Por lo pronto...
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JANNETH ALDECOA /JOSÉ ALFREDO BELTRÁN
El lodo de la corrupción le brota por todos los costados a la cínica aristocracia política y a diario nos enteramos de las millonarias corruptelas que maquinan y cometen en detrimento del erario público. Y no solo eso, ya que los miembros de la aristocracia política, de manera insolente y desvergonzada, también nos exhiben su riqueza mal habida, con mansiones fastuosas, viajes y otros lujosos detalles y caprichos que corresponden a un millonario sibarita.
Aunado a lo anterior, un día tras otro, y sin romper la siniestra seguidilla, los diferentes medios de comunicación nos exponen eventos criminales que nos demuestran que la delincuencia organizada continúa vigente en distintas entidades del País; lugares donde, con su innegable poderío, hacen morder el polvo a las autoridades, demostrando que el discurso oficial que asevera que tenemos paz y tranquilidad social es mera pieza discursiva que pretende tapar la dolorosa realidad con unas cuantas cuartillas.
Por supuesto, todo lo anterior provoca en el grueso de la ciudadanía un enfado e irritación cada vez mayor, en contra del Estado y de la cada vez más desprestigiada clase política partidista.
Para fortuna de nuestra salud mental, el calendario nos trae eventos que significan una válvula de escape para nuestro desasosiego y en muchas ciudades de nuestro País y del mundo se aposenta el Carnaval, la fiesta dedicada al dios Momo, la mítica deidad griega que representaba el sarcasmo, las burlas y la agudeza irónica. Se dice que Momo también es el dios de los poetas y los escritores, versión que avalan geniales plumas mexicanas, como la de Jorge Ibargüengoitia.
Cada uno de los carnavales mexicanos, y los de otras latitudes, tienen sus competencias distintivas; fortalezas que los hacen diferentes entre sí, pero casi en todos ellos, hay un evento ineludible, la quema del mal humor, acción justiciera que le da paso franco a la fiesta.
En todos los carnavales mexicanos, la fiesta anual de la carne inicia con la liquidación del mal humor, excepto en el puerto mazatleco, que se hace dos días después de empezadas las festividades y en el de Veracruz, no les basta con meter a la hoguera al mal humor, ya que cierran el ciclo carnavalero sepultando a un personaje llamado Juan Carnaval.
Normalmente el mal humor es significado por algún evento que haya acarreado males a la sociedad, pero preferentemente, por un personaje o institución que el año o los meses previos al Carnaval, se ha ganado la repugna ciudadana.
Por supuesto, la elección del odiado enjuiciado, a pesar de que sobran candidatos con méritos suficientes para llevarse la condena del pópulo, no resulta una tarea fácil para los organizadores de la quema, pues los más votados siempre son figuras del gobierno y ante ello, hacen oídos sordos al clamor popular y dirigen la condena hacia alguien que no represente una patada en el pesebre.
El listado de los más aborrecidos es largo, pero no tanto como el que componen las solicitudes de candidatos plurinominales que se manejan en los partidos políticos.
De aquellos que quieren acceder a la burbuja de ese gran negocio llamado política sostenido en la pobreza de la gran mayoría mexicana y por los miles de millones de pesos invertidos a favor de la democracia.
Y no puede ser de otra manera, ya que la política partidista ha convertido a México en un País de cínicos, tal y como hace ya varios ayeres lo advirtiera otro impúdico de siete suelas, el nunca suficientemente bien criticado José López Portillo. Aquel que nos pidió que aprendiéramos a administrar la abundancia que nos acarrearía el petróleo, petición que, por el contrario, nos metió en el duro aprendizaje de cómo sobrevivir en la crisis, intento en el que millones cayeron en la pobreza.
Retomando la quema del mal humor, comento que en Veracruz, nuestro competidor carnavalero, los tribunos de plano le sacaron al parche, optando por quemar al propio mal humor, representado por una barda grafitteada y un rostro incierto.
Aquí en el puerto, también se hicieron omisos al clamor popular y los autollamados "bolcheviques", decidieron por la llamada pareja imperial, compuesta por el matrimonio de los Abarca, indiciados por la matanza de Iguala, presunción sujeta a proceso. Lo merecen, pero no tanto como los que encabezaban la lista.
Si me viera en la privilegiada posición de elegir al personaje que lo represente, sin vacilaciones me inclinaría por la opción de Enrique Peña Nieto, a quien en su guión televisivo no le anotaron el cómo ejercer su alta responsabilidad, y lo que es peor, está mal apoyado por el apuntador.
Para desgracia de la República, Peña Nieto tampoco cuenta con la suficiente credibilidad pública como para ser referente de solvencia moral.
Por lo pronto, el mal humor mazatleco ya fue ejecutado; ahora a caminar por Olas Altas, imaginando que al bailotear sobre el lodo acumulado en la calle, lo hacemos sobre el lomo de los burócratas corruptos. ¡Buen día!
osunahi@yahoo.com.mx