"'Siempre me gustaron los niños': Liliana Ruiz Bizarrón"
Liliana Ruiz Bizarrón
Coordinadora del Albergue Mi Ángel de la Guarda
Cuando quiere definir qué significa ser madre, Liliana Ruiz Bizarrón se llena de emociones. No encuentra palabras. Simplemente contiene el llanto.
Ella es madre de dos niños, Kennet, de 13 años y Cristian, de 10, y a sus 33 años de edad apenas va saliendo de momentos angustiosos de salud.
Hace poco menos de un mes, un paro cardiorrespiratorio la mantuvo en terapia intensiva del Hospital General. Hoy está fuera de peligro, pero la experiencia la hizo ver la vida de otra manera.
Sentada en la sala de su casa, recuerda que fue a los 20 años cuando se convirtió en madre por primera vez. Ha pasado el tiempo y todavía no lo traduce a palabras.
"Es algo muy bonito, especial...", afirma y casi de inmediato lo asocia con la angustia recién pasada.
Primero, dice, pensó en sus hijos, en su esposo, en sus padres y en sus otros nueve hijos adoptivos, los niños del Albergue Mi Ángel de la Guarda, de donde es coordinadora. Supuso un final cercano y simplemente no lo aceptaba.
"Me dio miedo, no quería que pasara nada malo. Sentía mucha angustia porque desde hace años no me paraba en un hospital. Esos momentos fueron muy difíciles", narra mientras observa una vieja fotografía donde se ve feliz al lado de su esposo.
Recuerda cuando hace 14 años salió de su natal Nayarit dispuesta a estudiar en Mazatlán, aquí vivió con dos tíos que le ayudaron a terminar su carrera en la UAS. A los 19 años ingresó al DIF como pasante, antes de terminar el servicio la contrataron.
"Desde siempre me gustaron los niños, si no hubiera estudiado Trabajo Social sería educadora", confiesa.
Liliana ha pasado por todos los programas vinculados a la atención de menores, familias vulnerables, jóvenes en riesgo de embarazo y desde hace siete años coordina el albergue.
La fortalecen mucho los buenos recuerdos de su propia familia, cree que de su madre heredó el amor por los niños y la destreza de dividir la jornada diaria para dedicarse con igual entrega tanto al trabajo como a sus hijos.
Como directora del albergue, Liliana organiza la labor de cuatro trabajadoras sociales que apoyan en los cuidados de nueve niños, gestiona apoyos, busca donativos y planea actividades.
"Las historias son tristes, difíciles. A veces no entiendo por qué se olvidan de ellos. Llegan niños de todas las edades, desnutridos, sin ropa, sin zapatos", dice al recordar su labor en el DIF Mazatlán.
Sin embargo, para los menores del albergue ella representa lo más parecido a la mamá que no tienen. Ahí ella los recibe y se preocupa por darles bienestar, como una madre.
"En mi casa me toca la otra tarea. Aquí estoy pendiente de mis hijos, de su cuidado, su comida, les ayudo con sus trabajos de la escuela y junto con mi esposo tratamos de llevarlos por buen camino", platica.
Su trabajo le deja muchas enseñanzas, algunas son tristes, pero también hay pasajes mejores.
"He visto a muchos niños irse por adopción. Cuando sus nuevos papás se los llevan se van contentos y a nosotros nos da mucho gusto saberlos con una familia, con un futuro, con unos papás de verdad", asegura.