"Cuén, adiós"

"En la gestión de Héctor Cuén Ojeda hay decisiones que como universitario no me gustaron y otras que debo reconocer que me parecieron acertadas"

    En la gestión de Héctor Cuén Ojeda hay decisiones que como universitario no me gustaron y otras que debo reconocer que me parecieron acertadas. Entre las primeras, la escasa tolerancia con algunas voces discrepantes y entre las segundas, los resultados positivos de su gestión especialmente en el tema de la jubilación o la reforma de planes y programas de estudio 

    Sé que puede resultar muy grande la tentación de volcarse en aplausos o denuestos en contra del Rector que deja el cargo en la UAS. La gente siempre habla según como le haya ido en cada gestión administrativa o, peor aún, desde sus filias o fobias personales. Es ese personalismo que frecuentemente obnubila a las instituciones y obstruye la perspectiva. La UAS en este momento de transición merece un balance o varios balances menos anímicos o groseros, más a la altura de su espíritu y sin tanto ruido. En blanco y negro. Quizá no soy la persona más indicada, ni este espacio periodístico el mejor para revisar a fondo este periodo de cambios de la UAS, pero me pregunto ¿Quién sí lo es? ¿Y por qué no correr el riesgo de un análisis a vuelo de los días de la sucesión? De cualquier forma, es una opinión, como la de cualquier otro universitario con un espacio para expresar sus puntos de vista.

    De entrada declaro que en la gestión de Héctor Cuén Ojeda hay decisiones que como universitario no me gustaron y otras que debo reconocer me parecieron acertadas. Entre las primeras, la escasa tolerancia con algunas voces discrepantes, la interferencia sobre los procesos de elección de directores y consejeros universitarios, y algunos excesos como el polémico acuerdo sobre los agravios a la UAS, que por cierto ha quedado en nada; en tanto, entre las segundas reconozco en el Rector su valentía y vocación de trabajo, la estabilidad de la UAS y los resultados positivos de su gestión especialmente en el tema de la jubilación o la reforma de planes y programas de estudio, la mejoría de la imagen institucional y su autonomía frente a los grupos de poder de fuera, no obstante haberse tomado la foto con todos, pero hasta ahora no percibo haya comprometido a la institución.
    Rectores e institucionalidad

    Ingresé como profesor a la UAS en 1977 y he tenido el privilegio de observar el desempeño de ocho rectores. En este periodo, como muchos otros universitarios, he visto de todo. Rectores sin otra credencial que no fuera la política partidaria o la burocracia, los que transitaron del local sindical al edificio central y nunca se les vio con borrador y gis, los que fueron malos estudiantes o buenos beisbolistas, y aquellos que continuaron carreras sin luz ni sombra. De todos ellos, curiosamente, ninguno abrazó la carrera docente o la investigación. Y todo indica que Cuén Ojeda tampoco lo hará. No obstante, quizá, ese es un dato que habla de la escasa vocación de nuestros rectores que antes de ser académicos, como recomendaría la tradición y el sentido común, son hombres instalados en la política, en la sucesión de puestos políticos y administrativos.

    Y esta situación en mucho se explica por la reglamentación que durante mucho tiempo tuvimos y convirtió a la UAS en un espacio de competencia político-electoral. Cada cambio de Rector confirmaba lo que alguna vez el ex Rector Jorge Guevara describió de manera plástica: "Todos hemos estado con todos". Lo que delataba el carácter gregario de la elite universitaria y el sistema clientelar. Afortunadamente, esa ausencia de controles ya no existe, primero gracias a las reformas que impulsó en su momento Rubén Rocha y las de Cuén Ojeda, que eliminaron paulatinamente ese modelo clientelar.

    Cuén: Fortaleza y debilidad
    La sustitución de un modelo de organización por otro era una demanda de dentro y fuera de la institución. Se planteaba la necesidad de un nuevo horizonte académico y otra distribución del poder. Vimos en estos años del rectorado de Cuén Ojeda un relevo generacional –aunque, hay en su equipo, uno que otro de barba larga- y tiene, como todo grupo de poder, pretensiones de control. Hacerse de la mayor cuota de poder.

    Y en eso radica su fortaleza pero también su debilidad: La cohesión de este grupo, pero sobre todo la centralidad de Cuén Ojeda, que le permitió negociar la reforma con los diputados de la anterior legislatura y consolidar su liderazgo mediante una política eficaz de acercamientos con otros poderes formales y liderazgos académicos. A la larga está estrategia le permitió tejer una red de apoyos y lealtades por todos los rincones del Estado. Tuvo la virtud de saber acercarse al Gobernador y los partidos pero también saber cuándo tomar distancia. Y, claro, en esta estrategia, no faltaron choques y pisotones, las amenazas, y hasta el asesinato de Enrique Ávila en los albores de su gestión que es una deuda pendiente, como lo es el de Ignacio del Valle Lucero de la época a Rocha Moya. Pero, ni esa amenaza sombría, amilanó a Cuén Ojeda, en su propósito mayor se metió a fondo siguiendo la máxima de que la mejor defensa es el ataque.

    Este objetivo nunca perdió de vista que la reforma a la ley reglamentaria había creado de jure una nueva estructura jerárquica, donde se elevaba a ley el principio tecnocrático de que los mejores deberían acceder al poder, y ello lo llevó explotar diferentes líneas institucionales como correspondía a un nuevo grupo de poder. Cosa que el resto de los grupos, quizá por estar en la marginalidad o lo peor litigando demandas, no lo hicieron, con el subsiguiente efecto que se deriva de que en política no hay vacíos. La amplia mayoría cuenista llegó al Consejo Universitario, los Consejos Técnicos, las Direcciones y los Centros de Investigación. No parece haber, salvo la Facultad de Políticas Públicas, un espacio considerable para la oposición de otro enclave que con todo derecho y libertad pueda disentir sobre las decisiones de la política universitaria.

