Venciendo manifestaciones de egoísmo

11 febrero 2012

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Héctor Tomás Jiménez

Los seres humanos tenemos muy arraigado el sentido de la supervivencia, la que fincamos de manera equivocada en la seguridad que pueden darnos los objetos materiales de que disponemos, olvidando la parte emocional que nos da la convivencia con otros seres humanos. Así es como dejamos crecer el pernicioso ego que nos hace proclives a no compartir lo que tenemos, sea poco o mucho por lo general somos egoístas.
El egoísmo nos tiene como centro de todas las cosas a nosotros mismos y hacemos que todo convenga para lo que nosotros queremos, por eso el egoísta no se sale de sí mismo sino que todo lo que haga será buscando su propio interés. Hay una aleccionadora historia que nos narra muy bien cómo funciona el egoísmo en la vida de los seres humanos.
La citada historia cuenta que "... en un reino lejano gobernaba un rey que tenía fama de generoso, sabio y justo y a quién le gustaba caminar por las calles de su ciudad para conocer de cerca de sus súbditos. En cierta ocasión que salió de paseo, lo vio venir un limosnero que estaba sentado al lado de la calle. El rey, iba acompañado de parte de su séquito por lo que el limosnero pensó para sí mismo: -¡Le voy a pedir una ayuda y de seguro me dará lo suficiente, pues no querrá quedar mal frente a sus fieles servidores! Así, cuando el rey pasó cerca le dijo: -¡Su majestad!, ¿me podría por favor regalar una moneda?, aunque en su interior pensaba que el rey le iba a dar muchas más. El rey le miró fijamente y le dijo: -¿Y por qué no me das algo tú a mí? -¿Acaso no soy yo tu rey?
"El hombre aquel, un tanto consternado, pues no se esperaba la reacción del rey, no supo que responder a la pregunta y solamente balbuceo: -¡Pero su majestad, yo no tengo nada que darle! Sin embargo, el rey persuasivamente le respondió: ¡Algo debes de tener, busca en tu bolsa! Con un gesto de asombro y enfado, el mendigo buscó entre sus cosas sabiendo que tenía una naranja, un bollo de pan y una bolsa de arroz. Pensó que el pan y la naranja eran mucho para darle, así que en medio de su molestia, tomó unos cuantos granos de arroz y se los dio al rey. Complacido el rey dijo: -¡Ya ves como si tenías algo para darme! Y le dio cinco monedas de oro, una por cada grano de arroz. Asombrado el mendigo dijo entonces: -¡Su majestad, mire, acá tengo una bolsa llena de granos de arroz!, esperando que se las cambiara por monedas de oro, pero el rey no hizo caso y se concretó a decir: -¡Solamente de lo que me has dado de corazón te puedo yo dar!"
"Es fácil en esta historia reconocer cómo el rey representa a Dios, y el mendigo a nosotros los humanos. El mendigo aún en su pobreza es egoísta y no se desprende de lo que tiene aún cuando su rey se lo pide. A veces, Dios nos pide que le demos algo para así demostrarle que Él es el más importante, muchas veces nos pide ser humildes, otras ser sinceros o no ser mentirosos. Nos negamos a darle a Dios lo que nos pide, pues creemos que no recibiremos nada a cambio sin pensar en que Dios devuelve el ciento por uno. No sé que te pida Dios en este momento. ¿Confianza?, ¿sencillez?, ¿humildad?, ¿abandono en su voluntad? ¡No lo sé, solamente sé que por lo que le des te devolverá mucho más, y recuerda no darle solamente unos pocos granos, dale todo lo que tengas de manera sincera y de corazón y Él te devolverá como premio las llaves de las puertas del cielo". (Fin de la historia).
Debemos, pues, aprender a vencer cualquier manifestación de egoísmo en nuestros actos para poder crecer como personas. Cuando este ego domina nuestra vida, podemos percibir las pequeñas faltas en los demás, pero justificamos los grandes errores en nosotros mismos; vemos la paja en el ojo ajeno e ignoramos la viga en el nuestro, repudiamos a otros seres y a ese repudio lo calificamos de "poner orden"; sin embargo, halagamos a otras personas teniendo en cuenta lo que pueden hacer en nuestro favor, y a esto lo llamamos "amor"; les mentimos, y esas mentiras las justificamos denominándolas "tacto". El egoísmo es un cristal con el que proyectamos nuestros defectos en los demás y los juzgamos por tenerlos.

JM Desde la Universidad de San Miguel
udesmrector@gmail.com