500 días sin escuelas

    Por increíble que parezca, pronto se cumplirán 500 días desde que las escuelas en México fueron cerradas debido a la pandemia por Covid-19. En este ambiente de incertidumbre los estudiantes continuaron su trayectoria escolar a distancia mediante la estrategia “Aprende en Casa”. No obstante, numerosa evidencia ha mostrado que esto ha sido insuficiente para atender sus necesidades en los desiguales contextos en los que se encuentran. Actualmente nos ubicamos al borde de una crisis educativa y generacional silenciosa y si no le brindamos a las niñas, niños y jóvenes mecanismos de atención presencial para su bienestar, será muy difícil combatir la gravedad de la situación.

    A la fecha, aun no logra instalarse ni consolidarse la idea de que, siguiendo protocolos claros de prevención, las escuelas pueden recibir estudiantes de manera segura. En cambio, el miedo y la incertidumbre de lo que ocurriría en el regreso está presente en las voces de familias que opinan en contra de esta medida. Toda impresión al respecto es justa, la pandemia ha cambiado nuestra forma de vivir tal y como la conocíamos. Sin embargo, mantener todas las escuelas cerradas no permitirá atender a aquellos estudiantes más desfavorecidos por el distanciamiento educativo.

    Quizás haga falta volver a repetirlo. El impacto de los cierres escolares ha agravado el abandono escolar, deteriorado los niveles de aprendizaje y afectado el desarrollo socioemocional de niñas, niños y jóvenes. Asimismo, en casa, muchos alumnos están expuestos a violencia, abusos y carencias alimentarias. Es en la escuela, donde muchos de ellos encuentran un refugio de estas problemáticas.

    Pero, por supuesto, regresar a la escuela no será posible sólo por decreto. A pesar del anuncio del Presidente Andrés Manuel López Obrador, quien dijo que se reiniciarán las clases presenciales llueva, truene o relampaguee, hasta este momento no se ve un plan, un diseño ni una estrategia clara que brinde la confianza para que esto suceda. Tampoco se aprecia cómo dicho plan responde a una genuina participación de estudiantes, familias, docentes, ni cómo incorpora la evidencia disponible en los países que ya han logrado regresar a las escuelas de forma segura.

    En Sinaloa sabemos que el regreso presencial a las escuelas es posible. Los directivos y docentes que se encuentran trabajando en los Centros Comunitarios de Aprendizaje muestran que éstos pueden ser un apoyo real para que los estudiantes con mayores necesidades sigan aprendiendo. Este es el tipo de prácticas educativas que deben de comunicarse, difundirse y replicarse. No nos quedemos de brazos cruzados, es tiempo de convocar, construir y participar. La solución no es fácil, pero es necesario actuar apoyando a las comunidades escolares y dándoles la confianza a los docentes para que los alumnos puedan ser atendidos. En este camino a la escuela han pasado casi 500 días, si nos tardamos más en hacer algo por el futuro de la niñez y juventud puede que sea muy tarde.

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