Muertes célebres absurdas y curiosas

13 febrero 2014

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FIFA

Murieron de un ataque de risa (ya nadie tiene tan afortunado final: sin duda eran tiempos mejores): Calcas (Siglo 13 a.C.), Quilón de Esparta (s. 6 a.C.), Zeuxis (398 a.C.), Filemón de Soli (262 a.C.), Crísipo de Soli (208 a.C.), Pietro Aretino (1556).
Esquilo murió al ser golpeado por una tortuga arrojada por un águila que sobrevolaba su cabeza. Al parecer, las águilas quebrantahuesos suelen lanzar las tortugas que cazan contra una piedra para romper su caparazón... y Esquilo era calvo.
El tirano de Siracusa Agatocles (262 a.C.) y el escritor Sherwood Anderson (1941) murieron a manos de un palillo: Agatocles se atragantó con uno, y Anderson sufrió peritonitis luego de tragárselo.
A Herodes I (4 a.C.) se le pudrieron sus genitales debido a una rara enfermedad llamada gangrena de Fournier.
Al emperador romano Caracalla lo apuñaló un soldado de su escolta mientras orinaba entre unos arbustos.
Durante el banquete de su noche de bodas, el huno Atila (año 453) se hartó de comer y beber; tanto, que no reparó en que su nariz comenzaba a sangrar hasta que acabó ahogado en su propia sangre.
Federico I Barbarroja se ahogó al caer en un río y no poder salir por el peso de armadura.
En la larga lista de hombres muertos en brazos femeninos (lo que técnicamente se llama Morir en el Guayabo), figuran el Papa Juan XII (1334), el francés Francois Félix Faure (1899) y el cardenal Jean Danielou (1974); con la aclaración de que las féminas en cuestión en dichos tres casos eran prostitutas.
George Plantagenet (1478), famoso por ser un gran bebedor, fue ahogado por sus verdugos en un barril de vino.
El célebre Tycho Brahe, gran bebedor también, murió dolorosamente en 1601 debido a que se le reventó la vejiga (de por sí ya deteriorada), tras aguantarse demasiado en la mesa y no ir al baño a tiempo (en esa época y lugar levantarse de la mesa antes de terminar la comida de todos, se consideraba de pésima educación).
El famoso músico Jean-Baptiste Lully murió en 1687 a causa de una gangrena desatada por clavarse la batuta en un pie durante uno de sus berrinches contra los ejecutantes de su ensamble, que no atinaban a seguir puntualmente sus indicaciones.
Los dos grandes monarcas Fernando VI, el Prudente (1759) y Catalina II la Grande, murieron humildemente sentaditos en la taza del excusado (o la telenovela Los Reyes También Cagan).
El famoso detective Allan Pinkerton murió en 1884 a consecuencia de una gangrena tras morderse la lengua en un resbalón.
Alejandro I de Grecia murió de rabia en 1893, contagiado por un mordisco de su mono mascota.
Charles Justice fue ejecutado en la misma silla eléctrica que él había ayudado a construir e instalar años antes en la prisión.
El benefactor social Jack Daniel, creador del whiskey, le dio una patada de despecho a la caja fuerte cuya combinación no podía recordar, infectándose el dedo gordo irremediablemente.
Franz Reichelt saltó en 1912 desde la Torre Eiffel para demostrar que su diseño de paracaídas funcionaba... pero no funcionó.
Mi semipariente Francois Faber murió en 1915 en una trinchera de esa mega barrabasada conocida como Primera Guerra Mundial, al recibir un tiro alemán cuando saltó de alegría al leer en un telegrama que su esposa había dado a luz.
Bobby Leach fue la segunda persona que sobrevivió a una caída dentro de un barril en las cataratas del Niágara; tiempo después se patinó con una cáscara de naranja, se le gangrenó la pierna y murió por las complicaciones de la cirugía.
La legendaria bailarina gringa Isadora Duncan murió en 1927 por fractura en las cervicales al enredarse su larga y coqueta bufanda en las ruedas del carro en que viajaba.
Joan, la esposa del tremebundo William Burroughs, murió en 1951 al ponerse un vaso en la cabeza para la pistola de su esposo, que durante una noche de tragos quiso demostrar su puntería.

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