Medir la realidad

Guillermo Osuna Hi
28 febrero 2015

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El Secretario de Goberna­ción ha anunciado que la delincuencia ha dismi­nuido. Juan Pablo Bece­rra Acosta, conocedor del tema, escribió hace unos días que ya ha­bía detectado, a partir de junio del año pasado, que los índices delic­tivos habían caído en Michoacán, pero tan brutalmente que incluso parecía inverosímil. Escribe: "Por ejemplo el delito de extorsión des­cendió a dos casos contra 37 de promedio mensual que tenía, el de secuestro bajó a uno contra 15". Luego de darle vueltas al asunto y buscar en documentos diversos, Becerra Acosta se percató de que ese descenso se debía no a una realidad, sino a un cambio en la forma de medir.
Hace muchos años que esta trampa se hace en México, y ha sido la forma para conseguir que parezca que las cosas son mejores de lo que son. De esto consigné al­gunos ejemplos en mi libro "País de Mentiras": en 1995, un estudio dado a conocer por la Reserva Fe­deral estadounidense afirmó que los principales bancos mexica­nos maquillaron sus cifras para decir que tenían ganancias cuan­do en realidad tuvieron pérdidas: "Para hacer la alquimia sin caer en la ilegalidad, lo que hicieron fue cambiar las formas de llevar la contabilidad".
Con las mediciones de la po­breza se hizo algo similar: la Secretaría de Desarrollo Social creó su propio Comité Técnico de Medición que no emplea los mé­todos que se usan internacional­mente, sino un modelo inventado por sus funcionarios. El resulta­do son cifras mucho menores de las que dan los estudiosos.
Cuando alguna vez la Orga­nización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimen­tación (FAO) dio datos sobre la deforestación, el entonces secre­tario del ramo dijo que "no se sa­be cómo se tomó la información" y que ellos darían su propia "cifra mexicana" según la cual las cosas no andaban tan mal. Cuando la UNESCO dio datos sobre cober­tura de la educación primaria, la Secretaría de Educación Pública las rebatió con las suyas propias que "varían fuertemente" como afirmó el investigador Eduardo Andere. Y cuando en 2006 los re­sultados de la primera aplicación de los Exámenes de la Calidad y el Logro Educativos (Excale) elaborados por el Instituto Na­cional para la Evaluación de la Educación arrojaron altísimos porcentajes de estudiantes que no sabían Historia ni Aritmética, la Secretaría de Educación Públi­ca decidió, en lugar de hacer algo para resolver el problema, mejor modificar los criterios de evalua­ción. Para eso se creó el Sistema Mexicano de Evaluación Educa­tiva y cuando se hizo la primera prueba (Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares, ENLACE) se negó a difundir los resultados, probable­mente para no evidenciar que los estudiantes, aún medidos con sus propias evaluaciones no alcanza­ban el nivel.
Parafraseando al investigador Iván Restrepo, todo es cosa de sacar del sombrero de un mago cifras al gusto del cliente.
Pero hoy esto ha llegado de­masiado lejos: según la Audito­ría Superior de la Federación, "la metodología que utiliza la Se­cretaría de Hacienda y Crédito Público para estimar el Producto Interno Bruto puede no ser esta­dísticamente confiable". Se trata de algo muy grave, porque el PIB es el dato principal con el que se conoce la realidad económica y se elaboran los presupuestos de ingresos y egresos, los niveles de déficit fiscal y de endeuda­miento.
Con esta cifra mal calculada ya no solo se trata de hacer pare­cer que las cosas son mejores de lo que son, como en los ejemplos arriba mencionados, sino que hay además otro objetivo que consis­te, según el auditor, en conseguir beneficios a la hora de las asig­naciones correspondientes por parte del Congreso de la Unión.
Pero hacer esto implica un alto riesgo dice Juan Manuel Portal Martínez, para quien sería mejor "considerar criterios más armó­nicos con metodologías acepta­das a nivel internacional".
Escritora e investigadora en la UNAMsarasef@prodigy.net.mxwww.sarasefchovich.com