Michel de Montaigne
    Por qué la ira, por qué ese enfado profundo, por qué el odio como perversa brújula. Para servir bien a un país, se debe cultivar la empatía, entender y querer a los otros. Para ello se necesita estar en paz con uno mismo. Una guerra interna, un alma insatisfecha, sólo puede guiar al abismo.

    Por qué la ira, por qué ese enfado profundo, por qué el odio como perversa brújula. Para servir bien a un país, se debe cultivar la empatía, entender y querer a los otros. Para ello se necesita estar en paz con uno mismo. Una guerra interna, un alma insatisfecha, sólo puede guiar al abismo.

    Llegó el centenario. Hubo una ceremonia empequeñecida intencionalmente. Cuántos países miran a México asombrados por esas instituciones. Fue Álvaro Obregón quien dio el último impulso legal. Fue José Vasconcelos quien recibió el encargo de darle vida. A ellos se debe rendir tributo. Pero hay más, por esa institución han pasado muchos mexicanos ilustres, cultos, estudiosos, preparados, amantes del conocimiento, de la niñez, de la juventud, de la posibilidad de fomentar mejores seres humanos. Con todos sus defectos y limitaciones, la SEP es una gran institución. Pero festejar su creación suponía reconocer a otros y para eso se necesitan... almas grandes.

    La mezquindad, esa “falta de generosidad y nobleza”, esa ruindad que se destila todos los días y que impregna a la administración, ganó la batalla. Antes de mí, de nosotros, todo era podredumbre. ¿Cómo explicarlo? La SEP es el principal hogar nacional de la transformación humana, del conocimiento, de la movilidad. Quizá estamos ante una malformación ética mayor: el conocimiento es el enemigo. Por eso los ataques en contra de la ciencia desde el primer día, por eso las críticas sistemáticas a especialistas, a profesionistas, el único que sabe soy yo, esa es la médula de mi poder. Nosotros calificamos a la ciencia como “neoliberal” ¿¿¿???, decidimos que ganan mucho y son unos flojos, que roban, aunque no sea cierto, nosotros odiamos que sepan más y, como somos muy ignorantes, tenemos muchos enemigos. Los que van a Harvard quieren aprender a robar. La universidad más antigua de los EEUU, es la cuna de nuestros enemigos. Veritas es su lema, pero la verdad no puede ser independiente de mi cabeza. Habla por sus egresados: los dos Roosevelt, John F. Kennedy y B. Obama, entre otros, verdaderos líderes, con almas grandes. Poetas, médicos célebres, de Ralph Waldo Emerson a Yo-Yo Ma. A los científicos ni para qué mencionarlos, no les dicen nada. Harvard es una escuela de rateros, punto.

    En ese ánimo de mezquindad, de inseguridad, se atacó al ITAM, al CIDE -al que parecieran querer destruir- es el mismo impulso que guio la desaparición de fondos con quehaceres que ellos no entienden. En esa pulsión destructora del conocimiento y por ende impulsora de la ignorancia, se explican los varios ataques a otra institución que es orgullo nacional: la UNAM. “...son de derecha... no estuvieron a la altura...” cómplices del saqueo, sin compromiso con la Nación. Sólo yo entiendo ese compromiso. El enojo proviene de la verdadera pluralidad que escapa a su control, esa pluralidad que permitió a muchos universitarios votar por él y que ahora -en las elecciones del 2021- cambiaron su sentir. Esa es la libertad que marca a nuestra institución. Pero esa pulsión por controlar las mentes se va contra todos. Cómo va a ser que OSCs atiendan a los mexicanos. Ese es nuestro territorio, nuestro coto, apriétenles el cuello, asfíxienlas.

    El enojo, la ira proviene de la pluralidad en sí misma, que tiene un fuerte bastión en la UNAM. La ira brota por la incapacidad moral de reconocer a los que sí crearon instituciones y las desarrollaron. Sin la SEP, sin la UNAM, madre de muchas otras universidades, sería imposible explicar al México moderno que surgió en el siglo XX y que todos los días aspira a ser mejor. De dónde salieron muchos de los mejores ingenieros, médicos, abogados, biólogos, astrónomos, etc.

    La UNAM no necesita defensa, prevalecerá. Qué orgullo ser PUMA. Pero el ataque demanda explicación. Diría San Agustín: “El alma desordenada lleva en su culpa la pena”.

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