Verdad y honestidad van siempre de la mano, pues a contrario sensu, quien miente es deshonesto y por lo mismo no es digno de confianza
22 septiembre 2007
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Héctor Tomás Jiménez
Hablar siempre con la verdadDecir siempre la verdad trae consecuencias gratificantes para el hombre, por el simple hecho de que quién es catalogado como veraz, es considerado también un hombre honesto en el estricto sentido de la palabra.
Entonces, verdad y honestidad van siempre de la mano, pues a contrario sensu, quien miente es deshonesto y por lo mismo no es digno de confianza.
Hablar de la verdad significa también entrar en el terreno de la filosofía, donde a lo largo del tiempo, diversos pensadores han llegado a la conclusión de que la verdad se define como: "lo que realmente es" o bien, "cuando lo que digo, pienso o expreso, concuerda con la realidad", de ahí que no cualquier interpretación de la realidad, sea verdad, pues siempre habrá tantas interpretaciones como personas participen en un hecho determinado, aunque entre ellas se puedan advertir algunas coincidencias.
También, si aplicamos el principio filosófico de identidad, tendríamos que aceptar que la verdad es lo que es, y no alguna otra cosa.
De igual manera, sobre la verdad también se habla en los textos bíblicos, concretamente en el Evangelio de Juan, donde puede leerse un párrafo donde el propio Jesús dirigiéndose a los Fariseos, les dice: "Si vosotros perseverareis en mi doctrina seréis verdaderamente discípulos míos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8, 31 y 32)".
Algunos estudiosos e interpretes de las Sagradas Escrituras, refieren que esta última afirmación provocó una airada reacción de parte de los fariseos, entablándose una discusión entre ellos y Jesús, tanto que fue necesaria una explicación del propio Jesús, cuando les dijo: "Dios creó al hombre libre y fue inducido al pecado por el maligno, pues lo engaño diciéndole que podría ser igual a Dios. Fue entonces que el hombre perdió su libertad, porque el que comete pecado es esclavo del pecado.
"Pero el esclavo no puede liberarse a sí mismo, sino que tiene que ser liberado por alguien con poder suficiente para hacerlo. Ese alguien es el Hijo de Dios, quién es el camino, la verdad y la vida".
En estas palabras atribuidas a Jesús, vemos que el concepto de la verdad es también sinónimo de libertad, y en ese sentido, quien se esclaviza es siempre el amante de la mentira y el engaño, y lo es de tal manera en la vida real, que quién miente, oculta o tergiversa la verdad, será siempre esclavo de su propia circunstancia, mientras que quién dice la verdad, camina y va por la vida con la frente en alto y sin preocupación alguna, es decir, libre de culpa.
Así actúan los hombres que han caído en el descrédito de su propia personalidad, se vuelven esclavos de sus propias mentiras, y les resulta difícil retomar el camino de la verdad y de recobrar la confianza perdida por ellos mismos frente a los demás, que desconfían de todos y cada uno de sus actos. ¿Existe acaso una fórmula para resarcirse frente a los demás y ser persona digna de crédito? Si la hay, y es realmente muy simple. ¡Empieza a decir la verdad y mantente en ella siempre, en el día a día y sin dar marcha atrás¡
Siempre ha de decirse la verdad, y debe buscarse con insistencia, por cuanto si no se actúa de acuerdo a ella, nuestra acción y pensamiento carecerán de firmeza, y nos moveremos en base a falsedades.
Decir siempre la verdad, aunque nos traiga consecuencias desagradables, nos hará dignos de la confianza de nuestros semejantes, y nuestro juicio u opinión será siempre respetada. La verdad no debe ser rechazada, ocultada, ni deformada, ni debe doblegarse ante los poderosos, ni debe engañar a los débiles. Decir y buscar la verdad es luchar contra la mentira.
La verdad no debe ser algo general y ambiguo, pues por allí se cuela la mentira. El mentiroso se reconoce por su afición a las generalidades, en tanto que quién actúa con la verdad, se destaca por su vocación hacia lo práctico, lo real y lo tangible. Habría que decir también que siendo la verdad lo que realmente es, las verdades a medias no existen, siendo este tan solo un eufemismo mediante el cual el adicto a la mentira y al engaño, busca disfrazar su forma de decir las cosas.
Por lo general, el mentiroso es también convenenciero, pues oculta la verdad o la disfraza con fines aviesos donde siempre lleva algún beneficio, sin darse cuenta que a la larga o más temprano que tarde, la verdad prevalece pues los hechos reales salen siempre a flote y entonces la máscara se cae y el descrédito prevalece. Por ello, decir siempre la verdad, es ser digno, honesto y libre. ¿Estas de acuerdo?
JM Desde la Universidad de San Miguel
udesmrector@gmail.com