Cómo nos ven desde afuera

LETRAS DE MAQUÍO

Al escribir este artículo vengo de regreso de Salt Lake City, Utah, después de haber asistido a un seminario de tres días sobre México (prospecto de cooperación mutua en comercio e inversión).

Dicho evento fue organizado por el Snowbird Institute y contó con la asistencia, muy representativa, de profesores de universidades de Utah, Stanford, Colegio de México, entre otros. Además asistieron empresarios de alto nivel de ambas naciones, así como representantes del sector público. Es importante notar que gente del Fondo Monetario Internacional y del Banco de América también asistieron.

En general se puede decir que el grupo era muy representativo en calidad, y lo suficientemente pequeño para permitir el diálogo y la discusión entre todos los asistentes.

Temas económicos, políticos y sociales fueron discutidos con profundo conocimiento y participación activa de los concurrentes en una atmósfera de camaradería y comprensión propiciado por los organizadores. A mí me tocó disertar conjuntamente con Clark W. Reynolds, de la Universidad de Stanford, quien puso gran énfasis en la necesidad de coordinar esfuerzos para superar las crisis que afectan a ambos países, ya que existe una gran complementariedad entre nuestras relaciones sociopolíticas que no han sido aprovechadas en beneficio mutuo.

El profesor Reynolds apuntó cómo el excesivo proteccionismo, a través de varios lustros, creó ineficiencia en México, que había sido cobijado por el boom petrolero que hizo crecer el mercado sin que se aumentara la productividad. Se puso énfasis en la sustitución de importaciones, pero se mantuvo sobrevaluado el peso y nos olvidamos de las exportaciones no petroleras. Además de que se invirtió ineficientemente en algunos casos, como lo fue en la generación de energía nuclear en Laguna Verde.

Pero quizá lo más importante que comentó el economista fue lo siguiente, que traduzco textualmente:

Cualquier boom en la economía, probablemente acarrea una ola de quiebras financieras cuando repunta hacia abajo como resultado de las correcciones que la demanda requiere.

Como ambos, sector público y privado, han sido víctimas de un optimismo irracional, cuando el ajuste viene, no es sorprenden que el mercado de créditos, también irracionalmente, se columpie creando expectativas negativas.

Así, pues, cuando se va hacia arriba, la oferta de dinero es abundante y barata, pero una vez caído en la crisis sucede lo contrario. Lo mismo sucede con la paridad. El peso estuvo cuando menos 30 por ciento sobrevaluado al principio de 1982 y ahora se encuentra 30 por ciento subvaluado”.

Luego nos dijo que cuando las circunstancias alcanzan proporciones sin precedentes, como el caso de México, no hay más alternativa que Estados Unidos facilite el pago de la deuda, alargando nuestros vencimientos y bajando el interés real.

Otra de las presentaciones que más me impresionaron fue la del señor William Dale, del Fondo Monetario Internacional, quien expresó que desde 1954, cuando México devaluó, así como en 1976 y ahora, el Fondo ha cambiado sus reglas de operación tratando de auxiliar a nuestro País. En general la impresión que me traigo es que efectivamente todo el mundo desea ayudarnos a que superemos la crisis.

Finalmente, el señor William Bill Baldin dijo algo que ningún empresario mexicano pudo haber planteado mejor: que no le cabía la menor duda de que el gobierno mexicano sabría sortear las crisis, pero que el sector privado no tiene nieve vidas para aguantar a todo lo que ha sido sometido: controles de precios, escasez de crédito que los obligó a endeudarse en dólares, devaluación con cuantiosísimas pérdidas, carencia de divisas (el Gobierno agarra primero), falta de materias primas para seguir trabajando; créditos escasos. (La captación bancaria ha sido grande, pero casi toda se la está llevando el gobierno).

A lo anterior yo añadiría atenciones sociales e incomprensión por parte de funcionarios que jamás han sabido lo que es tener que conseguir la raya; ataques de líderes obreros, que justifican la crisis tomando a la empresa de chivo expiatorio, etcétera.

Pero después de todo concluyó Mr. Baldin, tendrán que ser las empresas y los empresarios los que habrán de sufrir más, ser los incomprendidos; pero serán ellos los que tendrán que sacar a México adelante.

Que así sea, Mr. Baldin, y Dios le dé la razón por el bien de todos.

Miércoles 27 de abril, 1983.

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