Una nación de burgueses
24 octubre 2011
""
Medio en serio, medio en broma, hace una buena cantidad de años propuse un proyecto nacional: el aburguesamiento de México. La meta es clara, lograr que la inmensa mayoría de las personas en este país, y en otros, se convirtieran en burgueses. La idea, por supuesto, causó burlas.Y, como las burlas son generalmente un indicio de que hay algo meritorio, las tomé con gusto. Quizá sea este un buen momento para hacer renacer esa idea. Por supuesto, lo que primero debe hacerse en definir qué es la burguesía. Un burgués es una persona que se caracteriza por ser propietario de recursos materiales, un capitalista.
En pocas palabras, es una persona rica, con recursos. No está nada mal, por tanto, tener como meta que la gente sea rica, que sea capitalista, que posea recursos. Es una persona acomodada. Ahora le llamaríamos clase media. Pero hay más. Los burgueses llegan a esa posición por esfuerzo personal. Realizan funciones empresariales, llevan la responsabilidad de negocios propios.
Tampoco está nada mal. Tiene que ver con eso de las empresa medias y pequeñas, a las que tanto se exalta. Sus propietarios son eso, burgueses en el más puro sentido: se han aventurado como emprendedores y, si les va bien, aumentarán su fortuna reafirmando su posición burguesa. Son, en otras palabras, creadores de capital y, por eso, generadores de inversión, empleo y tecnología.
Son además personas siempre en movimiento, que buscan oportunidades de negocio compitiendo entre sí. Su fortuna les permite un cierto tiempo libre y, aún mejor, son de una mentalidad independiente. No sucumben con facilidad al encanto populista de los gobiernos. La experiencia de negocios les ha dado una sabiduría práctica valiosa. Saben cómo funcionan las cosas en la realidad.
Imagine usted a un país con ese tipo de personas y sus resultados. El país sería mucho más próspero. Todos vivirían mejor. Es sólo una cuestión de dejar libres a las personas para que ellas intenten realizar sus propios sueños. Con no estorbarles bastaría. Llegaría el punto en el que hasta quienes no son burgueses se aburguesarían: los trabajadores tendrían ahorros con los que comprarían acciones de empresas.
Todo habría ido bien, si no fuera por una curiosa idea que ha impedido la creación de burgueses. La idea de que las personas no pueden aburguesarse. Me refiero a la idea de que existe una clase social contraria al burgués, la clase proletaria. Las dos, se cree, son enemigos irreconciliables. El burgués es el villano en esta historia, y el proletario es el héroe.
Y los planos se invirtieron. Según esta curiosa idea es mejor ser proletario que burgués. El resultado fue el obvio: impedir el aburguesamiento a toda costa, criticar a los burgueses, desaparecerlos, impedir que hagan su trabajo, castigarlos. No hay manera más directa de empobrecer a una nación que impedir que sus habitantes se aburguesen.
Cuando se combate como principio al mercader, al tendero, al comerciante, al emprendedor, al empresario, a los profesionistas, se está combatiendo al éxito que viene del esfuerzo personal. Y como la prosperidad es la suma de los esfuerzos de todos ellos, la Nación prosperará, si lo hace, a ritmos menores de los posibles. No puede prosperarse cuando se cree que atacar la creación de la clase media es una buena política.
Proponer que el país se aburguese es infinitamente mejor que hacer que el país se convierta en uno de proletarios. Es un mecanismo cruel: si usted combate al burgués y exalta al proletario, el burgués desaparece y el proletario acaba sin remedio trabajando para el Gobierno. Su situación no cambia, sólo cambia su patrón. Antes podía seleccionar entre varios empleadores, ahora no. Antes había oportunidad de aburguesarse, ahora no.
Si se mira el panorama de los partidos políticos, por ejemplo en Mexico, se confirmará que ninguno de ellos tiene esa meta de aburguesar al país. Lejos de eso, de manera oculta o abierta, piensan en convertir a la Nación en una proletaria, en la que se trabaje para el Gobierno. Me imagino que la razón sea que pocas cosas son tan odiosas para un gobernante que una persona independiente, que vive de su trabajo, que es libre, que es burgués.
En fin, quizá no sea nada mala idea el tener un partido político en favor de lo burgués.
eduardo@contrapeso.info