Creced y
multipli-CAOS (3)

BUHEDERA
    El pueblo pone y el pueblo quita. Por qué entonces darle el lugar de honor al Presidente de Cuba en la celebración de la Independencia, que ni fue puesto por el pueblo cubano ni tiene la posibilidad de quitarlo. Me pregunto.

    Contesta el Jaime: ¿Pro-vida por acción (prohibido el aborto) o Pro-vida por omisión (no obedecer el mandato de reproducirse al máximo)?

    ¿No tienen derecho todos los óvulos de convertirse en bebés?

    ¿No tienen la obligación las mujeres de convertir todos sus óvulos en bebés y engendrar unos, digamos, 30 hijos?

    ¿Protegemos al no-nacido de que se evite su nacimiento por acción u omisión o protegemos a la madre también en alguna circunstancia extraordinaria (violación, riesgo de muerte, etc.)?

    En caso de considerar también el bienestar de la madre y no solo al derecho del óvulo de ser fecundado (o al del cigoto, o al del embrión, o al del feto). ¿Hasta qué punto protegemos a uno desconsiderando al otro?

    ¿Protegemos la vida del no-nacido aún si lo que le espera es dolor y miseria cuando llegue a ser un bebé o es mejor que ni se entere de que podría nacer?

    ¿Aceptamos excepciones a la regla general de que todo mundo es en general, pro-vida o nunca aceptaremos un aborto inducido bajo ninguna circunstancia?

    ¿Si una mujer está embarazada con riesgo de perder la criatura, la obligamos a guardar cama o coserle el útero?

    Gerardo De la Concha:

    “Creo que nunca se debe comparar el agua con el aceite. Todo lo de la guerra, Hidalgo, la autodefensa en un asalto, etcétera, ¿qué tiene que ver con el aborto? ¿Que el aborto es una autodefensa? ¿Que asesinar al no-nacido se justifica igual que matar a un delincuente? Está igual esto que tratar de reducir al absurdo los argumentos anti-aborto y decir que se defiende el ‘derecho’ de todos los espermatozoides a ser concebidos.

    Puse la referencia de Pasolini y su clara postura contra el aborto, para demostrar cómo un artista, comunista, homosexual y antifascista se oponía, mientras que para (cierto escritor) no participar de la corriente políticamente correcta a favor del aborto lo convierte a uno, según él, en un ‘fascista’.

    Sobre la decisión de la Suprema Corte. Al despenalizar el aborto en general está autorizando a matar en el vientre materno a la vida concebida. La ley ya establece que en caso de riesgo de la madre o de ser producto de una violación, el aborto se autoriza. Es decir, es legal con estas causales. Lo que hicieron estos ministros serviles del Ejecutivo, es decir, de otro poder, es ser serviles también a lo políticamente correcto, que es la causa que promueve el aborto en general como un ‘derecho de las mujeres’. A ser libres en esa decisión. Nadie niega el derecho de las mujeres a decidir coger, lo que negamos es su ‘derecho’ a matar al producto de su calentura.

    El otro día leí en un artículo de Reforma a una sinvergüenza que ‘confesaba’ haber abortado dos veces. Es increíble que una mujer ilustrada confiese que no sabe usar anticonceptivos. En este punto me separo de la postura de la Iglesia católica, con la que comparto su oposición al aborto pero no en el uso de los anticonceptivos. En esta época ya no se vale la irresponsabilidad de coger sin querer hijos y no usar entonces anticonceptivos o condón.

    Volviendo al tema del aborto. Aunque algunos pensamos que sigue siendo un asesinato, nadie hace una causa desaparecer de la ley que permita el aborto por el riesgo comprobado de la madre o por ser producto de una violación. Ahí, en mi caso, compadezco profundamente a las mujeres que viven esa situación trágica. Y pienso como en la sentencia latina, la ley puede ser dura pero es la ley.

    Mi experiencia es otra. Mi madre me concibió y cuando yo --ojo, nótese el uso del yo, es decir de una persona-- estaba en su vientre, los médicos le recomendaron que me abortara, pero ella, mujer católica y congruente, por fortuna se negó a hacerlo. Se encomendó a un santo, Gerardo María Mayela, el abogado de las causas difíciles y bueno, aquí estoy, en este momento discutiendo con mis amigos un tema tan delicado. Mi esposa Ros, ella no católica, vivió un problema similar. Mi hijo Felipe puso en riesgo su vida y también los médicos recomendaron que ella lo abortara. Pero mi mujer se negó y corrió el riesgo. Por fortuna superó esa difícil circunstancia, sigue conmigo y mi hijo Felipe es hoy un escritor de culto con el nombre de Damián Shell --hay quien dice que es mejor que yo, lo cual me enorgullece-- y fundó una empresa casi filantrópica --hoy en quiebra gracias a López Obrador y la pandemia. Tanto mi hijo como yo somos el fruto de la decisión de dos mujeres que fueron madres por una decisión que fue finalmente afortunada.

    Ahora quiero mencionar el tema del aborto por causas económicas. Es un argumento horrible, igual al sostenido por alguna élite mundial prácticamente genocida. ¿O sea que se debe fomentar el asesinato del no nacido para eliminar la sobrepoblación o la pobreza? Es decir, que además de auspiciar la degradación social, se quiere fomentar que el pobre, por serlo, niegue en sí mismo y para sí mismo el sagrado derecho a la vida concebida. Lo que se debe fomentar es el uso de los anticonceptivos y del ejercicio responsable de la sexualidad.

    Por razones que no viene al caso mencionar aquí, la familia de mis padres se vio destruida y yo terminé un tiempo en un orfanatorio. Si, fui pobre y viví la dura experiencia de la miseria. Que me hubieran abortado para evitarme esto creo que, aunque se hubiese sabido lo que iba a pasar, no habría sido una buena solución. Nótese la ironía.

    A mí me parece que no hay argumentos válidos a favor del aborto generalizado. Es un asesinato de una vida concebida y de un proyecto de vida que somos las personas existentes, como dice Marcos Barraza, desde que estamos en el vientre materno hasta nuestra muerte”.

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