El Centinela
25 julio 2025

Existe aquella frase de “estábamos mejor cuando estábamos peor”, y tristemente hay situaciones que nos recuerdan que efectivamente siempre puede empeorar la cosa.

Un experto en meter la pata en hoyos cada vez más profundos y pantanosos es el Diputado Serapio Vargas Ramírez.

Ya sabe, el Legislador de Morena que propuso una playa nudista y creyó que era buena idea grabarse desnudo para impulsar esa idea; el mismo que se reeligió como Diputado y dos días después de ganar la elección dijo que ya aspiraba a un siguiente cargo, y que luego, ya como Diputado reelecto, se posicionó en contra de la reelección.

Y podríamos seguirle, pero es hasta deprimente escribir y recordar la robusta lista de pifias e infamias declaradas por alguien que deberían representar los intereses del pueblo, y de uno tan valioso y valiente como el del Valle de San Lorenzo, cuyo territorio es gran parte del distrito en que está Serapio Vargas.

Lo meritorio del Diputado es que todos esos resbalones que ha tenido ya son gravísimos para cualquier persona, y más un servidor público, pero aún así logra cometer peores.

Desde hace algunos años en Sinaloa existe un debate respecto a la implementación del uniforme neutro en la educación, que no es nada más que darle total libertad a las niñas, niños y adolescentes sobre qué vestimenta ponerse para acudir a clase.

Y con ello no se habla de literalmente cualquier prenda, sino de que puedan elegir si ponerse pantalón o falda, indistintamente a su sexo o identidad de género.

Vargas Ramírez como que tenía muchas ganas de hablar por hablar, y afirmó que darle esa posibilidad a las infancias y adolescencias era confundir libertad con libertinaje, pues para él, situaciones como un varón vistiendo una falda en su escuela son acreedoras a bullying o carrilla.

No podemos ser ingenuos, es un escenario más que posible por la falta de educación y concientización que sigue existiendo en Sinaloa y México sobre estos temas, pero resulta inadmisible que un funcionario, representante popular, prefiera normalizar una cuestión de discriminación en lugar de poner un granito de arena para erradicarlo.

Decir que no debe implementarse el uniforme neutro en las escuelas porque se fomentará el bullying, es tan estúpido como decir que la ciudadanía no debería salir de noche para no ser víctima de delitos o directamente perder la vida en medio de la situación que atravesamos en la entidad.

Es válido tener opiniones contrarias, y hasta sería válido no estar de acuerdo con permitir el uniforme neutro, pero es totalmente condenable fundamentarlo bajo la cantaleta de que habrá carrilla entre los plebes.

Justamente algo que se ha reflejado en estos últimos meses es lo roto que está el tejido social en el estado, y una de las aristas por las cuales puede y debe trabajarse eso, es a través del respeto al prójimo, de erradicar todo tipo de discriminación y rechazando las conductas lesivas.

Pero al parecer tantos años en el servicio público no le han servido al Diputado Serapio Vargas para intentar entender eso.

El llamado del especialista Edén Bojórquez Mora pone sobre la mesa una verdad incómoda: Sinaloa está expuesto a eventos sísmicos, pero no se está preparando como debería.

A pesar de su ubicación cerca de fallas geológicas y la interacción de placas tectónicas, el estado carece de una normatividad urbana adecuada para enfrentar este riesgo.

El reciente sismo en Culiacán, aunque sin daños, confirma que la actividad sísmica en la región no es un hecho aislado. Bojórquez recuerda que ya entre 2010 y 2011 se registraron varios temblores en el norte del estado, una tendencia que podría repetirse o intensificarse. Ignorar esta realidad es jugar con la suerte.

Una falta de acción preventiva refleja una visión cortoplacista y peligrosa por parte de autoridades e instituciones.

Hasta ahora, los sismos no han causado tragedias mayores en la entidad, pero eso no garantiza que así continúe. Esperar a que ocurra un desastre para actualizar reglamentos o reforzar infraestructura sería una negligencia.

Sinaloa necesita actuar. Invertir en estudios de riesgo y fomentar una cultura de prevención real en la ciudadanía. De lo contrario, el próximo sismo podría no solo mover la tierra, sino también evidenciar la falta de preparación con consecuencias irreversibles.

Aunque los balazos fuertes comenzaron hasta el 9 de septiembre, no es necesario argumentar mucho para estar de acuerdo en que la guerra que vivimos los sinaloenses y que nos ha dejado más de mil 700 homicidios y más de 2 mil personas privadas de la libertad (entre otras violencias), comenzó justo hoy hace un año, cuando a Joaquín Guzmán hijo le dio por llevarse a “El Mayo” Zambada al otro lado con el dejar pasar de los gringos. En la dichosa reunión le arrebataron la vida al Maestro Cuén y a un par de escoltas de Zambada.

Hoy, 365 días después, sabemos que la jugada le alcanzó para entregarse y conseguir beneficios judiciales para él, su familia y su hermano Ovidio que ya se declaró culpable y que cooperará con los estadounidenses con información y dinero.

El problema es que la jugada no sólo tuvo impactos para los clanes en disputa, sino que sumió a todo el estado, y en especial a Culiacán, en una explosión de violencias que no habíamos vivido antes en magnitud y complejidad.

Las víctimas de esa entrega se cuentan por miles, tanto para los que hacen parte directa de la guerra a balazos, como para los que son alcanzados por ellos de manera colateral y que cada vez son más.

Y también se cuentan por miles los militares que la Federación ha mandado para contener la guerra sin que hasta ahora se note la más mínima tendencia a la baja. Las violencias han cambiado pero las muertes, las desapariciones y los robos de vehículos siguen en los promedios más altos desde que la disputa comenzó.

Esa es la realidad dolorosa que cuesta aceptar un año después: que la guerra sigue tan vigente y peligrosa como al principio.

Y nomás por no dejar vale recordar que el jueves aciago en mención participó un personaje que anda por la vida como si no hubiera tenido vela en el entierro; nos referimos a Fausto Corrales, hijo del ex Rector Víctor Corrales, y flamante funcionario uaseño, que ese día hizo de chofer del finado Cuén y que fue pieza clave del montaje del inefable robo de la camioneta en la gasolinera.

Y vale recordarlo porque un año después, no se entiende como, tras haber informado oficialmente que el mismísimo Fausto Corrales aceptó que mintió en un video, la FGR sigue sin imputarlo de nada. Es pregunta.