Emmanuel Macron anunció varias medidas sanitarias nuevas ante la tercera ola de contagios de Covid-19. Lo hizo el 12 de julio, aunque fue hasta la semana pasada que se viralizó en nuestro País. Lo más curioso es que le imputaron frases que no fueron suyas (algo que se sospechaba pues, una de las más compartidas, mencionaba a sus “hijas”, mismas que no tiene). Más allá de las confusiones, lo cierto es que habló del pasaporte sanitario, de su futura implementación; algo que no será inmediato pues se requiere cierto trabajo parlamentario para la aprobación de las leyes que lo respalden.

    Como en algunos de los países más civilizados, en Francia hay personas que reniegan de la vacunación. Más allá de ciertas discusiones en torno a sus derechos o a la libertad, lo cierto es que sus decisiones afectan a la población entera. Se sabe que la única forma, más o menos efectiva, de vencer al bicho es vacunando. Y en Francia la vacunación había caído porque existen muchas personas no convencidas de su conveniencia. Ignoro si es por aquel desafortunado artículo escrito por un doctor criminal en que se hablaba mal de las vacunas; si por un extraño convencimiento de mutaciones de ADN; si por la idea del chip implantado o por cualquier otro motivo. El caso es que hay vacunas disponibles y población reacia.

    Macron, entonces, anunció la idea del pase sanitario, entre otras. La idea es simple y contundente. Si alguien no se quiere vacunar, que no lo haga. Sólo que no podrá entrar a determinados lugares, inscribirse en algunas actividades o viajar. Esos determinados lugares podrán ser restaurantes o cines, para no ir muy lejos. La idea es que quienes no se quieran sumar a la causa de la vacunación sean quienes deban pagar con su confinamiento y no el resto de las personas que han actuado responsablemente.

    En la colonia en la que vivo hay varias personas que pasean sin cubrebocas desde el día uno. Hay un doctor incluido que, para colmo, trabajaba en una clínica Covid. Quienes salíamos al parque, llevábamos cubrebocas y huíamos de ellos en cuanto se acercaban. Alguna ocasión, platicando con un amigo, concluimos que los restaurantes serían uno de los últimos lugares a los que iríamos puesto que no había forma de garantizar que no estuvieran contagiados los comensales de la mesa de al lado (lo mismo podría pasar en las oficinas o en el súper). En Francia habrá forma: el pase sanitario.

    Mientras se discute allá sobre el posible impacto a la libertad de sus ciudadanos por una medida como ésta (recordemos que Francia presume de ser, entre otras cosas, la tierra de la libertad) aquí se sigue jugando con el semáforo epidemiológico y las restricciones. En particular, me parece que la vacunación en nuestro país va bien, con sus asegunes. El problema radica en el resto de las medidas sanitarias. Sí, tenemos una sociedad cansada por año y medio de encierro. ¿Qué se le ofrece a cambio? Casi nada. No hay un plan para, por ejemplo, también implementar un pase sanitario. Éste, entre otras cosas, ayudaría a reactivar la economía, pues los consumidores vacunados podrían sentirse más seguros en determinados comercios. No hay una insistencia en el uso del cubrebocas, como se ha insistido en el resto del mundo desde el inicio de la pandemia. No hay ni ha habido apoyos suficientes para quienes han perdido empleos o cerrado empresas. Hay, eso sí, un montón de demagogia.

    Macron habla bien y es contundente. Pese a ello, muchos franceses se sienten violentados. La discusión puede o no resolverse de forma simple pero queda claro que, en Francia, están privilegiando la libertad de las mayorías y haciendo lo posible por salir cuanto antes de la problemática que conlleva la pandemia. Acá el Gobierno no habla bien, se entretiene en discursos poco afortunados. Para colmo, si se analiza con mucho tiento, no hay forma de asegurar que se tomaron las mejores medidas para controlar el problema. Peor aún, frente a esta tercera ola, se sigue improvisando. Discútase o no en torno a la libertad, mientras en Francia se está imponiendo el pase sanitario, aquí reabriremos clases en agosto (cuando se calcula será el pico de la nueva ola) porque no hay nada que lo impida. Ni hablar.

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