad de expresión pasa muchas veces a ser una fuer­za negativa socialmente ha­blando, pues las notas rojas y amarillas siempre llamarán mas la atención que lo posi­tivo y constructivo.
Los grupos de delincuen­cia organizada constituyen también un tremendo grupo de presión que utiliza no sólo el poder de las armas, sino también el del dinero y el control social en comunida­des, organizaciones y en la economía. Felipe Calderón las enfrentó cuando ya eran casi tan poderosas como el Estado en muchas zonas, lo cual provocó una reacción terrible en vidas y deterio­ro social y económico que todavía estamos sufriendo, pero que era necesario que alguien les hiciera frente.
Ahora me pregunto si los llamados "grupos de autodefensa" se están cons­tituyendo en otro grupo de poder frente al Estado y la sociedad.
Durante los dos sexenios anteriores, los gobernadores se constituyeron en grupos fácticos de poder frente a la Federación, pues muchas políticas federales se dilu­yeron al pasar a los estados, tales como la lucha contra la corrupción, el Municipio autosuficiente, la división de poderes, la lucha contra la delincuencia organizada, la transparencia y la rendición de cuentas y la cultura de la legalidad.
Hemos de considerar también como poderes fác­ticos a la iniciativa privada empresarial que sólo ve sus intereses económicos y cómo aprovechar el presu­puesto de egresos, y también son un poder fáctico los par­tidos políticos que también sólo atienden a sus intereses políticos, sus prerrogativas económicas y legales y sus triunfos electorales sin pro­puestas ni programas polí­ticos.
El desarrollo nacional requiere que se termine o se neutralicen estos poderes fácticos, pues la pobreza, la educación deficiente, la corrupción y la inseguridad tienen raíces profundas en esos "poderes de hecho".