Elecciones en la pandemia

ALDEA 21
    En nuestro País, el fenómeno del abstencionismo ha estado siempre presente y ha sido uno de los principales retos de nuestra democracia. Si bien la elección del 2018 fue considerada de alta participación, la abstención alcanzó un 36.5 por ciento, mientras que para 2019 en las entidades con elecciones locales alcanzó un 67 por ciento en seis entidades, en promedio, sólo acudieron a votar tres de cada 10 personas.

    Ante la presencia todavía muy patente de la pandemia y sus consabidas amenazas de repunte ante una inevitable tercera ola de contagios, el actual proceso electoral se verá profundamente afectado, como todas las actividades y ámbitos que desde hace un año se padecen en el país y el mundo por la enfermedad del Covid-19.

    En lo que va de esta crisis sanitaria, por lo menos 72 procesos electorales en el mundo se pospusieron o suspendieron, los que no sólo sufrieron alteraciones en sus actividades programadas, sino que aquellos que finalmente se realizaron, tuvieron que modificar sus procesos y protocolos acostumbrados, viéndose afectados prácticamente desde la organización electoral del proceso hasta el momento de la votación. Lo mismo sucedió con las campañas electorales y en las actividades propias de observación y defensa del voto durante el día de la jornada electoral.

    Otro aspecto importante a considerar son los niveles de abstencionismo que ha generado la pandemia, por ejemplo en las elecciones del año pasado en París, alcanzó un nivel del 56 por ciento de abstención en un universo de 48 millones de electores, que prácticamente dieron la espalda a las urnas.

    En nuestro País, el fenómeno del abstencionismo ha estado siempre presente y ha sido uno de los principales retos de nuestra democracia. Si bien la elección del 2018 fue considerada de alta participación, la abstención alcanzó un 36.5 por ciento, mientras que para 2019 en las entidades con elecciones locales alcanzó un 67 por ciento en seis entidades, en promedio, sólo acudieron a votar tres de cada 10 personas. De igual forma, en la elecciones de 2020 en el estado de Coahuila la abstención alcanzó un 60.4 y en Hidalgo un 46.2 por ciento, aunque de acuerdo al resultado de las anteriores elecciones fue poca la variación, por lo que se considera que a pesar de la pandemia, los electores prácticamente mantuvieron la misma participación.

    Sin duda el fantasma del abstencionismo adquiere características diferentes en cada entidad, por lo que en Sinaloa será un elemento a considerar debido a su proclive variación dependiendo de diversos factores, principalmente el de la participación ciudadana, pero también la capacidad de los partidos para movilizar a sus votantes el día de la elección. Además del elemento de la pandemia, según se hayan logrado avances en la vacunación y se controlen los niveles de contagio para esas fechas.

    De cualquier forma, en una elección competida como la que se espera en la entidad, este factor numérico puede marcar la diferencia, por lo que mantiene su relevancia el fenómeno del abstencionismo para valorar los niveles de riesgo en las expectativas trazadas y el resultado final. No es lo mismo definir la orientación de la votación a través de una encuesta telefónica, que ir a votar en medio de una pandemia.

    En otro sentido, para la politóloga y especialista en temas electorales, Karolina M. Gilas, las campañas virtuales deberán ser uno de los espacios de mayor innovación y grandes desafíos en las elecciones de 2021. En este nuevo contexto se abre la oportunidad para que la ciudadanía adquiera un mayor protagonismo en las campañas, creando contenidos y tomando un papel más activo en los debates públicos.

    Para Gilas, un escenario visible es la utilización de tres mecanismos digitales: redes sociales, aplicaciones específicas para las campañas y publicidad pagada en las redes sociales. De ahí que este tránsito hacia la virtualidad presenta, en la lógica de las regulaciones electorales y las dinámicas observadas en los procesos previos y en otras latitudes, al menos tres problemáticas que vale la pena analizar y seguir en los próximos meses: El uso de datos personales. No solo para posicionar y difundir sus mensajes o generar debate público, sino también para recopilar información sobre las preferencias de las y los electores, con el objetivo de utilizarla para perfeccionar sus estrategias de campaña.

    Influencia externa. Tomando como ejemplo el caso estadounidense de 2016 y el referéndum sobre el Brexit en el que se han reportado y documentado intentos de influencia externa encaminada a inclinar las preferencias electorales a favor de una de las opciones políticas participantes.

    Noticias falsas. La creación y difusión de noticias falsas es ahora muy común en internet y, en especial, en las redes sociales. Esta herramienta es cada vez más utilizada: como ejemplo tenemos las elecciones de 2018, en el que se estima que al menos 100 noticias falsas fueron difundidas.

    Estos entre otros muchos aspectos, son los que vienen a modificar las prácticas y protocolos de una elección ciertamente inédita y compleja, no sólo por ser la elección más grande en la historia del País y celebrarse en medio de una letal pandemia, sino porque ante su peculiar complejidad, se convierte al mismo tiempo en un reto inusitado de cambio de paradigma político electoral, en que se modifican las interrogantes y los supuestos tradicionales.

    Tarea nada sencilla serán los esfuerzos por cambiar la estructura lógica y mental de los actores políticos y equipos de campaña frente a las restricciones sanitarias y los viejos esquemas de usos y costumbres de proselitismo.

    Hasta aquí mis comentarios, los espero en este espacio el próximo martes.

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