Practicando el arte de bendecir

07 diciembre 2013

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Héctor Tomás Jiménez

Con mucha frecuen­cia los seres huma­nos nos encontra­mos en situaciones incomodas por el simple hecho de que somos intole­rantes ante nuestro entorno.
Dicha incomodidad, nos propicia, como mecanismo de defensa, proferir maldi­ciones y enojos en contra de tal o cual persona, sobre todo por la impotencia que sentimos frente a lo que con­sideramos una agresión.
Esto es común a la hora de conducir nuestro automó­vil en calles de alto tráfico y donde todos, dan la impre­sión de que quieren llegar antes, y más aún cuando nos rebasan los camiones del servicio público, pues estamos condicionados a que la gran mayoría de los choferes, por no decir todos, son lo que llamamos unos "cafres del volante"

En fin, lo que importa es que alteramos nuestro esta­do de ánimo y ponemos en manos de los demás el con­trol de nuestras emociones, cuando en realidad lo que debemos hacer es tomar las cosas con calma, darnos cuenta que solo podemos cambiar lo que está en nues­tras manos y sobre todo, dejar de maldecir o proferir insultos en contra de los de­más, y contrario sensu, ben­decir cada uno de los actos y situaciones a los que nos enfrentamos, y alcanzar con nuestras bendiciones o pen­samientos positivos a todas las personas que están alre­dedor nuestro.
Contra lo que pudiera pensarse que el acto de ben­decir está reservado a los mi­nistros de culto o sacerdotes que lo hacen en nombre de Dios, la verdad es que ben­decir debe de ser una acción cotidiana y permanente de todos nosotros, pues el solo hecho de estar vivos y poder disfrutar del esplendor del día y la belleza que nos ofre­ce; es algo que debe conver­tirse en un hábito mediante el cual podamos agradecerle al creador sus complacen­cias cotidianas para nuestra persona y familia, trabajo, amigos, y todo lo demás.

El arte de bendecir es en la práctica cotidiana, como un acto mágico, pues en la medida en la que vivamos conectados a través de pen­samientos positivos con nuestra energía divina, las bendiciones que proferimos y enviamos a los demás, lle­garán siempre a nosotros multiplicadas, generándo­nos estados de bienestar po­sitivos. En otras palabras, las bendiciones son como un blindaje a las malas vibras, a las envidias y las insidias de los demás. Es por ello, que debemos vivir bendiciendo cada acto de nuestra vida.
Pierre Pradervand es­cribió en el año de 1998, un pequeño breviario de sabi­duría que intitulo: "El Arte de bendecir" el cual he to­mado como inspiración pa­ra el presente artículo. De este libro que se puede leer en la red de internet como libro electrónico, tomo los párrafos siguientes, con el fin de hacer énfasis en nues­tro propósito, que no es otro más que sembrar en muchas personas, la semilla del amor incondicional a través de las bendiciones.
Pradervand dice: "Al despertar bendecid vuestra jornada, porque está ya des­bordando de una abundan­cia de bienes que vuestras bendiciones harán aparecer. Porque bendecir significa re­conocer el bien infinito que orma parte integrante de la trama misma del universo. Ese bien lo único que espe­ra es una señal vuestra para poder manifestarse.
"Al cruzaros con la gente por la calle, en el autobús, en vuestro lugar de traba­jo, bendecid a todos. La paz de vuestra bendición será la compañera de su camino, y el aura de su discreto perfu­me será una luz en su itine­rario. Bendecid a los que os encontréis, derramad la ben­dición sobre su salud, su tra­bajo, su alegría, su relación con Dios, con ellos mismos y con los demás. Bendeci­dlos en sus bienes y en sus recursos. Bendecidlos de to­das las formas imaginables, porque esas bendiciones no sólo esparcen las semillas de la curación, sino que al­gún día brotarán como otras tantas flores de gozo en los espacios áridos de vuestra propia vida."
"La práctica de la ben­dición en el sentido antes descrito, es una forma pri­vilegiada de desarrollar una conciencia espiritual constantemente centrada. Es también un instrumento muy eficaz para crecer en amor universal y no juzgar a nadie. Cuando derramas la bendición sobre la felicidad de todas las personas con las que te cruzas o relacionas, sin fijarte para nada en sus apariencias, en su porte o en su expresión, deseando de verdad la felicidad para cada uno de ellos, sincera­mente, con todo tu corazón, es imposible que ese corazón no se ensanche. Podría ser un pequeño cajón; se con­vertirá en un gran templo." (Fin de la cita) JM Desde la Universidad de San Miguel.
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