Irresponsabilidad estructural

    El informe es claro al respecto: no fue el sismo de 2017 lo que dañó la estructura de la Línea 12, sino su pésimo diseño y construcción. Lo que parecía ser el broche de oro con que Marcelo Ebrard cerró su gestión al frente del gobierno capitalino, resultó ser un castillo de naipes.

    Tras varias postergaciones, se dio a conocer el tan esperado informe de ingeniería forense. Det Norske Veritas, la compañía noruega que se encargó de realizar el peritaje, confirmó lo que ya se había dado a conocer en las primeras declaraciones ofrecidas por las autoridades capitalinas.

    La estructura de esta parte de la Línea 12 del Metro, dice el dictamen, “estaba operando como dos vigas paralelas independientes, una viga de concreto y una viga de acero, que experimentaron condiciones de carga para las que no estaban diseñadas”.

    A esto, hay que agregar otras fallas que aceleraron el colapso: había vigas mecánicamente fatigadas (torcidas, pandeadas), la soldadura y colocación de muchos pernos fue inadecuada (solo una viga los tenía bien instalados) y, entre otras cosas más, “los orificios que se usaron para tener acceso a las vigas de acero para soldar los pernos se hicieron después de que se colocaron las losas de concreto sobre la parte superior”. Estas irregularidades sumadas a la falta de un mantenimiento adecuado, fueron la antesala de una “irresponsabilidad estructural” que tarde o temprano terminaría en desgracia.

    Más allá de la cuestión técnica, el informe sobre el peritaje tiene, al menos, cuatro lecturas: la política, la legal, la económica y la ética. Me explico.

    El informe es claro al respecto: no fue el sismo de 2017 lo que dañó la estructura de la Línea 12, sino su pésimo diseño y construcción. Lo que parecía ser el broche de oro con que Marcelo Ebrard cerró su gestión al frente del gobierno capitalino, resultó ser un castillo de naipes.

    En su momento su sucesor, Miguel Ángel Mancera, detuvo la operación del Metro para evitar los riesgos derivados de una serie de fallas técnicas que, desde el sentido común, resultaban inverosímiles (vagones que no cabían en las vías, idas de luz, túneles que se inundaban con las lluvias, por ejemplo) en una obra de ese tamaño. Sheinbaum también tuvo que enfrentar las secuelas de las muchas fallas de origen (incendios, choques entre trenes, inundaciones) y hacer de tripas corazón para mantener los dedos cruzados para que en el informe de ingeniería forense entregado por la compañía noruega, la causa de la caída de los vagones no estuviera relacionada con la falta de mantenimiento.

    Este último hecho puso en la picota política a Marcelo Ebrard y en el centro de la pista a Claudia Sheinbaum, eliminando cualquier posibilidad para que aquél compita por la presidencia de México. El mejor de los escenarios para Ebrard es terminar su gestión en libertad.

    Con relación a la cuestión legal, habrá que esperar a que terminen las indagatorias del expediente que abrió la Fiscalía de Justicia de la Ciudad de México. Por lo pronto, así como sucedió durante el tiempo que la compañía noruega estuvo trabajando en el peritaje, habrá que esperar a que la investigación judicial concluya y los responsables paguen la parte de culpa que les corresponde.

    Los primeros de la lista que deben ser investigados son los constructores. ICA, CARSO y Alstom, no resarcirán la culpa reconstruyendo la línea, ya que el informe forense es muy claro al respecto: el diseño, la construcción, la calidad de algunos materiales, la falta de piezas, son parte de una negligencia mayúscula que debe ser reparada legalmente, porque hubo un contrato de trabajo de por medio y que, visto lo visto, incumplieron. El daño generado a las víctimas mortales y las familias de éstas, no se reparará rehaciendo la línea, de ahí que habrá que esperar a que las autoridades determinen las penas que permitan compensar el daño.

    Y así como las compañías constructoras deben dar la cara, la Fiscalía también debe llamar a cuentas a los funcionarios del Metro que estuvieron trabajando mientras se hacía la obra. Lo mismo debería suceder en el caso de los políticos-burócratas que tuvieron voz de mando con Ebrard, Mancera y ahora con Sheinbaum.

    Una tercera lectura es la económica. Las tres compañías constructoras no se pusieron manos a la obra movidos por la caridad, algo que en 1776 Adam Smith explicaba con toda claridad con su ejemplo del cervecero, el carnicero y el panadero. No es por su benevolencia que obtenemos de ellos lo que necesitamos, sino de su autointerés, de su claro afán de obtener algo a cambio.

    En 2012 se dijo que la obra costaría alrededor de 17 mil millones de pesos (en su momento fue catalogada como la obra más grande de Latinoamérica), pero al final de su construcción el desembolso rebasó los 26 mil millones de pesos, así que en este proceso la benevolencia brilló por su ausencia. El bodrio se realizó con dinero de las arcas públicas. La pregunta ahora es cómo hacer valer la letra chiquita de los contratos que se firmaron en su momento, a fin de no volver a pagar algo que, al día de hoy sigue costando bastante caro.

    Esto último no es baladí. Por cada día que el Metro permanece cerrado, cientos de miles de personas deben buscar otra manera de moverse, desembolsando un dinero que no tenían previsto pagar. Difícilmente sus patrones les darán una compensación extra para cubrir este gasto que se suma a los que ahora deben hacer para poder llegar a tiempo a su centro de trabajo.

    Sin ser la última, una cuarta lectura es la ética o moral. La caída de la Línea 12 del Metro echó por la borda la poca confianza que la ciudadanía tenía en la voluntad del gobierno de hacer bien las cosas. ¿Qué garantías tienen los usuarios para poder subir con tranquilidad al Metro? ¿Quién podría meter la mano al fuego por las otras megaobras que el gobierno está construyendo?

    Y a la cuestión de la confianza se suma la de la credibilidad. Hasta antes de los resultados del peritaje las declaraciones, más que eso, fueron especulaciones que se perdían en la bruma que genera la falta de transparencia. En esto (como en muchas otras cosas) este gobierno no se diferencia de los demás. La opacidad es el nombre del juego. Ejemplos sobran: los recursos invertidos en el avión presidencial, el gasto al momento en la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto y un largo etcétera de obras donde el Gobierno de la República cuenta con la mañosa secrecía del ejército.

    Así, sin confianza ni credibilidad, resulta imposible tener buena reptación. La Línea 12 del Metro es una obra oprobiosa, porque su mera mención evoca palabras como manoseo, trampa, engaño, abuso, infamia y una larga lista de vicios que surgen cuando se junta la politiquería con el “bisnes” ramplón.

    Y por no dejar, van unas cuantas preguntas al margen: ¿Cuándo serán vacunados las y los adolescentes mayores de 12 años que sufren alguna comorbilidad? Más allá de sus estúpidas rabietas, ¿qué plan tiene López-Gatell para evitar riesgos añadidos a estos jóvenes que regresaron a las aulas?

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