¿Por qué no funciona el Atlas de Riesgos de Culiacán (ni otros atlas en el país)?
"De acuerdo con análisis hechos, estos documentos son difíciles de operar por la separación entre desarrollo urbano y Protección Civil"
En el 2015 el Instituto de Geografía de la UNAM elaboró un estudio titulado “Los atlas de riesgo municipales en México como instrumentos de ordenamiento territorial”. En esta investigación analizan las razones por las que no han funcionado estas herramientas.
Según los resultados del estudio, los atlas municipales no se implementan, y esto ocurre por tres razones: Primero, las áreas responsables o involucradas en los temas de ordenamiento territorial no se comprometen a utilizar estos instrumentos, y las direcciones de Protección Civil no cuentan con capacidades técnicas ni recursos para operar los atlas y coordinar la elaboración de Planes de Prevención de Desastres.
Como segunda razón, el estudio señala que los atlas de riesgos son “jurídica e institucionalmente” difíciles de operar, y esto es debido a la marcada separación jurídica y de organización entre las políticas de desarrollo urbano y ordenamiento territorial y las de protección civil.
Tercera: los usuarios finales de los Atlas – dependencias con facultades en el ordenamiento urbano, por ejemplo – están sujetos a “múltiples fuerzas políticas que definen prioridades de ocupación y usos del territorio”, como los agentes inmobiliarios, especuladores e incorporadores del suelo, y los grupos empresariales. Y aunque el estudio no lo menciona, yo encuentro un cuarto factor que contribuye a la inoperancia de los Atlas: el desconocimiento ciudadano y la ausente exigencia de la sociedad organizada.
En el estudio de Ruiz Rivera y Casado Izquierdo se habla de la situación en general de los atlas en el país, y al hacerlo se cuenta, casi de manera exacta, la historia de la nula implementación de este instrumento en Culiacán.
La breve historia del Atlas de Culiacán (uno de los tres)
En el 2010, el Gobierno del Estado solicitó a la Secretaría de Gobernación recursos para elaborar un proyecto que llamó “Atlas de Riesgos Digital con Tecnología de Simulación para la Ciudad de Culiacán”, por lo cual convocó al IMPLAN para que elaborara los términos de referencia. Puesto que el instituto no contaba con facultades y capacidades técnicas especializadas para supervisar un Atlas de Riesgos, éste acudió al CENAPRED. A través de un convenio, y antes de que cambiara la administración y llegara la de MALOVA, el Gobierno del Estado transfirió los recursos al Ayuntamiento de Culiacán y ordenó que la tesorería realizara una licitación pública nacional en conjunto con el área de Protección Civil, que sería el responsable técnico. Así lo marcaba la Segob, que son vigilantes de sus términos y tiempos.
La licitación nacional, publicada en COMPRANET, atrajo a cuatro empresas nacionales (ninguna local), y el concurso lo ganó el proyecto liderado por dos académicos de la UNAM; el Doctor en Urbanismo Ignacio Kunz, y el Doctor en Geología Luis Miguel Mitre. Estos, a su vez, se unieron a especialistas locales egresados de la UAS, y trabajaron en reuniones y consultas con expertos, académicos y funcionarios en el tema. En total se contrató a 12 especialistas y se consultaron decenas de actores locales. Para cuando Checa Landeros fue a buscar el recurso, se le entregaron todos los documentos legales de la licitación y contratos. Después, los resultados.
Luego de un año de trabajo, los resultados del atlas se presentaron ante el CENAPRED, en sus oficinas en México. La institución, una vez que revisó el trabajo, declaró que ese sería el atlas modelo en el país.
Los resultados del estudio se subieron a una página que tenía como dirección www.culiacan-ar.com, y puesto que presentaban datos como la ubicación de tanques de almacenamiento de sustancias peligrosas, y la información podría ser susceptibles a malos manejos, la Segob pidió al Ayuntamiento que la empresa firmara un convenio de reserva de información. Como adjuntos a esta nota, presentaré en la página de Noroeste imágenes de la página del Atlas y del simulador, que funcionaba con información en tiempo real, la cual se alimentaba a través de la página de la CONAGUA y de otras instituciones, así como de estudios previos sobre las cuencas.
Con curvas de nivel a un metro de distancia, el atlas presentaba en el mapa, a nivel manzana, las zonas que estaban en peligro de inundación, así como el tiempo y refugios a los que debía de trasladarse a la población. El simulador funcionaba con datos reales de precipitaciones y niveles de presas que se recopilaban en el momento, no como ha declarado el actual director de protección civil estatal, con “eventos pasados”.
En el 2011 se presentó el instrumento ante el público y ante la prensa. Además, a través de oficios que se encuentran en IMPLAN, la institución recibió el atlas y entregó las claves de acceso al simulador a los directores de Protección Civil, Desarrollo Urbano, Catastro, y a la Presidencia Municipal. Además, la empresa instaló una computadora en Protección Civil y capacitó a Anibal Moreno, un técnico que estaría encargado de operarlo. La policía municipal prestó el espacio, porque la dependencia no tenía Internet.
En el 2015, justo antes de Manuel, la empresa envió oficios al Ayuntamiento de Culiacán indicando que, hasta la fecha, ellos habían cubierto el costo del servidor, aunque no les correspondía, pero que las dependencias debían asumir la responsabilidad, ya que, según los registros del simulador, áreas como Desarrollo Urbano nunca ingresaron al atlas. Anibal Moreno hizo lo propio, pero sólo recibió evasivas. (El simulador se perdió, pero se puede recuperar).
Debido al desastre que provocaron las lluvias del fin de semana pasado en algunas ciudades y comunidades de Sinaloa, el tema de los atlas de riesgos y su falta de operación ocupa gran parte de las columnas, titulares y notas de los medios locales. Muchos se preguntan dónde están los atlas, en específico el que se realizó con recursos de la SEGOB, y por qué no se utilizó.
Ante tales inquietudes, me permití llamar al Director del Atlas de Riesgos Nacional, el Ing. Oscar Zepeda, para pedir su opinión sobre el escenario en Culiacán, ya que él supervisó aquel atlas y conoce en parte la situación. Desde la posición de Zepeda, los atlas de riesgo, tanto en nuestra ciudad como en otras urbes y municipios, presentan importantes limitantes para su operación, por las razones que comenté arriba. No obstante, argumenta, los municipios ya no tienen pretextos para no consultar la información sobre los distintos peligros, ya que ésta se encuentra contenida en el Atlas Nacional de Peligros (cuya página presenté la semana pasada).
En esta semana, distintas organizaciones públicas y ciudadanas han hablado de la necesidad de generar otro atlas de riesgo. Uno nuevo, que se integre a la lista, y posiblemente al destino de los demás. Mientras no desarrollemos cambios institucionales para superar las limitantes a la operación del atlas, difícilmente serán herramientas que funcionen.
La intención de crear un nuevo atlas puede ser buena, pero considero necesario tomar en cuenta las siguientes recomendaciones: 1) Establecer mecanismos para enfrentar las limitantes en su operación (como las que se mencionan arriba, 2) Rescatar la información contenida en los atlas, actualizar los datos, y dar continuidad a las propuestas, 3) Incluir a la ciudadanía interesada en participar, tanto a los grupos de vecinos afectados, como a los especialistas locales, colegios de profesionistas y organizaciones de las sociedad civil.
El atlas puede ser un instrumento bueno, pero los intereses en la ciudad no siempre lo son. Habrá que aprender la lección y observarlos muy de cerca.



