No parece haber un claro consenso entre los legisladores azules sobre el alcance de la iniciativa de reforma energética que abra las puertas de Pemex.
05 febrero 2007
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Saúl Valdez / Fernanda González
El Gobierno del Presidente Calderón se alista a probar suerte en el Congreso con una iniciativa de reforma energética que abra las puertas de Pemex (sobre todo) a la inversión privada nacional y extranjera mediante "alianzas estratégicas".No parece haber, sin embargo, un claro consenso entre los legisladores azules sobre el alcance de semejante apertura, pues mientras el Senador regiomontano Fernando Elizondo, Secretario de Energía en el sexenio foxista, auspicia una reforma que permita a empresas trasnacionales participar no sólo en la construcción de refinarías, sino inclusive en la explotación de petróleo, el Senador Santiago Creel, coordinador de la bancada senatorial panista, descartó enfáticamente esa posibilidad.
Así las cosas, diputados y senadores panistas se reunieron por separado (los primeros en Mérida, con la participación del presidente de la República, y en Puerto Vallarta los segundos, con la participación de funcionarios del Gobierno federal), a fin de ir tejiendo "fino" la forma de sacar adelante los puntos más importantes de la agenda legislativa presidencial, cuya piedra de toque es, sin duda, la reforma energética, misma que la comunidad financiera internacional reclama desde hace una década al Gobierno mexicano.
Sin esa reforma privatizadora del sector energético, el discurso del Presidente mexicano en contra de las "nacionalizaciones" que algunos gobiernos sudamericanos han llevado a cabo o están en curso de concretar, perdería sentido.
Lo mismo que su ambiciosa pretensión de asumir el liderazgo latinoamericano de la derecha neoliberal para hacer frente a la "ola populista" que se "expande" en América del Sur, apuntalando de tal forma sin tapujos los designios de Washington para toda la región.
No obstante, es una incógnita todavía por despejar si las fracciones legislativas del PAN podrán obtener el apoyo suficiente de las bancadas del PRI para alcanzar la mayoría calificada (dos terceras partes de los legisladores presentes) a efecto de modificar el texto constitucional.
La lid interna en el PRI por la presidencia nacional de ese partido, torna aventurado cualquier pronóstico. Los dos principales contendientes: Beatriz Paredes y Enrique Jackson, condensan un abigarrado reagrupamiento, acaso efímero, de grupos y tendencias que no han podido superar (del todo) la alternancia en el poder y buscan afanosamente un nuevo acomodo político, preferentemente algunos con el Gobierno panista de Felipe Calderón, como pareciera ser el caso de quienes respaldan al sinaloense para dirigir al PRI.
Otros, en cambio, proponen restituir al PRI su carácter de partido popular, recuperando el alto contenido social de antaño. Siendo Paredes quien mejor enarbola esa aspiración, según el diagnóstico y receta a su cargo:
"El PRI no va a ser un partido alejado de las demandas del sector obrero y campesino. Ya basta de que el costo de la recuperación económica siempre se cargue a la espalda de los trabajadores. El país no quiere partidos huecos, partidos que nada más funcionan 15 días antes de las elecciones".
Tenemos aquí una concepción de partido más cercana al PRD, con capacidad de insertarse (supuestamente) en la lucha social y nutrirse con ella.
Hay indicios, sin embargo, de que el presidente Calderón está apostando por la fórmula que Enrique Jackson encabeza para dirigir al PRI, del mismo modo que el Presidente Fox "se la jugó" anteriormente con la fórmula encabezaba por Roberto Madrazo para presidente nacional de ese partido, si bien alentado especialmente por la participación en ésta de Elba Esther Gordillo, su gran aliada, como candidata al segundo cargo en importancia, la secretaría general.
Ahora cunden versiones de que la magna cacique del SNTE está moviendo los hilos que aún tiene en el PRI, y no son pocos, para beneficiar a Jackson y activar lo que ella denomina la "cooperación democrática" con el gobierno (en turno).
Lo hace de la única forma que sabe y puede hacerlo, a la sombra de Los Pinos e inyectando ingentes cantidades de dinero para atraerse voluntades y acalambrar a sus enemigos.
Es obvio que con tamaño intervencionismo externo en los asuntos internos del PRI, se busca resquebrajar la identidad unitaria priista, de suyo lastimada en el sexenio de Fox.
Hasta quedar el PRI prácticamente desdibujado como un partido con vocación de poder para recuperar la Presidencia de la República, perdida acaso para siempre, como lo intuyen y calculan muchos priistas, más interesados por lo mismo en hacer migas con el Presidente Calderón, o, caso contrario, explorar una alianza con López Obrador y el PRD.
La experiencia fallida en torno a las reformas estructurales durante el sexenio de Fox, empuja al calderonismo emergente a tomar sus providencias. Quiere ir a lo seguro, saber con quién cuenta en la mira de conquistar una mayoría calificada en ambas cámaras del Congreso para aprobar la reforma energética y consolidar, profundizándolo, el rumbo neoliberal, privatizador, pro norteamericano del país iniciado en 1983 por el Presidente Miguel de la Madrid bajo el brutal imperativo de una crisis económica sin precedente desde la gran depresión de 1929, precipitada un año antes con la caída en los precios del petróleo.
La ex presidenta nacional del PRI, Dulce María Sauri Riacho, es un ejemplo de la clase política priista dispuesta a un acercamiento con el PRD. Su entrevista con AMLO en Yucatán fue significativa.
El "Presidente legítimo" la trató con deferencia, calificándola como "un activo social de lucha" muy importante para los comicios del 20 de mayo donde se elegirán Gobernador, 106 alcaldes y 25 diputados locales.
Nada quiso decir, en cambio, tocante a la decisión tomada por el PRD yucateco, bajo el influjo del presidente nacional de ese partido, Leonel Cota Montaño, de postular para Gobernadora, junto con sus aliados del Frente Amplio Progresista, a Ana Rosa Payán, quien militó por décadas en el PAN, identificándose a la postre con el grupo ultraderechista El Yunque, que con la llegada de Fox a la Presidencia se adueñó prácticamente del partido. Por si fuese poco, la ex militante de AN ha expresado en distintos momentos su aversión hacia El Peje.
Estamos ante un grave error político que rema a contra corriente del discurso anti derechista de López Obrador, cuya cruzada nacional contra la "usurpación del pelele" prosigue con desigual fortuna a lo largo y ancho del país.
dmartinbara@hotmail.com