Servilismo, antítesis de vida social sana

13 noviembre 2014

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Luis Maldonado Venegas

 La sociedad enfrenta mu­chos comportamientos que descomponen su dinámica y abren es­pacio para el conflicto. Un com­portamiento que casi nunca es referido como antisocial, o perni­cioso, para la vida de los grupos e instituciones es el servilismo. ¿En que consiste? ¿Por qué es un com­portamiento negativo? ¿Quiénes lo manifiestan?
El servilismo es una tenden­cia del comportamiento en la que una persona decide sa0tis­facer a otra (regularmente con poder para resolverle sus intere­ses o necesidades), aún ponien­do en riesgo su integridad física y moral. Quien es servil busca complacer al poderoso, sin más referente que hacerle realidad sus intereses, necesidades u objetivos.
De acuerdo con la psicología, el servilismo es una expresión patológica del comportamien­to, que denota una condición extrema de autodescalificación individual y que motiva la com­petencia malsana. Solo puede ser servil una persona con pro­blemas de autoestima, con una trayectoria marcada de abuso, con ignorancia extrema o con desajuste psicológico.
Kant afirma que el servilis­mo es indicador de la devalua­ción individual de la persona. En su libro Metafísica de la Moral, afirma que ser servil implica una actitud deferente hacia otros, producida por la ignorancia, la incomprensión o la devaluación del sí mismo, reconociendo en el otro una condición de superior absoluto.
En la condición de servil, según Kant, la conciencia de individualidad se somete dan­do lugar a un sentimiento de propiedad del otro. Estos com­portamientos facilitan que las personas desarrollen actitudes de adhesión incondicional y em­piecen un proceso de desperso­nalización, que más tarde desa­rrolla soberbia, intolerancia y hasta agresión contra quienes tienen y manifiestan opiniones diferentes.
Según la sociología, las acti­tudes de complacencia de intere­ses del otro son condición para la cohesión grupal. Sin embargo, la complacencia del otro olvidando el sí mismo (como es el caso del servil), son fuente para la des­composición de los intereses y prioridades de un grupo.
Desde la psicología política se afirma que el servilismo es la principal motivación del au­toritarismo y motor de la crea­ción de relaciones conflictivas. Una persona servil se dedica a sobrevalorar las cualidades del poderoso y hacerlas valer aún sacrificando su integridad, o po­niendo en riesgo la estabilidad del grupo al que se pertenece.
Algunos estudios de psicolo­gía política indican que las per­sonas que sostienen comporta­mientos de servilismo son las más propensas al fanatismo. Es decir, su conducta, en represen­tación del poderoso, es como si poseyera la verdad, tuviera todas las respuestas y no necesitara seguir buscándolas más allá del pensamiento de la persona con quien se es servil.
Según Christopher Freiman (en su artículo ¿Why be inmo­ral?, publicado en 2010), las per­sonas serviles son individua­listas y dispuestas a trasgredir la moral. Entre ellas podemos encontrar personas con muy bajo nivel intelectual y otros con gran inteligencia.
Según Freiman, una persona servil inteligente es más peligro­sa para los proyectos colectivos porque disfraza su indignidad con resultados eficientes para el poderoso, manteniendo una aparente normalidad en el resto del grupo. Se empecina en tener a la mano del "jefe" los elementos más atractivos para la solución de los problemas y mantener alejados de éste a todos los que pueden ofrecer opciones com­petitivas con las suyas.
Freiman afirma que los ser­viles inteligentes generalmente disponen todo para que su in­fluencia no sea amenzada con la presencia de ideas y propuestas de otros. Hacen lo necesario para volver inaccesibles a sus "jefes" y lograr que toda comunicación con ellos pase por sus manos.
Los serviles inteligentes son arrogantes y falsos con sus subordinados, pero se alertan y cambian inmediatamente en presencia de sus jefes. Desacre­ditan la opinión de gente honesta que puede ser atractiva y hacen uso eficiente del chisme para poner en entredicho lo que es de otros y supera lo propio.
Ser servil es diferente a ser servicial o cortés. Se confunden con facilidad porque todos los serviles son sirvientes, corteses y serviciales, pero únicamente con los poderosos. Sin embargo ser cortés y servicial son con­ductas prosociales que alimen­tan la cohesión grupal y no se expresan de manera especial con quien representa poder.
En la vida grupal e institu­cional se vuelve indispensable distinguirlos. Los serviles di­ficultan la vida grupal porque intentan a toda costa que la vo­luntad del poderoso sea la regla, independientemente de su valor real. Las personas serviciales y corteses promueven una rela­ción armónica entre los inte­grantes de un grupo y facilitan la vida colectiva.
Nuestras instituciones so­ciales tienen en el servilismo una amenaza que poco se ana­liza, pero urge tratar. Quienes tienen responsabilidades de trascendencia social deben estar atent@s a esto y tomar medidas para controlarla. La tarea será difícil si consideran que en los serviles encuentran el reconocimiento que no les ofrece su desempeño. O, ¿us­ted que opina?