No lastimes a la mujer ni con el pensamiento

11 mayo 2013

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Héctor Tomás Jiménez

Dice un proverbio Persa: "No lastimes a la mujer ni con el pétalo de una rosa, a lo que yo añadiría, "No la hieras ni con el pensamiento".


No hay duda que la mujer ejerce una tremenda influencia sobre el hombre, esta es una verdad contundente que podemos ratificar si recurrimos a la historia de la humanidad, pues en cada acontecimiento importante, encontramos siempre la figura de una mujer ejerciendo su influencia sobre el hombre. Esta influencia por lo general es siempre para bien, pues la mujer tiene una extraordinaria capacidad de darse a los demás, esperando a cambio tan sólo respeto y amor tierno. Sin embargo, parece ser que esta condición humana de la mujer, sea un estorbo para muchos hombres que aún consideran que son el centro de la creación, pues de manera cotidiana, se ensañan con violencia física y psicológica hacia la mujer, sin embargo, siempre llega el momento de que la fortaleza moral de la mujer, se sobrepone a la fuerza física del hombre. Hay una breve historia cuyo contenido es un buen ejemplo de la fortaleza que tiene la mujer frente a la fuerza del hombre. Un resumen de la historia dice así:
"Hay algo que yo no quería aceptar porque significaba para mí una derrota de mi vida conyugal. Tú empezaste a cambiar en tu trato y relación conmigo, cuando al principio de nuestra vida conyugal parecías radiante con tu nueva responsabilidad de padre y esposo. Sin embargo, puedo recordar que en los primeros meses del matrimonio, fueron pasando cosas que, poco a poco, hicieron venir desacuerdos y a minar esa alegría y felicidad que tanto me había costado. ¿Por qué estabas cambiando? ¿Por qué te desobligaste conmigo? ¿Por qué dejaste de ser responsable? Tuve que pedir ayuda a mis padres para poder comprar alimentos y hacer los gastos mínimos de la casa, y tú, me pedías el dinero para tus vicios, a lo cual yo me opuse con todas mis fuerzas, sin embargo, un día te cambió la expresión de tu rostro y me diste la primera paliza, poco te importó que ya estuviera embarazada de tres meses. Me agarraste de la cabeza sujetándola fuertemente y me diste un cabezazo que me hizo tambalear, después en el suelo me diste patadas en la espalda, y no contento te pusiste en pie sobre mi cabeza. Di a luz a mi hija un mes antes de lo previsto por el ginecólogo, habiendo estado ingresada en el sexto mes porque perdía el líquido de la placenta. Claudia, nuestra hija, nació de cesárea, totalmente amarilla, con las dos caderas fuera de su sitio, por lo que tuvo que llevar un aparato ortopédico en la cadera durante cinco meses. Sin embargo, nada te detuvo, continuaste ejerciendo tu maltrato. Sin embargo, un día, me armé de valor y te pedí la separación, ante la cual te negaste, y en respuesta, de nuevo me golpeaste y te llevaste a nuestra hijita cumpliendo tus amenazas. Te busqué por todos los lados y después de dos días apareciste de noche con la niña exhausta, pues estaba sin comer y sucia. Yo aprendí la lección, comprendí que no tenía alternativa, pues ya sabía que eras capaz de todo. Hoy en día tengo la patria potestad de mi hija, y espero la resolución del juez, sin embargo, tengo mucho miedo, pues llevo unos días leyendo en los periódicos cómo están matando a mujeres en trámites de separación. ¡Por favor, basta ya, cualquier mujer que se encuentre en una situación así tiene que pedir ayuda, dirigirse a una asistenta social y hablar, por ella y por sus hijos!".
Esta puede parecer una historia de ciencia ficción, sin embargo es real en su contexto, sucede todos los días dentro del seno de nuestra sociedad así como en el resto del País. Para lograr una solución real y verdadera a este problema de violencia contra las mujeres, es necesario que ellas empiecen por tomar una decisión de vida, empezando a reconocerse como seres valiosos de la creación, elevando su autoestima, ya que en la medida que se manifiesta baja, es menor el respeto que el hombre ejerce ante ella. Una mujer de fortaleza espiritual y con autoestima alta, es capaz de grandes acciones. Es mejor entrenar la fortaleza del alma que es la fuerza del espíritu, que la fuerza física para estar en forma. Una mujer fuerte hace ejercicio todos los días para mantener su cuerpo, pero la mujer de fortaleza se pone de rodillas en oración para mantener su alma en forma.


JM Desde la Universidad de San Miguel
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