Un análisis del voto duro de los partidos demuestra que éste no es suficiente, ni siquiera en el caso del PRI.

08 noviembre 2005

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Melissa Sánchez

Aunque diversas encuestas electorales reflejan lo que parece una cómoda ventaja, de aproximadamente 20 puntos porcentuales, para Andrés Manuel López Obrador lo cierto es que a ocho meses de la elección presidencial, ésta todavía no se decide, pues la volatilidad de los electores mexicanos es muy grande, como lo demuestran análisis estadísticos y estudios de opinión pública.
Según la última encuesta de preferencia electoral realizada por Covarrubias y asociados entre el 20 y 24 de octubre, López Obrador acapara el 42 por ciento de la votación, casualmente la misma que obtuvo Vicente Fox en la elección del 2 de julio de 2000, mientras Felipe Calderón tiene el 22 por ciento y Roberto Madrazo el 20.
De acuerdo a estos números la ventaja del perredista creció 5 puntos porcentuales en dos meses, pues en agosto tenía únicamente el 40 por ciento de las preferencias, contra 25 de del priista y sólo 20 de Santiago Creel, que en ese entonces lucía como el más viable candidato panista.
Casi en cualquier otro país del mundo una ventaja tan amplia y creciente, según reflejan estas encuestas realizadas a solicitud de las Redes ciudadanas de AMLO, sería suficiente para tener el triunfo en la bolsa, sin embargo, en México en los últimos meses diferencias similares, reflejadas en las encuestas, en menos tiempo se redujeron a un sólo punto porcentual, entre las que destaca particularmente el caso de Sinaloa en el segundo semestre 2004.
También sucedió lo contrario, es decir, cuando las encuestas reflejaban un empate técnico una semana previa a la elección, en la jornada electoral el resultado se amplió a más de 12 puntos porcentuales y, en este caso, basta recordar Guerrero a principios de este año.
Un análisis del voto duro de los partidos demuestra que éste no es suficiente, ni siquiera en el caso del PRI que es el que más tiene, para ganar la elección presidencial y, por lo tanto, todos saben que tienen que recurrir al voto volátil.
El voto duro de los tres partidos políticos nacionales tiene una clara distribución geográfica: el PRI es el que muestra un mayor equilibrio en todo el país, sin embargo, tiene su mayor fortaleza en el sur y su debilidad en el centro del país, justo donde se concentran las entidades que no gobierna; el PAN tiene su fortaleza en el bajío y el norte, aunque en esta región perdió fuerza en los últimos meses, y su debilidad en el sur; mientras el PRD concentra su mayor porcentaje de votos en la zona centro, muestra su debilidad en el norte y en el sur perdió fuerza en las elecciones de 2003.
Sin duda en cuanto a volatilidad del voto destaca el Distrito Federal, donde las preferencias electorales se mueven en función de la elección y el candidato, basta ver lo que sucedió en las elecciones del año 2000 cuando el hoy Presidente Vicente Fox obtuvo el 43.6 por ciento de los votos, pero los candidatos a delegados únicamente el 33.2 y el candidato a Jefe de Gobierno (Santiago Creel) el 33.4, es decir, más de 10 puntos porcentuales de diferencia en la misma elección.
La contraparte fueron los ocho y medio puntos más que obtuvo López Obrador (34.5 por ciento) sobre el 26 por ciento que obtuvo Cuauhtémoc Cárdenas.
Pero aunque la volatilidad no es tan alta como en el Distrito Federal, las otras dos entidades con mayor número de votantes (Estado de México y Veracruz), también muestran un voto duro partidista muy bajo; así en las tres entidades donde se concentra casi el 30 por ciento del padrón electoral también se concentrarán los esfuerzos de los candidatos por atraer a los millones de electores que no tienen sus preferencias electorales totalmente definidas.
Pero no sólo los análisis estadísticos muestran la indefinición de los votantes mexicanos, pues un estudio panel realizado por el Grupo Reforma en octubre pasado y difundido este fin de semana, señala que el 25 por ciento de los electores que indican tener una preferencia electoral hacia alguno de los candidatos señala que su decisión todavía no es definitiva.
De acuerdo con este estudio el voto indeciso se encuentra principalmente entre los menores de 30 años con estudios de bachillerato o profesional incompleto y sin afiliación partidista.
La publicación indica que si se consideran únicamente los votos seguros las preferencias electorales se inclinan en 22 por ciento por López Obrador; 20 por ciento por Madrazo; 16, por Calderón y 2, por Bernardo de la Garza, del Partido Verde Ecologista de México.
Y, como es lógico, el que mayor porcentaje de voto fuerte tiene es Madrazo, ya que sólo el 23 por ciento de quienes afirman que votarán por él indican que pueden cambiar su decisión antes del 2 de julio de 2006; le sigue López Obrador, con el 25 por ciento y Calderón con el 26.
En este escenario la estrategia electoral de los tres candidatos será fundamental para definir el resultado de la próxima elección, pues los tres tienen primero que asegurarse de mantener la preferencia de quienes hoy les brindan su voto, pero todavía pueden cambiar de parecer y después arrebatarle votos a sus oponentes, pero particularmente esta segunda parte implica el afinar muy bien la puntería sobre sus votantes potenciales.
En noviembre de 2004 George W. Bush ganó la elección presidencial en los Estados Unidos porque logró ubicar con precisión la ubicación geográfica y el perfil de sus votantes potenciales y a ellos dirigió gran parte de sus esfuerzos; en contrapartida, su oponente demócrata nunca pudo focalizar su mensaje.
Hoy López Obrador y Calderón enfocan sus esfuerzos en allegarse el voto de ex priistas o priistas inconformes con Madrazo; éste y AMLO utilizan como una de sus principales armas las candidaturas de senadores y diputados; Calderón se presenta como la opción del futuro y López Obrador como la de los pobres.
Pero la batalla todavía no comienza, éstos son simples escarceos de reconocimiento para definir sus estrategias rumbo a 2006.
Con este porcentaje de votantes mutantes es claro que el voto útil será un factor decisivo, como lo fue en 2000, y, por lo mismo, la disputa por los votos de quien se empiece a rezagar será fundamental en la búsqueda del triunfo, así la estrategia deberá ser lo suficientemente ágil y flexible para reaccionar rápidamente ante los acontecimientos.
La moneda todavía está en el aire y la suerte está en las manos de cada uno de los contendientes; dependen de sus aciertos y errores.