    La Universidad, desde mi punto de vista, debe seguir siendo un espacio plural en el terreno político y debe crecer en la diversidad, la libertad de cátedra. Más aún, cuando existe el riesgo que en el caso de no renovarse el liderazgo termine por balcanizar el poder en una serie de enclaves que podría amenazar su equilibrio futuro. Ya desde el viejo formato lo vimos en distintos momentos y en las distintas zonas y facultades. Hay quienes sueñan con ese momento pero dudo que esto sea posible con los viejos rudimentos políticos.

    Hoy vemos una mayoría compacta que seguramente llevará a la rectoría a Sylvia Paz Díaz o a Víctor Antonio Corrales Burgueño, ambos con una trayectoria académica sólida y miembros del núcleo más cercano de Cuén Ojeda, pero está por verse sus capacidades para conservar equilibrios y continuar con el proyecto académico de 25 años, tienen a su favor que son gente de trabajo y conocen la política académica y administrativa de la UAS, aun cuando la interrogante es si mantendrán la cohesión de esto que algunos llaman cuenismo, e incluso, imprimiendo su propia visión y calendario.

    El fin de la vieja oposición
    La oposición interna resolvió no participar en la elección de rector aduciendo algo pueril: la complejidad de los formularios de registro y los "dados cargados" de la Comisión de Postulación del Consejo Universitario, lo cual los dejó fuera de la competencia entre los candidatos y sólo quedaron Sylvia Paz, Víctor Antonio Corrales y Gonzalo Armienta, de donde habrá de salir el próximo rector. Aun bajo esas condiciones adversas sus aspirantes debieron buscar ser contrapeso y aprovechar los tiempos de la convocatoria para exponer sus ideas sobre la Universidad. Decir a los universitarios la institución que quieren y tendrían que confrontarse con el modelo adoptado en esta gestión. En lo personal me hubiera gustado ver a Santos López o Guillermo Ibarra confrontando la visión dominante en un marco donde la Secretaría de Educación Pública traza las líneas de la reforma que estamos viendo en la Universidad pública. Explicando por qué su propuesta es mejor.

    Esta quizá será la última lucha por la rectoría de la generación de la década de 1970 porque ya no habrá forma de levantar el vuelo y es que tan sólo, estos grupos se han diluido en estos cuatro años y la mejor muestra de ello son los perfiles de quienes dentro y fuera del cuenismo manifestaron sus ambiciones por la rectoría.
    Oposición mediática

    He seguido varios de los comentarios aparecidos en la prensa sobre el proceso de sucesión y con mayor o menor énfasis se nos argumenta, que con el cuenismo estamos al borde del precipicio, el fin de la universidad pública. Que si no hacemos algo nos lleva la tristeza. No obstante, la situación si bien no es la idílica, lo cierto es que es mejor que la que teníamos hace algunos años, debiéramos salir entonces del fatalismo que obnubila las mentes críticas de la Autónoma de Sinaloa. Leo con interés el artículo del colega y amigo Arturo Santamaría (AS): La UAS: entre la tradición y el pragmatismo bárbaro, donde realiza una reflexión desde un listado de autores y obras, que supongo están en la misma lógica del autor. Pero, independientemente de que así sea, cuando se afirma que la Universidad se encuentra en esa simbiosis de tradición y pragmatismo bárbaro, parece olvidarse de lo sustantivo porque no podemos quedarnos sólo en la lógica de los grupos de poder o las mayorías automáticas, tradicionalmente el discurso mejor vendido en términos mediáticos, ¿Qué hay con las funciones sustantivas?: investigación, docencia y extensión cultural. Creo, que ahí debe estar el eje de cualquier proceso de reflexión, si en estos cuatro años hemos avanzado y si, independientemente de quién sea el rector, garantiza una mejoría de lo logrado hasta hoy. O de plano el análisis nos dice que vamos en caída libre, que por cierto Arturo Santamaría, cuida no pronosticarlo.

    Ciertamente, el grupo que conduce la UAS, y subrayo el grupo porque esos poderes extraordinarios asignados a Cuén Ojeda me parecen excesivos, han trabajado estos años para mantenerse en el poder. ¿Qué grupo en la historia no lo ha pretendido? El asunto es si esa permanencia favorece el desarrollo de la Universidad y si esto ocurre con o sin oposición interna. La oposición interna, insistimos, ha cometido un grave error al no postular uno o varios candidatos. Lo cierto es que, leyendo las opiniones en medios, y los comentarios que hacen muchos universitarios, las cosas mejoraron visiblemente en la UAS. Y eso ninguno de los miembros de la UAS podemos negar. En cualquier caso, nos debería preocupar que esos pasos dados en estos cuatro años no se consoliden y ante la ausencia de liderazgo o falta de empuje de quien sea rector, se fragmente de nuevo el poder y volvamos a los cotos que ha sido la constante en la historia de la casa rosalina.

    En definitiva, análisis como los que escribe Arturo Santamaría con su arrojo prototípico debieran encausarse también a la universidad de todos los días. Ese ángulo que lamentablemente se sacrifica en aras de lecturas de gestos y las manías de la clase política universitaria, y que nos lleva siempre al fatalismo o el redentorismo, que es igual de nocivo a un grupo de poder sin horizontes.

    Con todo: Cuén, Adiós.