Ahora es Zacatecas,
¿a quién le importa?

    La estrategia inhibidora de la Guardia Nacional parece no inhibir a nadie, excepto a las policías locales que en lugar de coordinarse con las fuerzas federales salen como ratas en quemazón en cuanto ven un operativo del Ejército, la Marina o la propia Guardia. Los estados o municipios “pacificados”, donde han bajado los delitos y los homicidios son aquellos donde un grupo ha impuesto su ley, como Nayarit y Sinaloa en el Pacífico, o Veracruz y Tamaulipas en el Golfo, es una Pax narca. La “estrategia” sin embargo no ha dado resultados en estados donde los grupos de disputan puertos fronterizos (Baja California, Sonora y Chihuahua), puertos marítimos (Quinta Roo y Colima) o las ya mencionadas rutas en el centro del País.

    Ahora es Zacatecas, particularmente el municipio de Fresnillo, el que vive una ola de violencia dantesca, inimaginable: 20 cuerpos colgados en puentes en los últimos días. La respuesta de los gobiernos locales es la misma de siempre (quizá porque son los mismos de siempre, antes en otros partidos, ahora en Morena): eso le toca a la Federación.

    El Gobierno federal, ese que dice tener una estrategia distinta a la de la época neoliberal, responde exactamente igual que en sexenios anteriores: enviando más tropas y armas.

    A tres años del Gobierno de López Obrador, vale la pena insistir en la pregunta: ¿cuál es la estrategia de pacificación del País? La violencia no baja, sigue en el punto más alto de la historia y las pequeñas fluctuaciones al alza o a la baja tienen más que ver con lo que hacen o dejan de hacer los grupos delincuenciales que lo que hace el Estado mexicano. Si ahora es Zacatecas el punto de conflicto es porque grupos rivales pelean el paso por ese estado, un punto neurálgico en la comunicación hacia el norte del País, como en algún momento lo fueron San Luis Potosí, Aguascalientes, Los Altos de Jalisco o el mismo Guanajuato.

    La estrategia inhibidora de la Guardia Nacional parece no inhibir a nadie, excepto a las policías locales que en lugar de coordinarse con las fuerzas federales salen como ratas en quemazón en cuanto ven un operativo del Ejército, la Marina o la propia Guardia. Los estados o municipios “pacificados”, donde han bajado los delitos y los homicidios son aquellos donde un grupo ha impuesto su ley, como Nayarit y Sinaloa en el Pacífico, o Veracruz y Tamaulipas en el Golfo, es una Pax narca. La “estrategia” sin embargo no ha dado resultados en estados donde los grupos de disputan puertos fronterizos (Baja California, Sonora y Chihuahua), puertos marítimos (Quinta Roo y Colima) o las ya mencionadas rutas en el centro del País.

    El otro brazo de la pinza, de acuerdo con lo que se planteó hace tres años, sería quitarle bases al crimen organizado a través de programas sociales, lo cual claramente no ha sucedido y atacar el origen de los recursos a través de la Unidad de Inteligencia Financiera. La UIF terminó persiguiendo más a los enemigos del régimen que al crimen organizado y lo poco que sí hizo, como la operación Agave Azul, nunca se tradujo en una investigación de la Fiscalía por lavado de dinero.

    Pese a la falta de resultados no se ve una preocupación de los gobiernos por hacer algo distinto. Nadie, ni gobernadores, ni alcaldes ni el Gobierno federal, está conforme con los resultados, pero ninguno quiere dar un paso al frente. Pareciera que la apuesta de todos es administrar el problema y que para López Obrador no aumentar la violencia es un buen resultado. Mientras no se refleje en las encuestas ¿a quién le importa?

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