Delirium Covid

Alejandro De la Garza
    Milan Kundera niega la posibilidad de evolución en el arte. Una novela moderna no es necesariamente mejor ni más evolucionada contrastada con una novela romántica o una clásica. Un Picasso no es mejor que un Rubens, insiste, o un Klee que un Goya, simplemente cambian sus valores estéticos, son distintos.

    El sino del escorpión no fue librar la pandemia sin contagio. Por fortuna, el virus alcanzó al alacrán a casi dos meses de estar ya protegido con la doble dosis de la vacuna AstraZeneca y, gracias a ello, los síntomas y las consecuencias del contagio no han sido tan difíciles en esta primera semana.

    La detección positiva mediante la prueba de antígenos ocurrió el lunes 6 de septiembre, tras los primeros síntomas: escalofríos, malestar general, dolor de cabeza, flujo nasal constante. Lo más seguro es que el contagio haya ocurrido en el transporte público, pues las necesidades laborales obligan al arácnido a transportarse diariamente en el Metro desde hace dos meses. La primera reflexión del escorpión luego del anuncio fue para los amigos idos a causa del virus y para las hasta entonces 264 mil víctimas mortales de la enfermedad en nuestro país, según las cifras oficiales (aunque sabemos de la imprecisión de esta cantidad y de su probable aumento al realizarse la cuenta final). También acudieron a la memoria quienes pudieron vencer al virus, incluida la hija del escorpión, quien, gracias a su juventud y su buen estado físico de adulto joven, salió airosa luego del tratamiento médico y el confinamiento de quince días.

    Luego siguió la consulta médica por videollamada, el tratamiento, las medicinas recomendadas y la disposición a confinarse al menos entre 10 y 12 días, según el comportamiento del virus, el sistema inmunológico y la efectividad de la vacuna. La organización de los pendientes laborales y la reorganización del trabajo a distancia entretuvieron al escorpión un día completo. Para cuando por fin pudo meterse a la cama bien abrigado y medicado, tuvo que salir corriendo a la calle, bajo la lluvia y el frío de las 9 de la noche, a causa del sismo del martes 7 de septiembre. Desde entonces, el escorpión se guarda en su nido, al fondo de la grieta en el muro.

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    En su confinamiento, el alacrán lee sobre la discusión en torno a la literatura y su “progreso”. ¿Realmente progresa, la literatura? Y de ser así ¿Cómo lo hace? ¿Se transforma, evoluciona, muta? Milan Kundera niega la posibilidad de evolución en el arte. Una novela moderna no es necesariamente mejor ni más evolucionada contrastada con una novela romántica o una clásica. Un Picasso no es mejor que un Rubens, insiste, o un Klee que un Goya, simplemente cambian sus valores estéticos, son distintos. La historia del arte, y la historia de la novela dentro de ésta, es autónoma y distinta a la historia de las ciencias y la técnica, disciplinas donde se avanza y evoluciona, donde cada descubrimiento supera al anterior. Kundera asegura que, aplicada a la literatura, la noción de Historia no tiene que ver con el progreso, pues no implica perfeccionamiento ni mejora ni progresión. “La ambición de un novelista no es hacerlo mejor que sus predecesores, sino ver lo que aquellos no han visto, decir lo que aquellos no han dicho”, reitera. Así entendemos, por ejemplo, que la poética de Flaubert no desmienta a la de Balzac.

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    Leo en su ensayo “Los nuevos buscadores del placer”, cómo José Joaquín Blanco nos propone “esa cosa mental” que cada cual se inventa para vivir mejor y placenteramente las grises tramas municipales de la vida en la urbe moderna. El placer rebelde, la música irreverente, las prácticas contraculturales o de rechazo, el ejercicio de la creatividad, siempre tienen “esa cosa mental” de la cual disfrutamos de manera autónoma, esa vida interior.

    “La vida es una mentira que uno se inventa, y la goza al inventársela, hasta que descubre (y más le vale que ello ocurra en la alta vejez) que todo era un cuento incontrolable, escasamente voluntario, que se iba contando a sí mismo; o que su tiempo le iba contando sobre la marcha, permitiéndole sentirse un pequeño protagonista azorado”, escribe Blanco.

    Así aboga por recuperar esa fuerza utópica de buscar intensidades a la vida urbana y suburbana, “esa obsesión de vivir cada día como episodio de una gran batalla personal con grandes triunfos y conquistas”, pero cuya ausencia, advierte, marca “el brutal desencanto industrializado de las poblaciones modernas...”.

    Para muchos la literatura solía ser ese sueño, esa cosa mental, esa utopía hoy banalizada al punto de escribir un libro para obtener “likes”.

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    La oxigenación, la temperatura, la presión, todo bien, por fortuna, en esta primera semana de COVID. Viene la segunda, la más peligrosa por la posibilidad de neumonía, advierten los médicos. El escorpión está amorosamente agradecido con quien lo cuida en estos días.

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