Aspiración

La aspiración al establecimiento de la democracia en este país ha sido permanente durante el devenir histórico de esta gran nación. La historia registra incontables episodios, suscitados en el fragor de las luchas por ampliar las libertades ciudadanas. El pueblo nunca ha desistido en su empeño de que la democracia sea parte intrínseca de la convivencia social.

Estamos ciertos que nunca se había avanzado tanto en este propósito de establecer la democracia como en el actual sexenio, los hechos hablan más que las palabras. Esto lo van a comprobar los mexicanos, cada vez de manera más tangible, en los procesos electorales que vienen. No hablamos al tanteo, se va a comprobar tanto en la elección a la Gubernatura del estado de Coahuila como en la del Estado de México. Y, sin duda, esta limpieza electoral será igualmente notable en la elección presidencial del 2024, evento donde va a quedar de manifiesto lo que señalamos enfáticamente.

La democracia representa un fin en sí misma, por su relevancia al fortalecer la participación de mujeres y hombres, que siempre han mostrado su irrenunciable deseo de, con plena libertad, nombrar a sus gobernantes, y hasta de deponerlos sin ningún miramiento cuando fallen en el estricto cumplimiento del mandato popular; esa tiene que ser la regla infalible para el fortalecimiento de la democracia en este país.

Se ha avanzado un largo trecho por lograr el objetivo de que en este país sea la democracia la piedra angular de todo el quehacer político, una democracia directa, sin corta pisas, como lo mandata la Constitución. Ahora el país, después de décadas de autoritarismo y burlas a la voluntad popular, marcha por el sendero por donde debe caminar sin contratiempos la consolidación de la democracia en la vida política y social. Ese ideal de este noble pueblo, estamos seguros, que seguirá perfeccionándose hasta que sea una práctica cotidiana, una cultura y una realidad incontrovertible.

Y, repito, esto lo vamos a ver en los hechos en las próximas elecciones, nada de escamotear el sufragio de los ciudadanos como en el pasado. En el presente, el voto ciudadano es infalible, no habrá obstáculo que perturbe ese derecho consagrado en nuestra Carta Magna. Por eso, los ciudadanos se muestran contentos y entusiastas, seguros que su decisión cuenta y se cuenta, lo que decidan será un imperativo, una expresión soberana de establecer la forma de gobierno que mejor les plazca, sin injerencia de ningún género que influya en su decisión libre sobre el futuro político de la nación.

Desde luego, los partidos políticos tradicionales, que cuentan en su historia con prácticas de fraudes electorales, no eximimos que pretendan reincidir en sus prácticas del pasado. Traen, lamentablemente, en sus genes, la inclinación a manipular, comprar y hasta torcer la voluntad ciudadana.

La democracia es la mejor fórmula para una sana convivencia entre los ciudadanos, e incluso entre las naciones. Sabemos que vivimos una época de incertidumbre y hasta de conflictos bélicos en algunas partes del mundo. A esto se suma una crisis mundial de desabasto de energéticos y una inflación de los productos básicos, tan necesarios para la subsistencia humana.

La humanidad atraviesa por una etapa de desconcierto y fragilidad, esa es una verdad inocultable. Sin embargo, pese a esos nubarrones globales, esperamos que los presagios apocalípticos se disipen, gracias a los buenos oficios de los gobernantes del mundo y, sobre todo, porque se imponga el interés de los pueblos sobre el interés de las élites.

“El respeto al derecho ajeno, es la paz”, esto deben entenderlo los gobiernos de todo el planeta. La paz mundial y la sana convivencia dentro de las naciones, solo se podrán alcanzar por medio de la democracia, y eso implica que debe cesar esa inercia autocrática de los interese fácticos que, a toda costa, tratan de imponerse sobre los más débiles.