La sola idea de que alguien reaccione frente al origen nacional de otro sin siquiera conocerle es inaceptable y no debe permitirse

    La discriminación es una de las actitudes más deplorables del ser humano, sin embargo, la xenofobia es una de sus expresiones más ridículas. Despreciar, denigrar y hasta odiar a alguien por su solo origen nacional y su condición de extranjero es tan absurdo como asociar al lugar donde cada uno nace, toda una serie de características y generalizaciones. La sola idea de que alguien reaccione frente al origen nacional de otro sin siquiera conocerle es inaceptable y no debe permitirse. Cuando se trata de conductas personales de xenofobia es probable que estemos frente a situaciones de inseguridad personal de quienes se envalentonan ante la posibilidad de humillar a otro, pero cuando se trata de prácticas sociales es momento de poner un alto en colectivo y no permitir la réplica de un discurso xenofóbico que nos envilece a todos.

    Como ocurre con el machismo como práctica social compleja por sus múltiples formas y lo arraigado que está en nuestra sociedad, con la xenofobia ocurre lo mismo, la tenemos frente a nosotros todos los días, en muchas formas y tamaños y no la alcanzamos a identificar del todo. Así, se nos pasa como dato irrelevante calificar de potenciales infractores a ciertas nacionalidades. En los medios de comunicación, sobre todo los escritos, se suelen enfatizar con ligereza y hasta por convicción editorial, el origen nacional de los miembros de una banda de criminales, como si fuera prudente asociar un acto criminal a una nacionalidad. Así lo hizo Trump con los mexicanos y así lo hacen frecuentemente medios de comunicación mexicanos sobre todo con ciertas nacionalidades. Un ejemplo es la manera como se habla de “médicos cubanos” en un intento para disminuir el profesionalismo de todo un gremio. Durante el momento más duro de la pandemia llegaron al país varios cientos de médicos cubanos para apoyar las labores de atención hospitalaria. En ese contexto, hubo voces que cuestionaron la capacidad profesional de dichos médicos, pero anteponiendo siempre su nacionalidad, lo que constituye la esencia, nada sutil, para alimentar la xenofobia. Obviamente el rechazo mezclaba cuestiones ideológicas, golpeteo político y supuesta denuncia de proselitismo ideológico a favor del comunismo, como si ser cubano se pudiera reducir a una ideología política y a que todo nacional de esa isla fuera un agente infiltrado.

    ¿Parece chiste? Agárrense. Actualmente un Senador del Partido Acción Nacional (PAN) ha emprendido una campaña para poner en duda la calificación profesional de los médicos cubanos que han viajado a distintos países en una misión de apoyo estrictamente desde su trinchera. Si bien se trata de un tema de tipo político, el punto que aquí interesa es mostrar que este tipo de campañas se montan sobre un sustrato de xenofobia cuando se generaliza una descalificación de profesionales de muy diverso nivel y especialidad a partir de la mención reiterada de su origen nacional. Esta es una estrategia muy usada entre los grupos de ultraderecha en distintos países, sobre todo Europa, sobre todo España.

    El tema se vuelve relevante no porque sea una novedad en México sino por el contrario, porque ha estado presente como parte de nuestra cultura política ancestral que no confrontamos abiertamente y ni siquiera la tenemos tan clara como parte de los prejuicios y descalificaciones a priori que se pueden llegar a hacer de una persona al anteponer su nacionalidad a otras tantas características. Esta reflexión cobra sentido en un momento especial para el país porque se está experimentando un flujo migratorio inusual de personas migrantes, sobre todo haitianos, hondureños, cubanos, venezolanos. Es ahora cuando se hace más importante que nunca ser conscientes del tipo de reacciones, comentarios y construcciones hasta históricas que pueden alimentar la xenofobia y, por el contrario, reconocer cuáles actitudes pueden convocar a la comprensión de que la movilidad internacional es parte de la condición contemporánea del planeta que compartimos. A lo mejor es tiempo de aceptar que “geografía es destino” y que hace muchas décadas México es el principal país de tránsito migratorio del mundo.

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