Por fin, adiós Vicente Fox

01 diciembre 2006

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CÉSAR LÓPEZ

Adiós, don Vicente. Hoy amaneció usted como un ciudadano común y corriente. Adiós mamá Martita, hoy ya no es usted la pareja presidencial.

Los mexicanos esperan que ambos se hayan llevado sus respectivas honras al rancho; un prestigio tan inútilmente defendido durante toda la segunda mitad del sexenio, cuando el gobierno del cambio se dedicó a la campaña por una sucesión sin cambio; y sus ex súbditos esperan que puedan restañar las heridas que les dejó la corrupción familiar, súbitamente enriquecida ante el asombro sonriente de los empresarios del Consejo Coordinador ("¡Qué pena! ¿no? Pero no se preocupe su ciudadanía común y corriente, ya ve cómo son los hijos ahora. ¡Viera cómo me salieron los míos...!").

Ya nadie se acuerda del precio de las toallas de Los Pinos al principio; y de todas las demás barbaridades (de las que sólo los correos electrónicos que nos refrescan tanto la memoria perdida se acuerdan) esas fueron opacadas por otros precios mucho más altos que tendrán qué pagar, como tarde o temprano lo han pagado los ex presidentes priyistas; bueno, no todos, desde que se descubrió que la única manera de evitarlo es irse a vivir a Extranja.

Algunos mexicanos con experiencia les recomiendan Houston y que se pasen por el túnel debajo del muro, antes que el invierno se ponga criminal.

Nadie extrañará sus provocaciones sistemáticas al estado laico, a los millones de mexicanos que no ven al país desde un púlpito o desde una embajada de EU. Un púlpito y una embajada que lo abandonarán el mismo minuto que usted abandone el poder, o sea el primer segundo de hoy, hoy.

La misma ilusión de eternidad que le hizo olvidar que el sol insola, cuando el Banco Mundial (representante del capitalismo internacional) le dice que su idea de capitalismo nacional fue un cochinero de acumulación monetaria extremista que no dejó crecer al país y puso en vergüenza al capitalismo global, es la misma desilusión que siente hoy al darse cuenta por fin que un sexenio no es eterno, a pesar de reconocer en público que usted mismo ganó dos elecciones, una como candidato y la otra como Presidente que impone a su candidato (en un patético intento por prolongar su vida presidencial), aún después de que la Suprema Corte (la representante de la cacareada "la ley es la ley") lo haya calificado prácticamente como un delincuente electoral al decirle que "puso en peligro la elección" nacional del 2 de julio.

No podemos agregar más que usted no haga por cuenta propia sin necesidad.
Nadie lo extrañará.
Bueno, excepto los periodistas necios, que seguirán criticando en este gobierno lo que usted engendró en el suyo, sólo que ahora corregido y aumentado; cuando bien podrían estar escribiendo, jocosas y creativas críticas a las babosadas de nuevos ricos que los perredistas seguramente estarían cometiendo en el poder, si hubieran dejado ganar a López Obrador.

Y todos volverían a leer a Carlos Monsiváis con placer, como antes de que le hicieran su busto en bronce; y ni Carlos Fuentes ni Saramago se verían tan viejos en la FIL.

Y hasta Vargas Llosa y Krauze podrían ser leídos sin ser sospechosos de escribir al servicio de gente tan nefasta como usted, en nombre de la democracia y de la libertad del mercado.

Pensándolo bien... Pero, finalmente, adiós, Vicente Fox. Pero, principalmente, hola Felipe Calderón. Bienvenido al club.


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