Más allá de las especulaciones, el estallido del Barra 16.04 expone el asentamiento de un tipo muy usual de terrorismo, pero que en México no había sido practicado, y que confirma la expansión de recursos de intimidación y ataque que las organizaciones criminales detentan para mantener activas sus fuentes de recursos y extender su empoderamiento en nuestro país, lo cual viene a ser como la cereza en el fatídico pastel de la violencia.

    El crimen que el domingo anterior se registró en Salamanca, Guanajuato, en donde perdieron la vida el propietario y el gerente de un restaurante, evidenció la práctica del terrorismo en su modalidad dirigida, pues el acto se consumó mediante la entrega de un paquete ornado con un moño, lo cual indicaba la presencia de un regalo que al ser abierto detonó el estallido del letal contenido explosivo.

    Aunque en la misma ciudad de Salamanca existen antecedentes del uso de material explosivo en dos fallidos atentados contra la refinería de Pemex, esta vez se consumó el criminal objetivo que estuvo específicamente destinado para quienes resultaron víctimas.

    A reserva de lo que informen las investigaciones del caso, surgen varias hipótesis, entre las que destaca la presencia del crimen organizado en supuesta represalia porque la acción extorsionadora por parte de alguno de los cárteles no había sido satisfecha por los empresarios del restaurante Barra 16.04. Se intuye que, al tiempo de cobrarse criminalmente ese tipo de deuda, se consuma este acto de terrorismo hormiga para presionar mediante el temor a los demás “deudores” del ilícito derecho de piso impuesto por la delincuencia.

    Más allá de las especulaciones, el estallido del Barra 16.04 expone el asentamiento de un tipo muy usual de terrorismo, pero que en México no había sido practicado, y que confirma la expansión de recursos de intimidación y ataque que las organizaciones criminales detentan para mantener activas sus fuentes de recursos y extender su empoderamiento en nuestro país, lo cual viene a ser como la cereza en el fatídico pastel de la violencia.

    En este aciago tema destaca el antecedente del atentado terrorista consumado en la plaza principal de la ciudad de Morelia durante la celebración del Grito el 15 de septiembre de 2008, con un saldo de 17 muertos y 132 heridos, al estallar una bomba. Ese acto se ciñó a la forma universal en la que el objetivo del crimen es causar el mayor número posible de decesos y de daños. Ahora, en Salamanca se ha aplicado el terrorismo dirigido cuya intención letal tiene dedicatoria específica, esto es que se enfoca a determinadas víctimas, pero cuya resonancia es igualmente la generación del terror.

    Ante esta ya cursante variación de la violencia criminal surge como paradójica, por desesperada, la esperanza de que, de alguna forma, se convirtiese en realidad el sentido de las consignas proclamadas el martes anterior por Rosa Isela Rodríguez, Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, durante su comparecencia en el Senado de la República, donde apunto: “No venimos a ganar una guerra, venimos a ganar la paz”. Y reivindicó: “Abrazos, no balazos”, no significa que estemos cruzados de brazos”. Por su contenido, estas frases se antojan emblemáticas, pero también, ante la realidad actual, se perciben utópicas.

    Y a manera de colofón referencial acude una inevitable añoranza en relación con épocas pasadas, cuando las diferencias entre los cárteles del narcotráfico se dirimían con precisión quirúrgica; es decir que las ejecuciones cobraban solamente la vida de las personas por algún motivo sentenciadas. Esto es que se evitaba lesionar a personas ajenas. Tales escrúpulos han pasado a la historia, y hoy se dan casos en que son más las víctimas inocentes que los meros destinatarios de esos operativos. La actitud actual refleja un proceso de deshumanización en el que también late el terrorismo.

    Pero, si en el área de la seguridad y protección ciudadana se presentan nuevas amenazas de la violencia criminal, la información oficial de las autoridades de Salud en torno a la ruta crítica de la pandemia del Covid-19 revela que durante las ocho semanas más recientes se ha mantenido una tendencia a la baja que a la fecha se estima en un 25 por ciento.

    Sin embargo, esta noticia no alcanza a ser alentadora, toda vez que en ocasiones anteriores ya se han registrado declinaciones pandémicas que sólo han resultado lapsos de tregua antes de rebrotar mediante nuevas variantes virales. Más vale mantenerse en guardia.

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