Qué bien describen nuestra realidad estas palabras de Gandhi: ´Riqueza sin trabajo, placer sin conciencia, conocimiento sin carácter, negocios sin moral, ciencia sin humanidad, religión sin sacrificio y política sin principios´.

25 noviembre 2005

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Enrique Maza/APRO

Estamos pasando por una etapa indecente y cínica en política y economía, como ilustra la desvergonzada comedia de la elección de Madrazo como candidato del PRI, que todo tiene que hacerlo y que embarrarlo en su lodazal. Y la tragicomedia de Fox con Hugo Chávez.
Y siguen el narcotráfico y la acumulación de riquezas y de injusticias, y los pleitos callejeros de los políticos, y los videoescándalos, y el desorden legal, y la inseguridad, y las mentiras, y el desorden del campo, y los ocultamientos, y las contrataciones al margen de la ley, y la impunidad, y la ausencia de valores cívicos y personales, y los matrimonios morganáticos entre partidos, y la degradación y la bajeza de los dirigentes del país, y el presupuesto mayoriteado por PAN y PRI para enriquecer a funcionarios, políticos y banqueros a costa del desamparo hasta de los damnificados.
Qué bien describen nuestra realidad estas palabras de Gandhi: "Riqueza sin trabajo, placer sin conciencia, conocimiento sin carácter, negocios sin moral, ciencia sin humanidad, religión sin sacrificio y política sin principios".
La reciente Cumbre de las Américas dejó claro que el sistema de economía de mercado está lejos de ser una garantía para la población; que puede fracasar y que, de hecho, ha fracasado, porque no incluye ni lo social ni lo ecológico. La ridiculez de Fox, de que le va a seguir haciendo el amor al ALCA, es de una superficialidad grosera.
Para que la economía de mercado no fracase, debe incluir tres factores ineludibles: economía, política y moral. Esto fue lo que surgió en la Cumbre de las Américas y lo que no quiere ver Fox: el fracaso de este sistema que ha hundido a una enorme parte de la población en la pobreza, en el desempleo, en la carencia de educación y salud, y de un mínimo bienestar.
Esto fue lo que causó el rechazo parcial al ALCA en la cumbre, además de que no era ese el tema acordado de la reunión: el proceso injusto y desequilibrado de integración económica del continente y de cada uno de los países que lo componen.
Y esto es lo que ha causado la miseria del continente y de nuestro país: la desigual e injusta economía nacional y continental en favor siempre de los de arriba, y la depredadora condición del mercado internacional, siempre en beneficio de los poderosos.
El fracaso del sistema de mercado es triple, según describe el economista británico John Dunning.
Uno, el fracaso de los propios mercados, entre otras razones, por la concentración de la riqueza, por políticas macroeconómicas inadecuadas, por excesiva especulación, por falta de transparencia, por impunidad para los abusos, por corrupción.
Dos, el fracaso de las instituciones, entre otras razones, por la insuficiencia y el mal funcionamiento de los sistemas de regulación y de vigilancia, y por la falta de transparencia, es decir, corrupción y favoritismo.
Tres, el fracaso moral, que está en el fondo de los dos anteriores, entre otras razones, por un capitalismo de casino, de mafia y de corrupción, por falta de responsabilidad social y por avaricia excesiva. Corrupción.
Son obvias la ausencia de la ética y la necesidad de un marco moral, que no implican solamente un código, sino más bien una manera moral de ser y de obrar, que hoy les es ajena a nuestras instituciones políticas y económicas que, además, carecen de aceptación social.
Lo prueban los resultados dañinos que el proyecto neoliberal con su economía de mercado ha tenido para la gran mayoría de la población. La economía de mercado, a escala nacional y global, sólo será aceptada cuando tenga una dimensión social. En una democracia, tendrá que convencer una y otra vez a los votantes de que la acumulación injusta de la riqueza en un grupo reducido y prepotente es conveniente para ellos.
Pero en una sociedad autoritaria como la mexicana, por más que intenten maquillarla de democracia, nunca lograrán convencer a la población de que vale la pena este orden económico que la tiene sepultada en la miseria, en la corrupción y en la farsa política; de que la justicia social es parte integrante de este orden económico injusto; de que la toma de decisiones en este modelo económico que acumula la riqueza responde siempre a la equidad, y de que la rapiña económica, la corrupción política esencial al sistema y el despojo constante de las riquezas del país son la dimensión social del modelo neoliberal y de su economía de mercado.
En esto van a consistir las campañas presidenciales del 2006, y esta va a ser la prédica de los candidatos y de los partidos. Los videoescándalos y el dispendio económico de las campañas no son más que unas pocas pruebas de lo que nuestro sistema llama justicia social y de lo que va a ser el contenido moral de tipos como Madrazo y de su campaña de golpes bajos y discursos huecos.
Mientras la participación económica y la justicia social y legal no sean parte integral de nuestro orden económico y político, este sistema no va a funcionar, aunque se multipliquen por millones los discursos políticos vaciados de contenido y aunque se pronuncien por televisión o por radio.
Tiene que haber un marco ético sólido, inquebrantable, para que puedan funcionar la economía, los mercados y las instituciones. Tienen que llenarse de contenido los conceptos fundamentales, reducidos ahora a mera palabrería.
Sólo han tenido éxito en la historia las economías respaldadas por un sólido fundamento moral y por una justicia legal fuerte y actuante. Nunca las economías de privilegio, que funcionan sólo contra los pobres, no contra los barones del Fobaproa, los vástagos enriquecidos en la sombra que los protege, los políticos gandayas que atesoraron en los callejones del presupuesto y en la complicidad de sus pares; los empresarios, banqueros, financieros y empresas que engordaron en las catacumbas del dinero.
La corrupción caracterizó al Siglo 20 mexicano y sigue igual en el 21. No valen la pena los conceptos mientras no estén llenos de contenido. México sigue necesitado a fondo de esa claridad que requiere voluntad de sinceridad, de honradez y de transparencia.